PARTE I

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HISTORIA NO EDITADA

POLONIA
1 de septiembre de 1939.
4:45 de la madrugada.

Un jovencito llamado Gabriel Juszkiewicz, recién promovido a vigilante de frontera, dormía plácidamente en su puesto de control. Soñaba con su novia, que lo esperaba en Varsovia, a unos cuantos kilómetros de distancia que le parecían millones. Despertó repentinamente y miró a su alrededor, pronto la decepción se reflejo en su rostro imberbe al caer en cuenta de donde estaba. Deseando con desesperación estar en su cálida cama con su amada, adoptó una posición más cómoda en la silla dispuesto a retornar a su sueño, cuando escuchó un extraño zumbido. Le tomó un minuto entero darse cuenta de que era ese ruido no podía provenir de otra cosa más que de motores.

Salió de la caseta restregándose los ojos y si poder reprimir un bostezo. Al levantar levemente la mirada divisó aviones que volaban a poca altura. Entró dando trompicones en la caseta y envió un mensaje a su superior. Después de unos minutos, el sonido de motores volvió pero este era distinto al que había oído hacía unos instantes. Gabriel volvió a salir y en menos de dos minutos divisó las primeras motocicletas verdes que se dirigían hacia él a toda velocidad. Con la mano temblorosa les hizo un señal de alto pero los conductores no aminoraron la velocidad. Se apartó justo a tiempo para evitar ser arrollado por la primera motocicleta pero otra logró pasarle por encima de la pierna izquierda. Se arrastró como pudo a la orilla del camino y apretó los dientes, llorando silenciosamente. Desde donde estaba observó con rabia e impotencia como los arrogantes soldados alemanes levantaron la barrera de madera y las cientos de motocicletas se esfumaron al interior de Polonia, dejando una nube de polvo detrás de sí.

Gabriel Juszkiewicz ignoraba que acababa de presenciar el inicio de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que duraría seis años, movilizaría a más de 100 millones de militares y costaría entre 50 y 70 millones de vidas. Las fuerzas beligerantes principales de la guerra por venir serían las mismas de la Gran Guerra: los aliados (Reino Unido y Francia a los que más tarde se les uniría la Unión Soviética y Estados Unidos) y el bloque del Eje (con Alemania, Italia y Japón).

En cierto modo, la Segunda Guerra Mundial no era más que la continuación de la guerra que terminó dos décadas antes. Los líderes sabían que era inminente; la veían en el horizonte incluso antes de la llegada del fascismo a Italia (1920), la Segunda Guerra sino-japonesa (1930) o la llegada al poder de Adolf Hitler (1933) pero estos tres últimos junto con el terrible Tratado de Versalles, fueron los factores que aceleraron la conflagración. Aun así, nadie previó que llegaría tan pronto. Ni siquiera Adolf Hitler. El Führer esperaría por lo menos tres o cuatro años más para atacar a los aliados pues es el tiempo que necesitaría para que sus programas de rearme alcanzarán las mayores cifras de producción y también su potente flota (que según sus cálculos podría derrocar a la Royal Navy), estaría terminada. Sus planes se vieron dramáticamente alterados y cuando recibió el ultimátum de los británicos el 3 de septiembre de 1939 se quedó atónito.

-¿Y ahora qué? -le espetó al ministro de Asuntos Exteriores después de un largo silencio.

-Supongo que en menos de una hora llegará el ultimátum de Francia -le respondió Joachim Von Ribbentrop. Y el viejo estaba en lo cierto. Los franceses anunciaban la declaración del estado de guerra para las cinco de la tarde. Los jerarcas nazis, al igual que su líder, no recibieron la noticia con entusiasmo. El jefe de la fuerza aérea alemana exclamó con voz pastosa.

-Si perdemos está guerra, ¡qué el cielo nos proteja!

DUNKERQUE → Harry Styles. (Dunkirk) / TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora