Capítulo XII

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Miro con atención el reloj que hay en la mesa de noche junto a mi cama. Apenas son las diez de la mañana y mi día ya va pintado a ser un desastre.

—Ahora salgo—respondo a la puerta sin mucho tacto. Aún estoy en toalla, pero eso es lo que menos me preocupa ahora.

—Ve a cambiarte.

—Ve a abrir la puerta—me responde molesto.

Le ordenó con la mirada que salga de mi vista pero a John le gusta fastidiarme y lo hace tan lento como puede. Estoy a punto de arrojarle un cojín para que se de prisa, pero entra al baño justo a tiempo. Cuando cierra la puerta, yo abro de un tirón la otra.

—Adelante —digo frotando mi frente en un gesto de abatimiento interno.

—Servicio a la habitación, buenos días—me saluda un joven muy mono de unos veintitantos años más o menos, que empuja un pequeño carrito con el desayuno.

—Buenos días. En aquella mesita está bien—digo observándolo de arriba abajo con discreción.

—Con gustó—responde entrando. Noto que está un poco nervioso al acomodar el servicio, las manos le tiemblan y parpadea más de lo necesario. Luce fantastico, y no hablo solamente de los platillos—. ¿Desea algo más, señorita?

Tal vez sea mi imaginación, pero siento que su comentario va en dos dirección distintas. Niego con la cabeza y doy las gracias intentando cortar el rollo de una vez.  El joven me mira de arriba a bajo sin discreción, hasta que sus ojos se posan en los míos. Me dedica una sonrisa de medio lado, pero yo no le correspondo. Me siento estresada como para coquetear con él y provocar un problema con John.

"Con lo que tengo esperándome en el baño me es más que suficiente, gracias" se burla mí subconsciente.

Le doy unos cuantos billetes al chico que me sonríe de una manera boba y le invito a largarse de mí habitación abriendo la puerta de otro tirón. Reacciona lento pero capta la señal y camina despacio a la puerta; cuándo sale por completo cierro de golpe y camino al balcón soltando un gran suspiro. Tengo que tomar aire, siento que la habitación se ha vuelto pequeña.

—El tipo no te quitaba la vista de encima—puntualiza John recargado en el marco de la puerta del baño, tiene los brazos cruzados y el cabello desordenado, aún sigue en boxers así que la vista es genial.

—Por lo que sé, tú y yo no tenemos nada más que una amistad, así que abstente de hacer comentarios que no vienen al caso—exclamo siguiendo mi camino.

—Si, lo sé, pero eso no me vuelve ciego—continúa—. Se muy bien cómo te ven los chicos, Italy. El tipo del bar, el chico que acaba de salir e incluso tu guardaespaldas.

—No investes. Jacob es solo mi guardaespaldas, y lo considero un buen amigo—respondo tocando con mis manos el barandal del balcón.

—No te hagas la ingenua, Italy. Se le nota a kilómetros que le atraes. Tu bien sabes cómo identificar a ese tipo de gente. Ambos lo sabemos. No es la primera vez, ni será la última que un hombre que está cerca de ti se enamora, tienes el don de fascinarle a culquier persona.

—Cierra la boca, John. Ya no es problema tuyo—exclamo.

—Vaya...—responde haciendo una pausa—. Me duele admitirlo, pero tienes razón, aunque sé que yo también la tengo.

Pongo los ojos en blanco evitando mirar directamente su rostro. Estoy segura que si lo hago caeré en sus encantos y el enojo que tengo en estos momentos se pasará en un abrir y cerrar de ojos. Miro por el rabillo de ojo su proximidad, pero le ignoro.

—Creo que por eso que estoy aquí—exclama acercándose lentamente a mi. Su cuerpo se pega por completo a mi espalda, siento su mano en mi cintura y sus labios cerca de mi oído—. Te extraño, no te imaginas cuanto y sé que tú también lo haces, aunque no contestes mis llamadas y tampoco mis mensajes. Sé que me haz extrañado, lo noto en tu actitud, incluso lo noto ahora en la reacción de tu cuerpo. Ayer cuando hicimos el amor, pude confirmar que sigues siendo mía, Italy Diamon y no sabes lo loco que me vuelve saberlo.

Sumisión de una DominanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora