—Oye, despierta... —escuché una voz lejana y sentí que me movían un poco el hombro—. Despierta, vamos, abre los ojos...
Poco a poco recuperé la conciencia y logré abrir los ojos. Creo que estaba en el mismo lugar donde me desmayé ayer después que...
—¿Estás bien? —preguntó un chico inclinado sobre mí.
—¿Dónde estoy? —pregunté ignorando lo que me dijo.
—En la entrada de Colleensville—respondió el chico tendiéndome su mano—. Ven, levántate. Te llevaré a que te revise un médico.
Con su ayuda me levanté y tomé mi equipaje.
Entramos a uno de los lugares más deprimentes y desolados que he visto en la vida. Las pocas casas y edificios que había eran de estilo antiguo, muy antiguo, y no se veían muchas personas por ahí, tal vez por la hora, aunque no sé qué hora es. De vez en cuando pasaba una que otra señora que se quedaba mirándome como si fuera un alienigena. Debo parecerlo, medio día sin comer ni tomar nada y caminando por una vía solitaria.
Entramos en un edificio con una cruz roja en la puerta. Una clínica. No había mucho que ver ahí, pasamos de la recepción donde una chica con uniforme de enfermera (ni siquiera estoy segura que haya estudiado enfermería) se me quedó mirando, bueno, no a mí, a la persona que me acompañaba y que no había reparado hasta ahora: alto, cabello castaño claro, ojos marrones amables. Un chico lindo. Debía tener como unos 20 años más o menos. Llegamos a lo que parecía la puerta de un consultorio.
—Espera aquí un momento—me dijo antes de entrar y cerrar la puerta en mi cara.
Escuché el eco de unas voces pero no entendí lo que decían. Al rato, el chico salió y me indicó que entrara. Dentro solo había una camilla, un escritorio con su silla y una estantería con unos cuantos libros y material médico. La "doctora" era una mujer como de 60, con el cabello recogido en un moño y lentes pequeños.
—Buen día, siéntese en la camilla, por favor—señaló la doctora. Yo solo me senté—. ¿Puedes decirme tu nombre y tu edad?
—Mave Cloud. 23 años—respondí algo cortante.
—Bien, Mave, te haré un chequeo básico. ¿Estás de acuerdo? —asentí y empezó pasando una linterna por mis ojos, luego revisó mis latidos, mi garganta, mis extremidades, me midió y pesó... En fin, un chequeo. Por último hizo un par de preguntas—: ¿Tienes algún tipo de problema médico? Asma, alergias...
—No que yo sepa.
—¿Recuerdas lo que te pasó ayer? ¿Cómo terminaste desmayada? —pasé mis manos por mi cabello. La verdad, el día de ayer estaba borroso en mi memoria, pero hice lo que pude.
—Iba de camino a Los Angeles y mi auto se descompuso, caminé por horas hasta que anocheció, tropecé con algo en la calle y me caí y luego... —hice memoria—. Luego...
Las imágenes volvieron a mi mente: me cargó, me dejó de nuevo en el piso y... Me besó. Dios, creo que nunca me habían besado tan bien como ayer...
—¿Mave, qué pasó luego? —la voz de la doctora me trajo de nuevo a la tierra. Su vista, que antes estaba en su libreta anotando quién sabe qué, ahora me estudiaba con una ceja alzada.
—Luego... —volvió a mí su seña de silencio, y la pequeña presión que hizo en mi cuello como advertencia—. Luego me levanté y... Caminé un poco más, pero me desmayé—no le diría a esta extraña lo que sucedió. Sería penoso.
—Bien, al parecer te desplomaste por la falta de energía. No hay señal de heridas físicas pero necesitas descansar, comer algo y tomar agua. Le diré a mi hijo que te acompañe y te ayude en lo que pueda, ¿ok?
—¿Su hijo? —no pude evitar preguntar.
—El que te trajo aquí es mi hijo—respondió escribiendo algo en un papel para luego tendérmelo—. Dale esto cuando lo veas.
—Está bien. Gracias—tomé el papel y me levanté para salir.
—Si necesitas algo o te sientes mal de alguna forma solo ven a verme—dijo amable la doctora. Yo solo asentí y me fui de ahí.
El chico me estaba esperando en la recepción, o estaba ahí pasando el rato, ya ni sé, pero me acerqué y le di el papel.
—Esto es para ti—le dije.
—Gracias. Ven, necesitas comer. Soy Roy—me hizo una seña para que lo siguiera.
Narrar todo lo que hice en el día sería algo aburrido de leer así que lo resumo: este chico Roy me llevó a un sitio a comer (no estaba muy buena la comida pero bueno) y luego me llevó a una especie de hotel y me dijo que me quedaría ahí y que lo buscara a él o a su madre si necesitaba algo. Me acosté y dormí toda la tarde, y cuando desperté ya era de noche.
¿Por qué no he intentado irme de este lugar recóndito? Porque no tengo auto, dinero o energía para caminar otros Kilómetros. Algo importante vino a mi mente:
Tengo teléfono. Puedo llamar a alguien y que venga por mí. ¡Claro!
La pregunta era ¿a quién? Mi madre no, obviamente, me llevaría de nuevo a la ciudad y no podría escapar. Amigos que no me quieran muerta, no tengo. Mi padre... Busqué el teléfono, marqué el número y puse el altavoz.
Uno... Dos... Tres... Cuatro tonos y me envió a la contestadora.
—Papá, soy Mave. Necesito que vengas a buscarme. Estoy en un pueblo quintomundista llamado Colleensville, cerca de Los Angeles, o lejos, no sé, pero ven... —y se cortó el mensaje.
Demonios. Debo irme de aquí.
No podía hacer nada más que esperar a que mi padre escuchara el mensaje así que decidí tomar una ducha y quitarme esta ropa sucia que traigo desde ayer.
Busqué la puerta del baño de la habitación y luego entré y abrí el agua de la ducha para que se fuera calentando. Había toallas y jabones en un estante pequeño junto al lavamanos y un inodoro. Un baño normal. Me deshice de mi ropa y entré a la ducha dejando que el agua tibia me cayera encima y me relajara poco a poco. Sin embargo, mi momento de paz no duró mucho...
Iba a empezar a pasarme el jabón por el cuerpo cuando ¡Ups, qué sorpresa! ¡El agua se cortó! Solté todas las maldiciones juntas y salí de la ducha tomando una toalla para cubrirme pero en ese momento ¡Boom! ¡Se cortó la luz también! Si llegara un perro y meara en mis pies no me sorprendería.
«Bien, Mave, estás en un baño oscuro en un hotel desierto en un pueblo más desierto aún. Solo mantén la calma» Tomé una respiración profunda pero cuando iba a soltarla escuché algo en el que ahora es mi cuarto.
—¿Quién está ahí? —nadie respondió—. ¿Roy, eres tú? —un poco asustada me acerqué a la puerta y la abrí solo un poquito para poder ver. Todo estaba tal y como lo dejé, excepto...
Ahí había alguien. Estaba parado junto a la ventana y se veía la silueta de su cuerpo. Un hombre. No sabía si estaba de espaldas o no porque estaba oscuro. Le hablé.
—¿Quién eres y qué haces aquí? —volteó. Vi una parte de su cara.
Era él.
El que me besó en la carretera.
Está aquí.
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Desconocido
Mystery / Thrillerdesconocido, desconocida adjetivo · nombre masculino y femenino 1.[persona] Que no es conocido. ******************************* Un desconocido, eso era él para mí. Pero, al parecer, yo no era una desconocida para él.