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—Un demoperro estaba masticando mi cabeza —contaba Steve con voz ronca. Billy, que tenía largo rato levantado, acababa de despertarlo de una pesadilla y lo sostenía firmemente por los hombros—. Todavía siento las dentelladas —se quejó, sobándose las sienes.

—¡Oh, mi pobre, pobre Stevie! —exclamó Billy alzando la voz más de lo necesario y se rio de él.

—No tan fuerte... —se quejó Steve, empujándolo y se tapó la cabeza con la manta. Se sentía tan mal por la paliza y la resaca, que no sabía como iba a conseguir levantarse para ir al trabajo. Le dolía la cabeza, le dolía la cara, le dolían las costillas...

Billy desapareció un momento en la cocina y volvió con un par de aspirinas y su intento de imitar el remedio de la abuela. Tenía un buen paladar y estaba seguro que había descifrado los ingredientes.

—¿Quién eres? —le preguntó Steve, desorbitando los ojos, fingiendo tenerle miedo. ¿Billy Hargrove estaba siendo amable con él?

—Tomátelas —le ordenó y volvió a la cocina.

Steve se incorporó, gimiendo, tragó las pastillas y volvió a echarse en el sillón. Estuvo largo tiempo recostado con el brazo doblado sobre los ojos, hasta que unos aromas comenzaron a llamarlo desde la cocina. Se levantó con esfuerzo y, arrastrando los pies, se dirigió a la fuente del olor. Billy había preparado omelets y panqueques, y café negro, al que Steve luego le agregaría azucar y crema. Cuando entró en la cocina Billy estaba poniendo la mesa para los dos y le dijo que se sentara.

—¿L-le pusiste laxante o algo? —preguntó Steve nervioso.

Billy puso los ojos en blanco y exhaló con exasperación.

—Qué idiota... —miró a otro lado, incómodo—. Te lo debía ¿okay? Por dejarme dormir aquí cuando me encontraste borracho...

Steve asintió con la cabeza, y se rascó el brazo. Detestaba eso de Billy. ¿Por qué no podía aceptar los favores y ya? Si supiera lo culpable que se sentía cuando lo escuchaba hablar así...

Se sentaron y desayunaron en silencio. Cuando Billy casi terminaba, levantó los ojos de su plato y se dio cuenta de que Steve lo estaba mirando con una mueca de terror en la cara.

—¿Ahora qué?

El rostro de Steve comenzó a ponerse rojo. El chico se lo cubrió con las manos emitiendo un quejido grave.

—Anoche me hice pasar una vergüenza, ¿verdad? —preguntó, separando los dedos para mirar a Billy a través de ellos.

Billy lo miró confundido por un momento, pero, pronto comprendió a qué se refería.

—Lo hiciste —le confirmó, con una expresión de seriedad en la cara.

—¿Te... besé...? —preguntó, inseguro. Los recuerdos eran borrosos y confusos.

—Me besaste —le dijo e hizo una pausa para suspirar con dramatismo—. Y estabas taaan ansioso por repetirlo...

—Ay, dios... —murmuró Steve, luego de tragar saliva, nervioso. Se había destapado la cara, pero era incapaz de mirar a Billy a los ojos. Su sonrojo se estaba extendiendo por su cuello y sus orejas.

Luego de examinar divertido al avergonzado muchacho, Billy se levantó y andando con parsimonia, se acercó a la silla de Steve. 

Cuando éste levantó los ojos para mirarlo, Billy ya estaba junto a él, tenía una mano apoyada en la mesa y la otra en el respaldo de su silla y tenía el cuerpo inclinado hacia adelante y su cara estaba a pocos centímetros de la suya. Billy le sonrió y se humedeció los labios. Steve se le quedó mirando, atontado.

—Cierra los ojos —le pidió Billy.

—¿Q-qué...? —preguntó Steve. ¿Ahora, Billy se burlaba de él...?

—¿Quieres que te bese —susurró Billy, inclinándose más—, cierto, chico lindo? —Steve se sonrojó todavía más y abrió y cerró la boca sin encontrar qué responder. Billy le puso la mano en la nuca—. Te voy a besar, ¿está bien?

Steve ya no podía respirar y sentía arder todo su cuerpo. El corazón le latía tan fuerte y tan rápido que le dolía el pecho, pero asintió ansiosamente y cerró los ojos.

Billy apoyo su frente en la de Steve y dejó que éste sintiera su aliento en la boca. El muchacho entreabrió los labios, expectante, temblando de pies a cabeza y jadeó. Pero, Billy no lo besó.

—Tengo que ir a buscar mi auto antes de ir al trabajo —le dijo enderezándose. Se había puesto ansioso repentinamente, pero al notar que Steve lo miraba enojado, con la cara roja de embarazo y frustración, sonrió con maldad—. Te aconsejo que hoy no vayas a la piscina. Quédate a descansar —le recomendó—. Disfruta tu desayuno.

—Gracias —murmuró Steve entre dientes, viendo como Billy daba la vuelta para irse—. Imbécil.


***




Cosas Raras (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora