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—¡Mave Evelyn Cloud, baja de ese auto ahora si no quieres que...! —fue lo último que escuché decir a mi madre antes de pisar el acelerador.

—¡Adiós madre, no te extrañaré! —grité dentro del auto en el que había arrancado a toda velocidad.

Según los medios de comunicación soy la joven más prometedora de mi generación.

Según mis "amigos" soy una niña consentida que no logrará nada sin ayuda de su madre millonaria.

Según mi madre, la exitosa Skyler Ostin (ya no Skyler Ostin de Cloud), editora en jefe de una editorial muy reconocida cuyo nombre no es importante, sólo soy una pérdida de tiempo y todo lo que invirtió en mi educación fue un malgasto de dinero «como si a ella le faltara».

Si, todas esas personas me detestan, pero ¿saben qué?

—¡Me vale hectáreas de mierda lo que piensen de mí, idiotas!

Yo soy Mave Cloud, la hija de Skyler Ostin y Elliot Cloud, tengo 23 años y un título en Arquitectura que probablemente no use, y en este momento estoy dejando atrás la vida que llevaba con mi madre en la gran y hermosa ciudad de New York (notese el sarcasmo, odio New York), para dirigirme a Los Angeles a vivir con mi padre. El sueño que he tenido desde que se divorciaron ya que ella lo engañó con quien era en ese momento jefe de redacción de la editorial.

¿Cómo estoy tan segura de que fue ella quien lo engañó y no al revés? Porque yo misma los vi en nuestra casa un día que llegué temprano de la escuela.

Lo sé, iugh.

Pero en fin, lo importante ahora es que tengo 4490 kilómetros de carretera por delante así que no debo dormirme. Enciendo el reproductor de música del auto que "tomé prestado" del garaje de mi madre y dejo sonar a Ava Max a todo volumen. Este será un camino largo.

Dos Horas Después...

—Yo estaba muy tranquila manejando y el auto empezó a fallar y luego se apagó—le dije al hombre en el otro lado de la línea telefónica.

Sí, el auto no sirve, muy buena Mave.

—¿Ya revisó si tiene gasolina? —preguntó sin mucho interés el que se supone debe prestar su servicio a las personas que tienen problemas con sus autos.

—Claro que sí. ¿Cree que soy tan... Tonta? —me incliné a ver el medidor de la gasolina y sí, no había gasolina.

«Excelente, Mave, vas por buen camino» dijo esa voz chillona e irritante de mi cabeza. Conciencia la llaman.

—Sí, lo creo—dijo el hombre en el teléfono—. ¿Puede decirme dónde se encuentra, señorita? —miré a los lados y, como era de esperarse, no vi nada que me dijera dónde estoy.

—Estoy en algún punto en la carretera entre New York y Los Angeles—respondí casualmente.

—Sin una ubicación exacta no puedo ayudarla. Buen día—y colgó.

—Hijo de...

Bien, no tengo gasolina, no sé dónde estoy y ya casi anochece. Excelente panorama. Bajé del auto y saqué mi mochila y mi maleta improvisada para empezar a caminar en línea recta hasta morir.

Bueno, no hasta morir, hasta encontrar señales de vida en este desierto en el que me encontraba.

Caminé y caminé y caminé por un largo, largo tiempo, hasta que por fin encontré lo que parecía ser una señalización de hace 20 años. Estaba más que oxidado pero se entendía un poco lo que decía: 

"Colleensvile - 1Km"

—¡Por fin, la civilización! —dije a la nada. 

Me apresuré a caminar para llegar más rápido. Ya había anochecido y la oscuridad me puso algo nerviosa, sobre todo porque estoy en una vía desierta en la que alguien podría venir y asesinarme en cualquier momento. 

«Bonitos pensamientos, Mave»

***

Ya no podía más. 

Tenía hambre y sed, me dolía todo el cuerpo de tanto caminar. Estoy segura que aún falta mucho para llegar al supuesto pueblo que ni siquiera sé si existe aún. 

No sé si era por el cansancio o por mi posible muerte en esta carretera (por favor, que exagerada), pero me puse a pensar en mi madre. Ella aunque cometió muchos errores, siempre buscó lo mejor para mí, pagó porque yo tuviera una buena educación y una carrera que me asegurara un futuro. ¿Y qué hizo Mave? Solo se comportó como una idiota y la trató de lo peor. 

 —Perdón mamá... —los ojos me picaron por las ganas de llorar. Sí, la falta de energía me estaba poniendo sentimental—. Lo lamento tanto... —las lágrimas se escaparon de mis ojos. 

Al estar tan absorta en mis pensamientos y por la oscuridad de la noche no vi un bache en la calle, así que tropecé y caí directito al piso con mi maleta y mi mochila.

El golpe más mi cansancio hicieron que quedara semi inconsciente en medio de la nada. No podía moverme, pero pude ver como alguien se me acercó, y sentir como pasó su brazo derecho por mis rodillas y el izquierdo apoyaba mi espalda.

La persona me cargó un poco, o mucho, no lo sé, pero después de avanzar un poco volvió a dejarme con mucho cuidado en el suelo y se sentó a horcadas sobre mí.

Ay no.

Trazó una caricia por mi rostro y luego su mano bajó a mi cuello. Ahí se quedó un rato. No lo podía ver, mis ojos lo lo permitían, pero sí sentía la fuerza de su mirada sobre mí, como si tratara de despertarme solo con esa presión. Yo quería despertar y verlo, pero mis ojos estaban demasiado pesados.

—Mave—dijo mi nombre. Esperen, ¿dijo mi nombre? —. Mave.

Si, estaba diciendo mi nombre. Logré hacer que mis ojos se abrieran para verlo. La oscuridad no dejaba mucho que observarle pero se veían sus facciones marcadas. Era un hombre. Levantó su otra mano, la que no estaba tocándome, y puso uno de sus dedos en su boca en señal de silencio. Luego se inclinó y me...

¡¿Me besó?! ¡Me besó! Este extraño me estaba besando y yo no podía hacer nada para pararlo. En realidad no podía, pero tampoco quería. Hay que admitir que besa muy bien (aunque eso sería mi destrucción luego).

Algo en mi se activó con el beso, una energía que tenía guardada no sé dónde, pero logré subir mis manos hasta su nuca, al inicio de su cabello, y jugar con los mechones cortos. Su cabello era suave.

Intensificó un poco el beso y se abrió paso en mi boca y, obviamente, mi cuerpo empezó a reaccionar. Intenté moverme un poco pero el extraño hizo presión en mi cuello, advirtiendome que me quedara quieta. Sentí como él también empezaba a tensarse por el momento pero luego lo detuvo.

Dejó su frente pegada a la mía por unos segundos y luego se separó y volvió a hacer ese gesto con el dedo, diciéndome que no hablara, para luego levantarse y desaparecer en la oscuridad tan rápido como apareció. Por mi parte, volví a mi estado de inconsciencia y caí rendida sin más.

DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora