12. "Kreese es un bastardo y LaRusso es... LaRusso"

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Cuando vuelve un día al final del entrenamiento, Kreese está sentado en el sillón de cuero importado al interior de su casa, bebiendo un whisky con Sid, como si fuera una maldita emboscada.

Johnny se congela en la puerta y se lleva una mano a la garganta por inercia, como si de pronto volviera a estar en el estacionamiento y pudiera sentir el brazo de Kreese aplastando su traquea. Las pupilas de sus ojos azules de dilatan de terror y está apunto de salir corriendo por donde vino y no volver jamás cuando Kreese voltea hacia él, y luego Sid, y Johnny se queda clavado en su sitio.

Mierda, ¿qué demonios está pasando?

Esto se siente como una emboscada y, conociendo a John Kreese, es muy probable que eso sea justo lo que esto es para él. Emboscada. La mejor manera de sorprender a tu enemigo con la guardia baja es que primero le permitas pensar que está a salvo.

—Señor Lawrence, hasta que al fin decide honrarnos con su presencia —Kreese sonríe, una de sus sonrisas frías y calculadas que Johnny antes no se había dado cuenta de lo aterradoras que eran.

El rubio se queda de pie justo en la entrada, sin siquiera cerrar la puerta, sintiéndose infinitamente pequeño ante la mirada de éstos dos hombres que han intentado meterle a golpes toda su vida el hecho de que nunca valdrá nada.

Está totalmente paralizado, ni siquiera está seguro de poder recordar cómo mover las piernas, mucho menos como hablar.

—Cierra la puerta —ordena Sid con voz afilada y decididamente peligrosa—. Tú sensei aquí me ha estado contando una historia bastante interesante, jovencito.

Atrapado. Está atrapado. No puede respirar.

Johnny no lo piensa. Su siguiente movimiento es puramente instintivo, guiado por el miedo... El estacionamiento, el brazo en su garganta, la traición, no puede, no puede...

Él da media vuelta sobre sus talones y huye, corre sin pensar a donde y con el único motivo de alejarse lo más posible de esa casa, mientras los gritos furiosos de Sid desaparecen a sus espaldas.

Corre tanto tiempo que, al detenerse, cae de rodillas, jadeando por aire. Su corazón le late como un zumbido atronador en los oídos. Cuando levanta la mirada, la fachada de éste barrio se le hace familiar y no tarda en encontrarla en la bruma que es su mente: Reseda, el edificio de LaRusso.

¿Cuánto corrió?

¿Por qué aquí?

¿Es acaso una señal de que se lo merece? ¿Qué merece que Kreese vuelva por él por todo lo que hizo en el pasado?

—¿Johnny?

Johnny no se da cuenta de que está llorando como un idiota medio de la calle hasta que levanta la mirada y las lágrimas se deslizan hacia la comisura de sus labios, frías y saladas.

Frente a él, se encuentra con los ojos cafés de Daniel que lo miran con una preocupación que no cree merecer.

LaRusso, sostenido en sus muletas, usando un yeso que es culpa de Johnny. Todavía puede sentir el crujido que hizo su rodilla. No merece... Él jamás...

—¿Johnny? ¿Qué pasa? ¿Estás herido? —LaRusso pregunta, inclinándose hacia él y poniendo una mano en su hombro con suavidad.

Johnny no puede respirar y no tiene sentido, se siente como si fuera a morir, y LaRusso se siente como un salvavidas, así que lo aferra, apretando con fuerza la mano en su hombro.

Daniel LaRusso & the ex-Cobras | Lawrusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora