TRES

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A lo largo del día Aang hizo poquísimas pausas para comer, seguía mas intrigado en la historia que todos los escritos; por momentos parecían historias fantásticas de la antigüedad que contaban las azañas de un hombre llamado Wan, o al menos esa era de las pocas características que compartían todos los escritos, algunos hablaban de él como un maestro fuego y otros tantos como un maestro aire. También comentaban algo de ser uno de los primeros avatares o tal vez el primero.

Aang solo salió de la biblioteca cuando el sol empezó a esconderse en el horizonte, no solo porque le dijeron que no era ninguna clase de esclavo trabajando allí sino que no podía estar en la biblioteca mucho después del anochecer. Así que organizo todo lo que tenía en la mesa y lo guardo donde los sabios del fuego le habían indicado, para salir al aire fresco que le otorgaba la tarde con sus últimos rayos de luz.

Seguía sin prisa, pero en su campo de visión apareció el príncipe heredero los dos se miraron a los ojos un par de segundos pero Aang recordó que no debía hacerlo e hizo una reverencia respetuosa y cuando el príncipe estaba más cerca pudo escucharlo chasquear la lengua antes de alejarse. Aang se levantó indignado y llego a su cuarto pisando fuerte algo enojado. Así con esa rutina extraña siguió un par de semanas, había días que estaba sin descanso en la biblioteca, otros donde tomaba ciertas pausas para ir a ver a su amigo Appa, pero todos los días tenían algo en común. De alguna u otra manera terminaba encontrándose con el príncipe Zuko, encuentros que eran una extraña rutina donde no intercambiaban palabra.

Pero cierto día que Aang salió particularmente tarde de la biblioteca, cuando la luna llena iluminaba apenas los pasillos del palacio, mientras Aang caminaba cansado por los jardines se tropezó con algo que lo hizo caer sobre el césped, estuvo a punto de levantarse cuando sintió que alguien las ataba en su espalda también sintió como ataban sus piernas. Cuando trato de levantar su cabeza para gritar una mano tomo bruscamente su mentón y ato algo alrededor de su boca, ero en ese instante en el que pudo levantar el rostro del vio al almirante Zhao iluminado ligeramente por la luna. Trato de pelear para liberarse pero los amarres estaban muy apretados y apenas podía moverse hasta que escucho los gritos de los hombres que iban con Zhao, pudo distinguir algo moviéndose de tras de ellos antes que cayeran al suelo.

Sintio que las sogas que lo tenían preso contra el suelo se rompieron y se puso de pie lo más rápido que pudo, quitando lo que tenia en su boca, hasta que alguien lo jalo bruscamente del brazo llevando dentro de los pasillos del palacio, Aang miro quien lo ayudo y se sorprendio al ver al "espíritu axul", aunque no tuvo mucho tiempo para sorprenderse porque sus captores aun querían ir tras el maestro aire.

El espíritu azul lo llevaba ágilmente entre los pasillos del palacio tratando perderlo pero cuando empezaron a atacar con fuego control Aang se detuvo un momento para desviar el fuego, sin embargo cuando trato de usar sus poderes sintió que controlo por un segundo el fuego, Aang se quedo paralizado un segundo viendo como el fuego empezaba a afectar las alfombras y paredes. El espíritu azul volvió a jalarlo y en ese momento Aang se dio cuenta que le sangraba muho el brazo, por eso Aang fue el que termino guandolo hasta su pequeña habitación.

Aang cerro la puerta justo detrás de él, e puso seguro y vio que el otro se había desmayado en el suelo; asi que como pudo lo llevo hasta su cama y saco de su armario una pequeña caja con algunas cosas para curarlo. Sintio que las manos le temblaron cuando se aproximo hasta su cama, empezó a temblar cuando su mano se acerco a la mascara de aquel extraño, le saco la mascara y grande fue su sorpesa al ver el rostro de su salvador.

El engreído príncipe heredero era quien le había salvado, ese que parecía despreciarlo; no podía pensar con claridad y iles de pensamientos se aglomeraron en su cabeza sin poder darles un orden, solo pudo regresar a la realidad cunado el príncipe abrió los ojos y casi salto de la cama tratando de irse.

Una historia tan vieja como el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora