Capítulo VII

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Los minutos pasan lentos y tortuosos. Al principio, mi mente carbura a toda prisa imaginando infinidad de opciones de tortura y placer, luego divaga en el trabajo, en mi vida y al final en mi situación actual. No tengo más alternativa que quedarme quieta, y aunque ese nunca ha sido mí fuerte, no puedo quejarme. Yo entré por elección.
Observo con detenimiento mi alrededor.
Que fastidio.
¿Y este hombre aún tuvo el descaro de decir "diviértete"?, es un imbécil.
"Claro señor King, me divertiré cortando mí piel con las jodidas flechas del techo, por mí no se preocupe, tarde lo que quiera, mis extremidades necesitaban un descanso, gracias", pienso sarcástica.

Es decir, ¿Quién carajos tiene una jaula tan pequeña con flechas tan afiladas en ella? ¿En qué época estamos, en la medieval?
Entiendo su propósito, pero es algo anticuada, existen mejores alternativas e infinidad de castigos mejores y más divertidos. Quizá esto podría ser más entretenido si algo o alguien estuviera estimulando mis terminaciones nerviosas. Tal vez, no retirar las flechas, quitarles un poco de filo y jugar con ellas. Al estar en movimiento, por la estimulación se marcaría en mi piel pequeñas puntas rojas que quedarían un par de días, pero no marcas, como las que podría causarme ahora mismo.

Suspiro.

Me siento tan incómoda. Jonathan acaba de irse y el anhelo por salir de aquí crece cada vez más.
¿Cómo es que una persona soporta esto? No es que sea doloroso, más bien es irritante.
Tengo las piernas pegadas al abdomen, las pinzas apretando mis nalgas y las flechas amenazando con marcar mí cuerpo. Esta no era la forma en la que quería pasar mi fin de semana. Lo peor es la falta de movimiento, siento que me asfixio, me siento impotente y desprotegida, como un animal atrapado en una trampa para cazar.

"¿Por qué no viene aquí y me coge ya, qué podría ser más importante que estar conmigo?".

Me muevo un poco logrando quedar boca abajo, mis piernas aún están en mi pecho y aunque tengo las manos libres me siento completamente inútil.
La mordaza no es menos irritante. La saliva se acumulaba en mí boca, la jodida bola me complicaba el poder tragarla, pero no estoy segura de quitarmela. Tal vez Jonathan me esté vigilando a través de un circuito cerrado y al ver mi desobediencia sea más severo está vez conmigo. Prefiero seguir batallando con ella y llevar la fiesta en paz.
Suspiro; si le veo el lado positivo a esto es mucho mejor.

"Descansaré un poco de Jonathan, tengo tiempo para reflexionar, quizá no estoy muy cómoda pero por lo menos estoy aquí... con él, bueno tal vez no con él ahora, pero si será dentro de poco y podremos..."

¡Maldita sea! El dolor no me ayuda a pensar, los pezones me duelen al estar acostada así y el culo me arde más que cualquier otra cosa, el cuello me mata y siento que estoy babeando un poco el suelo.
Estúpidas pinzas, estúpida jaula, estúpidas flechas, estúpido Jonathan y estúpida Italy por querer cambiar de rol.

Después de un tiempo descanso la mejilla en el piso, tarareo una canción sin sentido, dormitando inmóvil. No me doy cuenta en que momento me quedo dormida aún con la melodía en la cabeza, hasta que despierto con un sobresalto que me hace golpear la espalda las afiladas puntas. Tres piquetes aterrizan sobre mi piel causandome dolor.
Encerrada y adolorida, me quejo en silencio a través de la bola.
No sé qué hora es, quizá ya es hora de la cena, pero aún no hay rastros de Jonathan, no escucho nada. Intento despabilar mis sentidos, cuando me percato de un movimiento por el rabillo del ojo derecho. Dirijo la mirada rápidamente y ahí está él.

Jonathan está sentado en un sofá frente a mi observando con detenimiento la expresión en mis ojos al verlo. Intento parecer neutra, pero mis ojos se niegan a ceder ante su mirada. Estoy molesta aún por la humillación, y cansada de estar aquí, y sé que debería bajar la mirada, pero mi yo dominante se niega a irse. Cierro los ojos intentando cambiar mi humor, al abrirlos, noto como su mirada está ausente, parece que no respira; en la mano lleva una copa de Whisky, la camisa desabotonada, sin corbata y el cabello despeinado.

Sumisión de una DominanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora