Mort-dida© - Cap. 6

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Mort-dida©

Capítulo 6

Y ahí estaba Catalina; caminando lentamente por el desierto bajo el implacable sol, maldiciendo en contra del desgraciado de David que la había abandonado a su suerte.
‹‹Pero esto no se va a quedar así, lo voy a denunciar›› —pensaba.

Lo que no imaginaba era que a escasos kilómetros venía corriendo sin pausa y a toda velocidad, el soldado...

Mientras desde el otro lado, venía David y su grupo con el bus de regreso para recogerla y explicarle que solo se trataba de una broma de mal gusto.

—¡Maldición! Y ahora para peor, nuevamente quiero hacer pipí. Bueno, al menos no hay nadie cerca para espiarme... pero, ¿y si viene algún vehículo por la carretera? ¡Me verán! ¡No! Mejor me adentro un poco más en el desierto y busco un lugar oculto para hacer más tranquila.

Catalina encontró un lugar propicio para estar más cómoda, aunque le quedaba bastante retirado de la carretera, pero ella podía divisar desde su baño personal si pasaba algún vehículo, mas no la podrían ver ni oír a ella.

Justo que se encontraba en el clímax de su desahogo, ve pasar el bus con sus compañeros en dirección contraria; y desesperada Catalina, comenzó a gritar y hacer señales con los brazos, pero todo era infructuoso; nadie en el bus, se percató de su presencia.

David y los demás, se mostraban algo nerviosos y contrariados, pues según recordaban, Catalina debería haber aparecido tras la curva anterior—:

—¿Estás seguro que aquí fue donde la dejaste? —le preguntaban a David.

—Creo que sí. No estoy muy seguro, pero sé que no era tan lejos. Recuerdo que una vez que la dejé de ver en el retrovisor, tomé la curva cerrada que acabamos de pasar.

—¡Vas a tener que mejorar la memoria, porque no la vemos por ningún lado. Lo mejor será seguir adelante hasta encontrarla! —decían los demás.

—Tranquilos, que aquí viene otra curva cerrada, probablemente me equivoqué y se trataba de esta curva. ¡Afírmense bien! —gritó David.

—¡Falta poco para salir de la curva, no se suelten! Pero... ¿Qué es eso que viene a lo lejos? ¡No puede ser, es el maldito soldado zombie! —volvió a gritar, esta vez mucho más fuerte que antes, David.

—Pero David, ¿qué haces? Da la vuelta. Baja la velocidad. ¿Te volviste loco?

—¡Cállense!, voy a terminar de una vez por todas con ese bastardo. Ustedes, siéntense y disfruten el espectáculo...

Y habiendo dicho esto, David hundió mucho más su pie sobre el acelerador y se dirigió raudo directo hacia el soldado, quien no cesaba su desenfrenada carrera contra el bus. El atropello era inminente.

—Da-David, en serio, para ya, por favor. ¡Vámonos de aquí! —balbuceó no con mucha convicción, uno de los chicos que estaba cerca de David.

—¡Déjame en paz! ¿Qué no ves que te estoy haciendo un favor al exterminar a esa cosa?

—Sí, lo sé, pero... ¡Ay no! ¡Dios mío! ¡Ya está casi encima! No quiero ver.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué cobarde eres!... Ahora, ¡muere maldita bestia! ¡Aaaaaaah!

Los gritos de David, se mezclaban con el rugido del motor y los murmullos y gritos del resto de los pasajeros del bus.

El soldado por su parte, ahora iba más rápido y ya se encontraba a escasos centímetros del parachoques del bus...

—¡Despídete de este mundo soldadito de plomo! —fue lo último que alcanzó a decir David, antes de perder de vista su objetivo.

El bus siguió a toda velocidad, pero de la colisión o mejor dicho, del arrollamiento no había ningún rastro. De hecho, nunca sintieron siquiera un leve golpe de la máquina. Por lo cual David frenó en seco y se detuvo varios metros más adelante.

Todos miraban hacia atrás buscando al soldado, pero no estaba, era como si se lo hubiera tragado la tierra.

—Este, David, ¿qué pasó? ¿Lo atropellaste?

—Yo, yo, no sé. Simplemente se esfumó. No lo vi. Lo perdí de vista. ¡No sé qué pasó, ni dónde está!

De pronto, se oye fuerte un ruido de rasguño en el metal. Era un ruido ensordecedor y demasiado molesto, era insoportable. Tanto así, que todos tuvieron que taparse los oídos y apretar los dientes, no dejando lugar a ninguna otra acción.

Luego de unos segundos, no había ningún ruido.

Todos se miraban en silencio.

—Shhhh, está debajo de nosotros. No hagamos ruido —susurró David.

—¿Estás demente? Que no hagamos ruido y que nos quedemos aquí esperando a que nos mate a todos. ¿Ese es tu absurdo plan? —le reclamó furibundo, uno de sus compinches.
—¡Quítate de ahí! Yo conduciré ahora. Los sacaré a todos de aquí —le ordenó, aquel, con firmeza.

David estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no atinó a nada que no fuera obedecer a su amigo y se levantó del asiento para cederle su lugar.

Su compañero se levantó también del asiento y se dirigió al lugar del conductor a paso firme y decidido.

Pero no logró cumplir con su cometido, pues desde el piso del bus, salió el brazo del soldado y tomándolo de una pierna, lo haló con fuerza hacia abajo, rompiendo en el acto su extremidad y quedándose con ella.

El grito de dolor del joven se sintió en todo el desierto. Sus compañeros estaban perplejos y solo Oliver, atinó a intentar ayudar a su compañero, pero era demasiado tarde, la pérdida de sangre y el estado de shock, fue tal, que falleció casi en el acto.

—¡Salgamos de aquí! —dijo Oliver, que había tomado el mando del volante. Intentando hacer partir el bus.

—¡Aaah, vamos a morir! —gritaban los demás, que ya habían entrado en pánico.

—¡Escuchen! Nadie más va a morir. ¡Vamos a salir de aquí! Solo, tengamos calma...
Tomen todo lo que sea contundente y se pueda utilizar como arma. Debemos y podemos defender nuestra vida. ¿No recuerdan que la Cata, pudo aturdirlo con una piedra? —arengó, Oliver.

—Es verdad, ¿cómo no se nos ocurrió antes? Yo me pido el extintor —acotó David.

—Si de objetos contundentes se trata, yo me pido la mochila de Rebeca. Que parece que tuviera piedras de tanto libro que le mete...
A ver, Rebe, córrete un poco para sacar tu mochila, que parece que no la vas a necesitar más. ¡Chicos, Rebeca está muerta! No respira —anunció un compungido chico.

¿Quééé? ¡No es posible! ¿Por qué? —se lamentaba Oliver con lágrimas en sus ojos, mientras seguía intentando hacer arrancar el motor.

—Después habrá tiempo para llorar todo lo que quieras, pero ahora arranca este armatoste para poder largarnos de aquí —reclamó David con frialdad y temor.

Fueron tantos los intentos de Oliver, que finalmente el bus logró partir, a lo que todos, sin excepción, comenzaron a celebrar.

—¡Eeeeh, viva! Nos salvamos, nos iremos de aquí —eran algunos de los festejos que se oían.

Así que Oliver comenzó a andar con el bus y pudieron ver por fin al soldado que estaba acostado comiendo la pierna de uno de sus compañeros que yacía muerto en el bus.

—Ahora, vamos a buscar a Catalina —anunció Oliver.

—Y el loco era yo... ¿No te das cuenta que Catalina está muerta? Ese soldado ya debe haberla convertido en sushi —objetó David.

Aún así, al menos recojamos su cadáver y el de los demás. Ellos merecen una digna sepultura.

—¿Y a nosotros? ¿Quién nos va a sepultar, ah? No piensas con claridad. Tú solo sigue conduciendo y no te detengas por nada ni por nadie —le ordenó David.

Mientras los chicos adelante seguían discutiendo, los demás, ya un poco más tranquilos estaban sentados y habían vuelto a perderse con sus teléfonos, intentando, sin éxito, llamar, publicar los videos y fotos o simplemente jugando algún jueguito que tenían descargado en sus celulares.

Ahora el bus iba directo al punto de partida.

Mort-dida © - capítulo 6
Autora Ann E. Rol
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