Mort-dida © - Capítulo 15

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Mort-dida ©

Capítulo 15

      El grupo de WhatsApp

Mientras los muchachos luchaban por sobrevivir a aquella macabra experiencia en el desierto; los mensajes en el teléfono de Miguel Ramírez Aravena; el padre de David, llegaban uno tras otro. Normalmente, su teléfono no tenía tanta actividad como esa noche, así que revisó cuál era el motivo de tantos mensajes y se encontró con la sorpresa de que eran del grupo de WhatsApp de apoderados del colegio de su hijo. Había desactivado las notificaciones hacía una semana y ahora que ese tiempo había expirado, su móvil volvía a convertirse en una «olla de grillos». Razón por la cual se vio en la obligación de tomar —de muy mala gana—, su equipo para revisar y luego volver a silenciarlo «esta vez para siempre» maldecía. Pero al leer los mensajes, algo le hizo demasiado ruido. La mayoría de los padres del grupo, se preguntaban si alguien sabía algo de sus hijos. Los mensajes eran muy similares: ¿Alguien tiene noticias del viaje de estudios al desierto? Mi hijo salió temprano en la mañana y a esta hora no se sabe nada de él. Su teléfono suena apagado o fuera del área de cobertura.

«Migue», como le conocían sus amigos. No sabía qué responder o si es que debía hacerlo. Pero lo que sí era imperioso, era llamar inmediatamente a la madre de su hijo. Se encontraban separados de hecho, desde hacía varios años, por lo que su ex-esposa tenía otra pareja. Razón por la cual había descuidado en demasía la crianza de su hijo.

Migue, tenía una buena relación padre e hijo con David, pero de este viaje no tenía la menor idea. Aunque comprendía que tampoco era tan relevante como para que le pidiera permiso. Después de todo. Llevaba años sin poder verlo, porque su ex-esposa se lo había prohibido por la vía judicial, aduciendo acoso y amenazas. Ganando el juicio, ya que Migue, era un soldado denigrado que pasó por un juicio militar por la pérdida y muerte de su escuadrón en una emboscada cuando se encontraban en una misión de paz en Haití. Precisamente esa condición de zona pacífica y la falta de testigos, fue la que lo llevó a enfrentar a la justicia militar, donde perdió su grado de Teniente y tuvo que estar recluido tres años en una cárcel militar. Esto fue un atenuante más que suficiente para que el juez de familia, lo considere un peligro para la seguridad de su ex-esposa y su hijo, al cual podía ver, pero solo bajo la asistencia de un trabajador social y la policía. Esto, para él era demasiada humillación, así que optó por no ver a su hijo, sin embargo, nunca faltó a sus deberes como padre, pues siempre depositaba religiosamente la cantidad fijada por el juez.

Por tanto, y por la gravedad de la situación, se decidió a llamar a la persona que juró nunca más volver a hablar.

Del otro lado, una voz grave, le respondió.

—¡Aló?

—Buenas noches, soy Miguel, el padre de David. Necesito hablar con Johanna sobre nuestro hijo. Sé que no ha llegado a casa desde la mañana y estoy preocupado por él.

—Ah, sí. Bueno, ella no está. Salió. Y el David, debe estar bien. No es primera vez que no llega a dormir. Ya sabe cómo son los jóvenes. Llegará por la mañana y le diré que lo llame para que esté tranquilo. Gracias por llamar. Buenas noches —Clic.

—Sí, gracias, yo... ¡Aló, aló?

«Me cortó, ese hijo de puta, me cortó». ¿Quién mierda se cree que es? —vociferaba, al tiempo que volteaba la mesa de centro de una patada.

Luego de una rabieta inicial que terminó con una mesa, un jarrón, un vaso y un vidrio de la puerta del mueble de tv, totalmente destrozados, Migue se tumbó sobre su sofá favorito. Tomó su teléfono que seguía sonando por la cantidad de mensajes que no cesaban de llegar al grupo de WhatsApp.

Marcó el número de su hijo y este le daba tono de espera, «debí haberlo llamado de un principio», pensaba, mientras esperaba con impaciencia que su hijo le contestara.

Hasta que por fin sucedió. Del otro lado alguien respondió, pero no era precisamente su hijo.

—¡Aló! ¿Quién es? —respondió una voz que lo descolocó. Era la madre de su hijo. La persona que un día juró amar frente a un altar y frente a Dios y que hoy, simplemente prefería olvidar.
Se tragó su orgullo y respondió.

—Soy yo, Miguel, solo quería saber cómo está David.

—¡Ah, hola! Mi hijo está muy bien. Pero no está conmigo. Su padrastro, le regaló un celular de última generación y él me pasó el suyo, así que te voy a pedir que elimines este número o que no vuelvas a llamar acá. No olvides que tienes una restricción por acoso y amenazas.

—Mira, solo quiero saber de mi hijo. Sé que no ha llegado a la casa desde que salió temprano en un viaje de estudios. ¿Tú sabes algo de él? Sobre lo de la restricción por tus mentiras, lo tengo claro. Y obvio que no llamaré más a este número. Lo que si, espero que al menos me digas el número de mi hijo.

—Mmm, lo pensaré. El David debe estar bien. Cuando llegue te va a llamar y si él quiere, te dará su número. Si eso era todo, yo estoy muy ocupada ahora. Espero que entiendas.

—Sí. Corta y que me llame apenas llegue, por favor. No importa la hora.

—Listo. Qué estés bien. Bye.

—¡Chao!

Si antes se sentía preocupado, ahora era un «atado de nervios». No podía entender cómo era posible que la mamá de su hijo, no mostrará ningún ápice de interés y preocupación por saber el paradero de su hijo. Así que decidió que no se quedaría a esperar noticias. Él haría algo más que eso.  Leyó los mensajes uno por uno, hasta que encontró el que buscaba; el bus había partido desde el colegio en dirección al desierto, entre Pozo Almonte y el pueblo de La Tirana.

Era un buen trecho por recorrer, pero estaba decidido; tomó su chaqueta, un arma, municiones, un corvo y una potente linterna, y se subió a su camioneta para dirigirse a la zona indicada.

Mort-dida ©
Autora: Ann E. Rol
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Chile.
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Portada Eve Sánchez.

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