Capítulo 4

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—Imposible—murmura Susan.

—Tranquila, apuesto que es solo tu imaginación—habla Lucy con una sonrisa.

—Supongo que decir, "Lo siento", no es suficiente—exclama Peter viéndola.

—No, no lo es—afirma ella para luego lanzarle una bola de nieve directo a su rostro, provocando que suelte una carcajada—eso tal vez sí.

Rápidamente mis manos se dirigen a la nieve, congelándome un poco por lo fría que está, pero formo una pelota y la lanzo hacia Susan. Giro y repito mi anterior acción, hasta que siento como algo se estrella en mi nuca, miro a Peter quien ríe de mí y me sonríe inocente. Abro mi boca ofendida y lanzo la bola de nieve hacia él.

—¡Auch! —siento como exclama Edmund—ya basta.

—Que mentiroso eres—expone su hermano, borrando todo rastro de diversión.

—Tú tampoco le creíste—se defiende el menor.

—Discúlpate con Lucy—todos estamos en silencio observando la pequeña pelea que acababa de iniciar—¡Di que lo sientes!

—¡Ya oí! —espeta Edmund—lo lamento.

—No importa—afirma Lucy con una sonrisa—los niños pequeños no saben cuándo dejar de fingir.

—Bien dicho pequeña—murmuro en su oído con total orgullo.

—Muy graciosa—habla con sarcasmo el pelinegro.

—Deberíamos volver.

—Estamos en un bosque que está dentro de un armario—exclamo hacia Susan—no gracias.

—¿Y no quieren conocer el lugar? —inquiere sospechosamente Edmund.

—Creo que Lucy debe decidir—opina el mayor de los Pevensie.

—Hay que ir con el señor Tumnus—habla la pequeña con una sonrisa en su rostro.

—Genial, conoceré un fauno—río por mis fantasiosas palabras.

—Pues vamos a visitarlo—responde Peter alegre.

Vuelve al armario y de él saca cinco abrigos.

—¿Vestidos así? —pregunta Susan abrazándose a sí misma—no podemos andar en la nieve.

—Lo sé—responde su hermano mayor—pero presiento que el profesor no se molestará si tomamos estos.

El rubio nos entrega un abrigo a cada uno, me lo coloco y siento como un poco de calor invade mi frio cuerpo.

—Además si lo analizas con lógica—expone resaltando la última palabra—ni siquiera saldremos del ropero.

—Pero este es de niña—se queja Edmund observando su abrigo.

—Ya sé.

—Te queda bien, niño—me burlo un poco provocando que me devuelva una mirada de enfado.

Comenzamos a caminar entre la nieve hasta llegar a la casa del fauno.

—... Y ahí tiene mucha comida rica—habla Lucy mientras sostiene mi mano y tira emocionada de ella—además tiene libros...

Observo a la pequeña confundida por su rotundo silencio, hasta que mis ojos se detienen en la puerta destruida de aquel hogar. Lucy suelta mi mano y corre hacia dentro, rápidamente comienzo a seguirla, adentrándonos todos a la pequeña casa del amigo de ella.

Al ver el lugar, un escalofrío recorre mi cuerpo, todo está destruido, sillas, mesas y muebles esparcidos por todo el suelo, junto con pequeños trozos de vidrios.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2023 ⏰

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