Mort-dida© - Cap. 5

67 25 8
                                    

Mort-dida ©

Capítulo 5

Pero no había caso. Ninguno le ponía atención a Catalina. Ni siquiera los de su propio grupo. Probablemente atemorizados por las bravatas de David y su grupo. Quien seguía conduciendo a toda velocidad. Los demás, estaban pendientes de sus teléfonos, compartiendo entre ellos, los videos y fotos de lo que había ocurrido. Excepto los tres improvisados celadores que custodiaban a Catalina.  El bueno de Oliver, estaba pendiente de la pobre de Rebeca, quien aún permanecía sin sentido.
Súbitamente el vehículo fue perdiendo velocidad y potencia, y comenzó a salir humo desde el motor. Por lo que David no tuvo más remedio que detener completamente la marcha para intentar revisar el desperfecto que tenía el bus.

—¡Maldición! Justo ahora tenía que fallar esta carcacha —se lamentaba con rabia, David.

—¿Alguno sabe algo de mecánica? —Nadie respondió.

—Dije que si alguno sabe algo de mecánica. ¡Ustedes, "cerebritos"! Bájense y vean qué problema hay en el motor.

—David, no sabemos nada de mecánica, te lo juramos —le respondieron con temor.

—¡Hey, "Ardilla"! ¡Yo entiendo de mecánica! —le gritó desafiante, Catalina.

—¿De verdad sabes, o es un truco barato? —le cuestionó, David.

—No es que vaya a poner un taller en la casa, pero tengo nociones básicas, lo que es mucho más, de lo que tú sabes.

—¡Está bien! ¡Tráiganla aquí! —ordenó David.

—¡Suéltenme! Yo puedo caminar sola —gritó Catalina, dando un fuerte jalón al brazo de uno de los compañeros que la custodiaban. Y así, llegó hasta donde se encontraba David.

—Bien, "Ardilla", abre el capó para echar un vistazo.

—¡Oye, que sea la última vez que me llamas así! —le alegó David.

—Mueve las manos en lugar de la boca, eso si quieres seguir en camino —le increpó, Catalina.

—Listo, ahí está abierto. Ahora, bájate y revisa el motor. Y haz que parta esta lata con ruedas.

Catalina, bajó con un andar desafiante. Claramente era la única que no sentía respeto ni mucho menos miedo al carácter de David.

—¡Ardilla, pásame un poco de agua! Esto está seco. Al chófer se le fue hacerle una revisión general antes de salir.

Por orden de David, uno de los chicos, bajó con un bidón de agua y se lo llevó a Catalina.

—Creí que iba a venir la ardilla asustada, pero bueno, ven, ayúdame con esto... Tiene que caer el agua aquí y yo te digo cuando pares.

El joven siguió las indicaciones de la chica y pronto terminaron de revisar todo.

—¡Listo, Ardilla! Da el contacto.

—David, más pendiente de que el bus partiera que de cualquier otra cosa, no hizo caso al apodo que Catalina le había puesto. Apodo que lo acompañaría de ahora en adelante.

Y como por arte de magia, el vehículo partió. Lo cual todos celebraron arriba del bus. El chico que ayudó a Catalina, subió nuevamente y se unió a la algarabía.

Catalina, cerró el capó y se dirigió a la puerta y David puso la primera marcha y arrancó lentamente, dejando atrás a Catalina. La que quedó mirando como se iba el bus y gritaba a todo pulmón:

—¡¡David, eres una maldita mierda!! ¡Para el bus!

Arriba, David iba muerto de la risa y ya no veía a Catalina por el retrovisor, ciertamente la había abandonado en pleno desierto. Pero no contaba con la rebelión que sucedería minutos más tarde.

—David, eres un maricon de primera. Devuélvete a buscar a Catalina —eran sus propios pares, quienes hartos de su forma de ser, le exigieron que fuera de regreso a recoger a Catalina.

Ante la insistencia de los miembros de su grupo, a David no le quedó de otra que obedecer, aduciendo que se trataba de una broma y que tenía planeado darle un gran susto a Catalina.

Así que dio vuelta en U, y se dirigió al lugar donde había dejado a su compañera...

*Minutos antes —En el auto*

‹‹¿Qué se cree esa pendeja?››
Que uno es huevon y va a parar para que lo asalten. ¡Ahí quedaron con las ganas!
‹‹quizá a quien le habrán robado ese bus›› —pensó el conductor del auto que le había mostrado el dedo medio a Catalina, haciendo caso omiso a la advertencia del inminente peligro.

La música en el auto, de por sí estaba fuerte, tanto que no podía ni oír sus propios pensamientos.
El chófer seguía dando caladas intermitentes a su elaborado cigarrillo jocoso y artesanal. Lanzando grandes bocanadas de humo.

Mientras, a solo metros más adelante había un escenario dantesco, el cual no tardó en descubrir.

—¿Pero qué mierda es eso? Debo estar muy drogado, pero veo un par de cuerpos en la huella —exclamó frenando casi en seco, dejando así las marcas de las llantas sobre el asfalto.

Se bajó del vehículo y se acercó lentamente a los cuerpos, mirando a todos lados, como buscando la respuesta a lo que sus ojos estaban viendo.
Quedó petrificado de espanto cuando vio que la cabeza de uno de los cadáveres abría la boca y emitía gruñidos leves. Eso sin contar que dicha cabeza estaba colgando del cuerpo.

—¡Pero, qué demonios? —eso fue lo último que logró decir, ya que reptando a toda velocidad, cual serpiente, venía hacia él, el soldado que cuando estuvo cerca, se paró con la agilidad de un rayo y se abalanzó sobre el desdichado tipo. El efecto de la droga, le impidió reaccionar y casi no sintió cuando el militar le quebraba el cuello, haciendo girar su cabeza con una fuerza descomunal. Su cuerpo inerte cayó de rodillas y luego de bruces al piso.
—Definitivamente, la droga mata—.

Extrañamente, esta vez no mordió al infortunado de turno.
Sino que una vez concluido su crimen, se puso a correr por la carretera a una velocidad impresionante, en la dirección por donde se había ido el bus.

Mort-dida © - capítulo 5
Autora: Ann E. Rol
Todos los Derechos reservados ®
Lorena Escritora - facebook.
Mort-dida  - Ann E. Rol - fanpage.
@lorenaescritora - instagram.
Lorenae5critora - wattpad.

Mort-dida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora