8: Nuestro lugar

17 2 0
                                    


Prácticamente un mes ha pasado, y nada interesante ha sucedido, el resumen de todos mis días es el mismo casi siempre, comer, estudiar, ayudar a Ariana, reírme de Christopher y soportar ver como Kale y Madison están muy pegados.

Desde la fiesta de bienvenida, son inseparables, no ha habido nada que pareciera que estuvieran saliendo, pero ahora Madison se la pasa con nosotros, es decir, con Ariana, Christopher, Kale y yo.

No es para nada una mala compañía, pero algo dentro de mí no me deja sentirme cómoda con ella.

-Así que vendrás a mi presentación el sábado, sabes que no podría cantar bien si no te veo-Kale parecía un niño pequeño con una mancha de salsa en la mejilla.

-Te dije que sí, ¿cuándo te he fallado? -hablé achinando los ojos.

-Es cierto, mi zanahoria favorita no me dejaría plantado-dije, seguido agarró un papel y se limpió donde se había ensuciado.

Nos encontrábamos sentados viendo una película que él eligió, pero en realidad no presté atención ni a la mitad de ella, por los comentarios que sacaba Kale a mi lado.

-Estoy aburrido de esto-dijo parándose de donde estaba sentado hace un segundo.

- Te dije que viéramos Barbie y las 12 princesas bailarinas, pero tú no querías, porque supuestamente era de niñitas, y elegiste Transformers...

- No hablo de eso, digo que estoy aburrido de ver películas, tenemos desde las cuatro haciendo eso, y son las once...

Ahora es mi turno interrumpirlo.

-Espera, como que son las once- agarré el celular de él, ya que no encontré el mío, lo encendí y pude ver la hora- ¡Mierda!

-Uhh... y esa boquita.

-No son las once-dije tirándole una mirada molesta- ¡Van hacer las tres de la madrugada!

-Que te digo, mi compañía es muy grata que ni el tiempo lo sientes- dijo cogiendo el último pedazo de pizza que quedaba en la caja.

- ¿No lo entiendes? Papá puede ser muy relajado y comprensivo, pero si su hija no esta en su cama a las tres de madrugada, no creo que eso le gusté- dije buscando mi otro par de zapatos.

Mi papá puede ser lo mas lindo y tierno del mundo, pero cuando esta enojado esas cualidades desaparecen y no deseo que pase eso en realidad.

En mi desespero de hallar mi zapato, tropecé con un par de pesas que se hallaban en el piso.

-Auch.

Mi cuerpo se encontraba tirado en el suelo, con pequeño dolor en el pie con el cual me choqué.

-Encontré tu par otro par de zapatos, y eso debió de doler-dijo tratando de no reír.

-Que lindo, ahora ven y ayúdame, que tus estúpidas pesas me hicieron caer.

-No son su culpa de que te pongas así- dijo ayudándome a sentarme en la cama- ¿Te lastimaste? -sus ojos azules claros buscaban un rastro de dolor en los míos.

Negué con la cabeza.

-Es mejor que me vaya, ya es muy tarde- dije acomodando un mechón rojizo rebelde.

- No es necesario, hace unas horas le llamé a tu mamá, avisándole de que hoy te quedabas aquí, conmigo.

- ¿Qué? -lo miré sin creérmelo- ¿Y por qué rayos no me dijiste? Así me hubiera ahorrado este pequeño estrés.

- ¿Y perderme eso? Obvio que no, creo que no te lo había dicho, pero me gusta verte enojada.

Lo empujé, tratando que se cayera de la cama, pero no pude.

Prometo no olvidarte Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora