Mort-dida © - Cap. 16

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Mort-dida ©

Capítulo 16

—¡Espérame! ¡No me dejes atrás! —gritaba David a un aterrado, Samuel que no dejaba de correr y mucho menos pretendía voltear.

—Miren allá, ¿no es Samuel el que va corriendo? —preguntaba, Catalina a su grupo.

—Sí, es él, y el que va detrás se parece a David —decía Oliver.

—Pero van corriendo hacia la carretera. Serán presa fácil de esas cosas —concluyó, Felipe.

—Lo extraño es que no veo a nadie persiguiéndolos —reflexionaba Oliver.

—¿No será que Samuel está huyendo de David? —preguntó Catalina.

—Puede ser. Eso significa que David también se convirtió en esas cosas.

—No lo creo. Si se fijan. Los demás no pueden correr. Solo el soldado lo puede hacer —afirmó, Felipe.

—Preferiría no arriesgarme y quedarme con la duda. Dispárale a David —ordenó Catalina.

—No puedo. Tengo que estar seguro de que es así como dices. No quiero cargar con la vida de nadie en mi conciencia.

—Yo estoy totalmente segura. Si no quieres hacerlo. Dame el arma y le disparo yo.

—Vas a desperdiciar balas. No tienes buena puntería. Y necesitaremos las municiones después para bajar y sacar las demás cosas del auto —rebatió, Oliver.

—Mejor sigamos viendo y luego decidimos. Lo importante es que nosotros estamos seguros aquí arriba —enfatizó, Felipe.

Así que siguieron en su labor de vigilancia desde su zona segura. Desde allí lograron ver que David gracias a su evidente buen estado físico, ya había alcanzado a Samuel y que no lo había atacado como Catalina había temido.
Los chicos echaron una mirada a Catalina, como reprochando su actitud y su poco tino.

De esa manera, vieron como ambos jóvenes llegaban a la carretera y se pusieron a correr por la misma, hasta perderse en la distancia.

—Bueno, Cata, te equivocaste. David no se convirtió en uno de los mordedores. Ahora ellos están a salvo y lejos de todo el peligro. Es nuestro turno. Debemos elaborar un plan de huida —notificó Felipe.

—Tienes razón. Debemos pensar en cómo salir de aquí —concordó Oliver.

—¿Tienen alguna idea? —dijo Catalina.

—Lo único que se me ocurre es que solo uno baje, e intente llegar al auto y sacar las cosas mientras los demás distraemos al grupo de abajo. Porque ir los tres juntos, sería suicida —dijo Felipe.

—Ya, ¿y quién será el que baje? —preguntó Catalina.

—Había pensado en ti, ya que eres liviana y corres rápido —le respondió Felipe.

—¿Y por qué no tú? —le refutó Catalina.

—Soy más pesado, más lento y además soy quien tiene la mejor puntería de los tres. Creo que ayudo mucho más desde aquí.

—Felipe tiene razón. Él no es el ideal para ir por las cosas. Pero no te preocupes Cata, iré yo —acotó muy decidido, Oliver.

—Bien, entonces serás tú. No se discute más —concluyó, Felipe.
El plan es el siguiente; cuando estés abajo, te esconderás tras la roca en la que estuvimos antes. Una vez allí, vas a esperar un poco, hasta que veas que el grupo se va hacia el bus —de eso me encargo yo—, luego saldrás corriendo rápido hasta el auto, sacarás las cosas del asiento trasero; es un bolso que no pesa mucho, pero que tiene lo necesario. Volverás a dejarlo tras las rocas, regresas al auto y echas a correr el motor, sacas el freno de mano, pones la marcha y sales, así perseguirán al auto y podrás subir sin problemas.

—Espero que no haya problemas con tu plan.

—No lo creo. Es un plan infalible. Si te fijas, la mayoría está más cerca del bus que del auto y solo Rebeca es la que está más cerca de nosotros y del auto. Pero desde aquí, me podría encargar de ella y así tú...

—¡No! A ella no le vas a disparar. Ni tú ni nadie —interrumpió con autoridad, Catalina.

—Está bien. No tienes que alterarte. Entonces tú la vas a distraer tirando piedras hacia el lado contrario. Yo le dispararé a las ventanas del bus. Ese ruido será suficiente para que el «rebaño» vaya hacia el bus y permanezca allí.

—Me parece bien. Entonces Oliver, ten mucho cuidado. Te estaremos esperando.

—Gracias, Cata. Lo tendré. Nos vemos pronto.

—Es una promesa. No la rompas.

—No lo haré, Cata... No lo haré.

Así, Oliver comenzó su descenso en forma lenta, pero segura. Mientras Catalina y Felipe estaban en sus puestos, listos para comenzar con la labor distractiva. Felipe, con su ojo certero, ya había quebrado dos ventanas del bus, logrando tal y como había supuesto, que la horda se aproximase hacia el bus.
Catalina, por su parte, había lanzado unas piedras hacia unas rocas que estaban al lado contrario de donde venía bajando Oliver.

Ese ruido fue suficiente también para que Rebeca se dirigiese en esa dirección.
Ese era el momento. Era ahora o nunca para oliver, quien ya se encontraba abajo, oculto entre las rocas. Por lo que al notarlo, echó a correr hacia el auto y logró llegar y entrar sin problemas. La primera fase se había cumplido tal como había previsto Felipe.
La fase dos, dependía únicamente del desempeño de Oliver.
La tensión en los chicos que esperaban ansiosos, era demasiada. Hasta que por fin, vieron salir del auto a Oliver con el bolso y correr hasta las rocas; lugar donde dejó el bolso.
Luego volvió al auto y en cosa de segundos, se oyó el rugir del motor del auto, sin embargo, contrario al plan, Oliver no salió, sino que comenzó a conducir en dirección al grupo, mas no arrolló a nadie. En cambio, siguió conduciendo hacia la carretera.
Arriba, los chicos no daban crédito a sus ojos. La más incrédula era Catalina. No podía concebir la idea de que esta vez, Oliver los había dejado abandonados a su suerte.

Mort-dida © - Cap. 16
Autora Ann E. Rol
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Chile.
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Portada Eve Sanchez.

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