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Después de aparcar el deportivo en un estacionamiento tenuemente iluminado al lado de una hilera de edificios bajos y sinuosos se dirigieron hasta uno en particular. Era alargado y a pesar de ser de noche Shirabu distinguió una pared de ladrillos mostaza, sobre la puerta un letrero con luces de neón azules indicaba que aquel era un bar-cafetería. El castaño pensó que era una combinación inusual.

Al entrar la idea de que aquel lugar estaba un poco fuera de la norma tomó consistencia. Era un lugar imbuido en madera, desde el suelo al techo, incluso las escaleritas del fondo eran de madera brillante y barnizada, también lo eran los asientos y las mesas, y por supuesto, la barra y sus asientitos de superficie redonda típicos de bar lo eran. En la mesa más cercana a la puerta se encontraban dos damas, a juzgar por su atuendo, el cabello ondulado cayendo sobre sus hombros y las líneas de expresión marcadas a los costados de sus labios rojos al sonreír, estaban entradas en los cuarenta. Frente a ellas dos tazas blancas rebosantes de café. Unas mesas más hacia el fondo un grupo de cuatro muchachos compartían jarras de cervezas mientras en el medio de la mesa descansaba un platillo con trozos de carne a medio terminar. En la barra dos caballeros en camisas de oficina charlaban despreocupadamente acompañados de un vaso cuadrado con un líquido translúcido cada uno. Definitivamente aquel lugar hacía honor al letrero brillante sobre la puerta. La primera impresión, por lo demás, había sido la de un lugar inusual pero tranquilo.

Ambos caminaron entre las mesas, Shirabu siendo guiado por el más alto en dirección a la escalera. Subieron y se ubicaron en la mesa más apartada, al lado de la ventana. Junto a ellos en esa especie de piso superior sólo se encontraba una pareja al otro extremo, charlando y riendo.

Al instante en que tomaron asiento, uno frente al otro, un muchacho flacucho con una cola atada en la nuca de forma absolutamente despreocupada se paró a su lado preguntándoles qué deseaban servirse.

Ushijima le señaló algún tipo de bebestible que Shirabu no logró escuchar puesto que estaba concentrado en alguna bebida para pedir. Finalmente y sin mediar palabra señaló en el tarjetón una especie de coctel anaranjado dentro de un vaso largo. Realmente nunca recordaba los tragos que bebía, no era como si bebiera demasiado.

Tras unos minutos de espera en silencio el muchachito volvió depositando ambos pedidos frente a cada uno, y en medio una pequeña fuente cóncava que contenía una especie de aperitivos de forma esférica. Después de que el chico les ofreciera una broma que ninguno respondió, se marchó con un leve asentimiento y los deseos de que disfrutaran.

Kenjirō cogió el vaso y sin preámbulos succionó la pajilla, el sabor del alcohol se deslizó por su lengua y luego por su garganta mientras escaneaba esta vez con más detenimiento el lugar. El licor era dulce, no estaba mal.

–Es un lugar agradable.

El castaño enfocó la mirada que mantenía perdida en el entorno esta vez en Ushijima. Encontró sus ojos profundos clavados sobre él, cayendo en cuenta de que tal vez lo hubo estado observando mientras analizaba el lugar. Tal vez esperando su reacción, principalmente una positiva, después de todo él lo había elegido e invitado allí. Fuera como fuera Shirabu asintió.

–Sí, la madera hace que luzca acogedor.

Ushijima asintió sin apartar la mirada de Shirabu, como cuando realmente comprendía algo en medio de un entrenamiento o un juego.

–Ha sido una recomendación de Bokuto.

Oh.

–Oh, ya veo. –Shirabu sorbió nuevamente de la pajilla, esta vez en menor cantidad, disfrutando el dulzor del trago– Es un buen lugar, no se ha equivocado en recomendarlo.

Fear and feelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora