La huella del pasado

25.2K 1.1K 2.4K
                                    

¿Puede una vivencia marcarte lo suficiente como para perder la confianza en la gente?

Recuerdo aquel día como si me lo hubieran grabado en la piel con un hierro candente. Por aquellas fechas era una niña de 9 años con una vida normal, quizás con ciertos privilegios de cría mimada porque mis padres son empresarios y han tenido un poder adquisitivo notable desde que tengo memoria. Sin embargo, apenas disfrutaba de su compañía, pero mi hermano mayor siempre estaba a mi lado cuidando de mí.

Como cada mañana entre semana, mi querido hermano Eric y yo acudimos al colegio privado del barrio. ¿Quién habría intuido que aquella mañana reluciente y de brisa otoñal tan agradable se convertiría en mi infierno?

—Hermanita, no des ni un paso más. —Eric apretó mi mano y me detuvo poco después de cruzar la verja de la entrada del colegio.

—¡¿Qué pasa?! —pregunté alarmada y contemplé su tierna sonrisa. Mi hermano estaba tan delgado que parecía un espagueti andante. Si incluía su cabeza melenuda en toda su silueta, su aspecto pasaba a ser el de una cerilla. Pero, indudablemente, era un chico alto y guapo y pasear con él de la mano irritaba a las mayorcitas que lo perseguían. Además, se comportaba como todo un caballero cargando con su mochila y la mía.

—Tienes el cordón desatado. ¿Quieres protagonizar la caída del siglo? —señaló con humor y se arrodilló delante de mí para atarme el zapato.

—¡Por eso me bailaba en el pie! —exclamé con asombro y él rio—. No domino el arte de atar cordones.

—Pero bien que sabes atar una cuerda de la manija de la puerta del baño a la de nuestra habitación para dejarme encerrado, ¿eh? —remarcó Eric sonriente y no pude contener la carcajada.

—¡Lo siento! Solo pongo en práctica tus clases de nudos. —Le dediqué una dulce mirada de niña apenada—. Se ve que no he practicado lo suficiente...

—Ni se te ocurra porque te dejaré sin agua caliente cuando te estés duchando —me amenazó con cariño mientras reforzaba el nudo del otro zapato.

—¡No, no! Eso no... —Acaricié su pelo tan negro como el mío y me percaté de la mirada envidiosa de una de las compañeras de mi hermano—. Estás peor que un oso. Pélate para que te veas más guapo.

—La bonita de la familia eres tú con ese pelazo —dijo y, tras ponerse de pie y echarse ambas mochilas al hombro, me pellizcó el moflete.

Ambos continuamos hasta la puerta principal del colegio. Allí, aquella chica rubia de ojos cristalinos que nos observaba se nos acercó destilando su altanería.

—¡Madre mía, Eric! ¿No te cansas de arrastrarte por este renacuajo? —Me sentí ofendida por las palabras y la risa burlona de aquella envidiosa, pero yo era tan bonachona y sensible que me refugié detrás de mi hermano.

—No hables así de Laura. Es mi hermana y la cuido como me dé la gana —respondió Eric con su encantador carácter de protector.

—A ver, es un renacuajo, pero tiene brazos y piernas, o sea que puede llevar su mochila y atarse los zapatos ella sola. ¿Y lo de llevarla de la mano? Es que parece tu novia, ¿sabes? Los que no os conocen piensan que estáis enrollados. —El discurso de una envidiosa, así lo clasifiqué. Ella deseaba estar en mi lugar para recibir el trato especial de Eric, pero la única privilegiada era yo, su hermana pequeña.

—No me importa lo que diga la gente, Amanda. —Orgullosa, aproveché la firmeza de mi hermano para mostrarle la lengua a esa chica desde las sombras. Disfruté con la mueca de asco que se apoderó de su cara—. No quiero seguir hablando sobre eso.

En ese instante, distinguí a mi grupo de amigas en el fondo del vestíbulo, en especial, a mi mejor amiga. Verla a primera hora por las mañanas hacía que mis días resplandecieran más que el sol del verano y que la armonía de la primavera. Marta, mi amada Marta Alonso, despertaba una chispa en mi interior que me brotaba en forma de alegría desmesurada.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora