CUATRO

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El día paso más rápido de lo que a Aang le hubiera gustado admitir, salió casi corriendo de la biblioteca poco antes del anochecer y aunque quisiera negarlo trato de prestar atención a todos lo que pasaba su alrededor; así tardo relativamente poco en llegar hasta su habitación. Se apresuró a sacar todo lo necesario para cambiar las vendas del príncipe.

Cuando Aang levanto la mirada se dio cuenta que ya había anochecido y justo en ese momento tocaron la puerta, el maestro aire se apresuró a abrir y vio al "espíritu azul" que entro rápidamente a su habitación.

—Creo que exagera con la máscara.

—Es importante que no me reconozcan.

—Supongo que está bien —Aang no dijo nada más y empezó a cambiar las vendas del príncipe, con tanto silencio que incluso se escuchaban los grillos del jardín. Zuko había empezado a sentirse algo incómodo y no pudo evitar curiosear la habitación, empezando en su ropero bastante normal y aburrido pero no pudo alejar la mirada del escritorio de la habitación, tenía varios libros encima, una especie de florero con el lirio de fuego medio marchito y un montón de hojas llenas de dibujos de flores y paisajes.

—Parece que te gusta dibujar.

—En realidad no — dijo Aang sin apartar la mirada de las vendas nuevas —Esos dibujos son de mi madre.

— ¿Por eso el lirio de fuego?— Aang por primera vez levanto la cara y lo miro algo confundido pero asintió.

—Algo así, a ella le gustaban mucho o... eso creo

— ¿Crees? ¿No conoces a tu madre?

—No, murió poco después de darme a luz, yo tenía poco menos de un año

—Vaya. Debió ser duro— Aang casi se ríe ante su comentario, sobre todo por el rostro incómodo y casi inexpresivo del príncipe.

—No realmente, digamos que tuve un padre adoptivo — los dos volvieron a quedarse en silencio, aunque era un poco incómodo — bueno, ya está listo. Deben volver a cambiarse en un par de días, yo le diré cuando exactamente

Zuko miro un segundo el nuevo vendaje de su abdomen y brazo, se volvió a vestir, se colocó la máscara y camino directo a la puerta como si Aang no estuviera ahí.

—Gracias, nos veremos luego —y cerró la puerta, Aang se quedó mirándola con una inmensa duda, ¿Por qué hacía aquello?, vestirse como una especia de criatura extraña, ser casi un enemigo de la Nación del Fuego. Sabía que era una especie de venganza, dejando marcas permanentes en algunos altos mandos del ejército, pero hacia algunos años de su "accidente" y seguía disfrazándose, ahora parecía no lastimar a nadie, por eso Aang no entendía nada.

Zuko llego corriendo a su habitación, entro por uno de los grandes ventanales. Siendo lo más silencioso posible se cambió y se metió a su cama, miro la mesa de noche junto a él, no tenía mucho más que un par de libros pero dentro del cajón estaba la causa de la angustia de Zuko. Una carta que le dejo su primer amor antes de desaparecer por completo, sabía que era tonto seguir teniéndole miedo a ese pedazo de papel; pero pensar en su contenido lo aterraba, por eso había días que solo la veía por un largo rato sin atreverse a abrir el sobre y mirando el lugar donde escondía esa carta se quedó dormido.

Los días siguieron, Aang y Zuko tenían cada vez una relación más cordial, ya no se miraban mal incluso podían intercambiar un par de palabras cuando se cruzaban en la biblioteca. Pero ese día Aang quiso tomar un pequeño descanso para visitar a Appa, quería ver que comiera apropiadamente y que no se sintiera decaído por no poder estar todo el día volando. Appa estaba rodeado de los animales más exóticos, en una reserva que había hecho la Nación del Fuego a petición del general Iroh; habían rescatado a un par de bisontes voladores, tejones topos y claro varios dragones que eran muy pacíficos. Zuko había ido a ver a algunos dragones cuando vio a Aang cuidando a su bisonte volador.

—Me gusta el lugar, es tan pacífico y grande —Dijo Aang luego de hacer una reverencia al príncipe.

—Mi tío pidió que fuera así, empezó siendo una reserva de dragones luego de que mi tío prohibiera su caza, trajeron a algunos que estaban muy heridos.

—Un acto muy noble, sé que luego de los ataques a los templos del aire, el General Iroh también trajo bisontes heridos.

—Debe ser difícil estar aquí— empezó casi apenado el príncipe

—No realmente, me gusta el clima de aquí y también las flores, son muy bonitas — Zuko lo miro raro un momento y Aang se rio — se a lo que te refieres,  ni siquiera había nacido cuando eso paso. Sé que fue duro, algunos maestros aire ni siquiera pueden ver el emblema de la Nación del Fuego sin tener un ataque de pánico... no estoy seguro de tu teoría de la paz, siempre creí que me enviaron porque soy lo suficientemente joven para no tener secuelas de los ataques.

—Lo siento mucho, debe ser horrible pensar eso, que por nuestra culpa tu gente viva así —ahora Aang miro raro al príncipe.

— ¿Estuviste montado en los dragones que atacaron los templos? O ¿Acaso diste la orden de atacarlos?— Zuko negó a ambas preguntas — entonces no debes disculparte, es difícil, no me gusta pensar en los ataques o que estoy en el lugar donde se dio esa orden, pero tú no tienes la culpa, solo eres unos pocos años mayor que yo, así que estas limpio de esos pecados.

—No sé si yo podría estar tan tranquilo sabiendo eso.

—No estoy tan tranquilo, pero no puedo pelear por algo que ya acabo, no iniciare ningún conflicto innecesario por algo que ya se arregló.

Zuko no supo que responder y solo lo vio en silencio como parecía estar mucho más interesado en su bisonte volador que en intentar una plática con él, no pudo evitar pensar un poco más lo que había dicho. Mientras Aang pensaba que el príncipe heredero no era un monstruos, tal vez un poco extraño y de momento casi contradictorio pero no era el cruel tirano del que todos hablaban.

Una historia tan vieja como el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora