8. "Deudas, amistad y karáte"

3.5K 368 144
                                    

Johnny lleva veinte minutos de pie frente a la puerta de la oficina de Sid, refregando las palmas sudorosas en sus jeans. Nunca pensó que estaría dispuesto a entrar a esta oficina voluntariamente, sobre todo porque odia cuando Sid lo llama a venir aquí. Este es el territorio de Sid, ni siquiera su madre entra. Aquí no hay nadie que pueda defenderlo, no es que su madre pueda hacer demasiado. Johnny ama a su madre, pero sabe que ella es demasiado dulce para resistir una pelea. De todos modos, aquí está, apunto de entrar a la boca del lobo. ¿Y por qué? Mete la mano en el bolsillo y toca los papeles doblados guardados en este. Las facturas de LaRusso. Esa es la razón, tiene que recordarse. Tiene una deuda que pagar.

Johnny contiene la respiración, pone su mano en la manilla de la puerta y la gira, antes de que Sid salga y lo encuentre parado afuera como un idiota.

Golpea primero, ¿cierto?

—Señor... —comienza, intenta mantener una voz uniforme. Mostrar debilidad frente a Sid es como sangrar en un mar con tiburones.

—No pedí que vinieras, niño —su padrastro lo interrumpe con voz hosca y seca antes de que pueda comenzar—. Sal de mi oficina.

Johnny reprime el impulso de obedecer o gritarle en la cara. En cualquiera de esas dos opciones, no obtiene lo que vino a pedir.

—Lo siento, señor —iugh, iugh, iugh—. Se que estás ocupado, solo vine porque... Necesito pedirle algo.

Solo entonces Sid levanta la vista de los papeles en su escritorio. Una sonrisa burlona muy conocida para Johnny se curva en su rostro.

—¿Vienes a qué? —se ríe con burla—. ¿Te atreves a venir a mi oficina, a interrumpir mi trabajo, para pedirme algo? ¿Después de que te atreviste a ignorar todo el dinero que gasté en esa mierda del karate y dejarlo? Sal de aquí.

No hay nada que quiera más que salir de aquí, piensa Johnny para si mismo, pero se queda. Ya está aquí ¿no? No te retiras a la mitad de una pelea.

—Me disculpo, señor —Johnny continua, odiando sus propias palabras. Un medio para un fin, solo un medio para un fin.

Sid golpea la mesa con fuerza, haciendo saltar a Johnny en su lugar.

—¿Crees que me importan una mierda tus disculpas?

—No, señor.

—Exactamente —Sid mira por la ventana, contemplativamente. Obviamente disfruta esto—. ¿Cuánto quieres, mocoso?

Johnny recita la cantidad sin parpadear. Sid se ríe, poniéndose de pie.

—¿Y que harás con ese dinero? ¿Emborracharte con tus amigos perdedores como el perdedor que eres? No me respondas, no quiero oír tus excusas patéticas —suspira con falsa resignación—. ¿Sabes? Tu madre lo tenía todo cuando la conocí, una mujer hermosa y dócil. Pero ella tenía su propio parásito incluido, tú.

Johnny no se inmuta, ha escuchado este discurso muchas veces a lo largo de los años.

—Y ahora resulta que tengo que darte todo, a un perdedor, un imbécil desagradecido. ¿No crees que es injusto?

Vete a la mierda, Johnny piensa. Lo que dice es:—Tienes razón, señor.

—Por supuesto que la tengo —Sid asiente—. Ahora me pides una cantidad importante de dinero extra además de tu mesada mensual, la que sabes que no puedo quitarte porque tu madre se daría cuenta.

Johnny guarda silencio.

—Tendrás tu respuesta al final del día. Ahora largo de aquí, y no vuelvas a venir sin que te llame.

Daniel LaRusso & the ex-Cobras | Lawrusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora