Daniel se opuso fervientemente a subir a ese carro de la muerte también conocido como motocicleta. Por lo mismo, todavía no termina de entender como es que está aquí de todas formas, con las manos apretando firmemente los hombros de Johnny, sentado en la parte de atrás de la maldita motocicleta.
—¡¿Podrías conducir más despacio?! —le grita a Johnny en el oído por sobre el ruido del viento.
Y por supuesto, porque una vez estúpido idiota siempre estúpido idiota, Johnny se ríe y acelera.
Daniel suelta un gritito ahogado por el viento y sus brazos bajan hasta agarrarse con fuerza de la cintura de Johnny de forma automática, cerrando los ojos con fuerza.
Tan ensimismado, se pierde la forma en que el cuerpo de Johnny se tensa sorpresivamente ante el cambio de agarre, los hombros a la cintura. Por poco no pierde el control de la dirección. Sigue sin entender porqué se ha vuelto tan reativo a los toques de LaRusso... O tal vez simplemente no quiere entenderlo.
Cuando estacionan, Daniel se ve como uno de esos gatos erizados luego de un sobresalto. Parece no haberse dado cuenta de que no ha soltado al rubio.
Johnny piensa que quedarse así no estaría tan mal, y luego se da un golpe mental y dice:—Ya puedes soltarme, princesa.
Daniel afloja tentativamente el agarre alrededor de su cintura y abre un ojo para mirar a su alrededor. Las cosas no van a gran velocidad, solo está la vista estática del complejo donde vive en Reseda.
—¿No morimos?
Johnny rueda los ojos.
—Si muero, no será en mi motocicleta.
LaRusso resopla con alivio e ignora el vacío que se siente quitar finalmente los brazos de la cintura de Johnny. Todavía tiene la pierna un poco resentida por el golpe, así que Johnny lo ayuda a bajarse y ajustarse a las muletas.
Es extraño, pero no tan extraño como que todos los ex-cobras lo defendieran hoy. Definitivamente no tan extraño como Dutch preguntándole si estaba bien o Tommy ofreciéndole una mano o cualquiera de ellos hablando sobre piedad y honor. Daniel piensa que, en éste punto, ya debería empezar a acostumbrarse.
Cuando llegan a la puerta del complejo, se quedan un momento solo de pie uno frente al otro sin saber que decir. Eso no es raro en Johnny, pero sí muy raro en Daniel. De hecho, está apunto de llenar el silencio con un dato super interesante que el señor Miyagi le enseñó hace unos días sobre cañas de pescar. Pero al final no es necesario.
Johnny se rasca la nuca, un poco inseguro. ¿Por qué con LaRusso no se siente como con sus otros amigos? ¿Por qué éstos nervios?
—¿Quieres que... te ayude a subir las escaleras o algo así? —propone, tragando saliva audiblemente después y sin mirarlo mientras habla. Como si de pronto la pared de al lado fuera la cosa más interesante del mundo.
Daniel alza las cejas y sonríe involuntariamente, pero niega con la cabeza.
—Ya me trajiste. Y no provocaste que nos matáramos en esa cosa —señala con aprensión la motocicleta estacionada a unos metros de ellos—, Estaré bien desde aquí —afirma.
Johnny rueda los ojos ante el insulto a su motocicleta.
—No habría dejado que te pasara nada —afirma, antes de darse cuenta de sus propias palabras. Se supone que eso es algo que le diría a una chica después de una cita, no... no a LaRusso.
Daniel lo mira sorprendido, y así mismo se siente. Su corazón se acelera una pulgada y es tan raro que lo provoque algo que Johnny dijo. No es lo que normalmente sucede cuando escucha a Johnny hablar, siendo completamente honesto. Sin embargo, ya que han entrado en ese terreno, Daniel responde antes de que Johnny haya logrado construir una frase coherente en su cerebro en pánico para retractarse.
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Daniel LaRusso & the ex-Cobras | Lawrusso.
FanfictionLos ex-cobras, a la deriva desde el torneo, deciden pedir disculpas a Daniel. El resultado de esto podría llegar a ser mucho más de lo que esperaban. Pronto, los ex-cobras comienzan a entrenar con el señor Miyagi, y entre encerar y pulir empiezan a...