capítulo 4

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Digamos que desde ese incómodo pero familiar momento, sentí que el ambiente había cambiado. Soojin se esforzaba por hacerme sentir bien contándome chistes, aunque siempre terminaba riéndose antes de acabarlos. También me daba pequeñas palmadas en el hombro, lo cual no me incomodaba en absoluto; ella era la única persona con la que el contacto físico no me hacía entrar en pánico.

Empezamos a conocernos mejor por elección de ella, y no pude negarme. Hablamos sobre cómo sus padres eran dueños de las empresas más conocidas, junto a las de mis padres. Incluso me comentó que sus padres estaban interesados en hacer negocios con los míos. Aunque mi familia no sea la mejor, en los negocios son los mejores, no puedo negarlo.

Hubo un momento en el que solo podía concentrarme en sus gestos, cómo sus ojos brillaban al hablar sobre la música o los significados de sus tatuajes. El resto pasó desapercibido mientras me distraía mirándola fijamente: sus pucheros, cómo giraba los ojos, sus labios rojos, cómo movía los pies de manera tierna, su risa encantadora.

En un momento, dejó de hablar y se quedó mirándome fijamente, alzando una de sus cejas y mirándome de manera burlona.

- ¿Te gusta la vista? - preguntó, sonriendo de manera coqueta y echándose el cabello a un lado.

Completamente despistada, respondí como cualquier persona lo haría.

- Sí - dije segura, mostrando mi mejor sonrisa. Al darme cuenta de lo que había dicho, sentí vergüenza por mi respuesta, especialmente al ver la cara de orgullo de Soojin. Se acercó para mirarme fijamente mientras yo intentaba evitar su mirada olímpicamente. Opté por sacar un libro y fingir que lo leía, aunque estaba a mi lado. Seguía concentrada en mi lectura mientras Soojin me llamaba con apodos y se reía.

- No sabía que podías leer con el libro al revés - comentó, girando mi libro y dándome una dulce caricia en la mejilla.

- Eres demasiado dulce. Ya te dije que no me incomoda que me mires, pero me gustaría que me escucharas, ¿sí? - susurró levemente en mi oído, dejando otra caricia en mi mejilla.

¿Por qué no suena el timbre en estos momentos de agobio? Si Soojin seguía siendo así de linda, no podría contenerme y terminaría queriendo ser mimada por ella o besándola, pero no puedo hacer eso... aún.

Al tocar el timbre, salí rápidamente del salón. Habían pasado unas horas, pero la vergüenza aún no se iba. Fue una mala idea, ya que antes de darme cuenta, me habían metido el pie y caí, lastimándome la quijada y la rodilla. No pude evitar soltar quejidos e improperios.

- Joder, ¿no tienen a quién más molestar, imbéciles? - dije sin poder contenerme, mientras me acercaba a uno de ellos y lo agarraba del cuello de la camisa, dándole un golpe en la quijada para que se cayera.

Cuando tomé en cuenta mi acción, ya era demasiado tarde; todas las personas que se encontraban en el pasillo estaban susurrando sorprendidas. Más recuerdos venían a mi mente, y aunque había prometido no ser más violenta, rompí la promesa. Tendría que enfrentar las consecuencias.

- ¿Pero qué acabas de hacer? No te bastó con lo que le hiciste a... - antes de que Minsuk pudiera terminar la oración, lo estrellé contra la pared, sintiendo cómo mi respiración se alteraba. Me alejé y, volteándome hacia los demás, puse una sonrisa sarcástica.

- ¿Alguien más quiere intentar decirlo? El que se vuelva a intentar pronunciar ese nombre en mi presencia sufrirá las consecuencias - mencioné, estrellando mi puño en el locker al lado del rostro de Minsuk. Aunque él intentaba mostrar su sonrisa socarrona, podía notar el miedo en sus ojos.

Me alejé, recogí mi maleta y, cojeando un poco, salí del colegio para ser nuevamente alejada por el hoodie. Al voltearme, noté que era Soojin, con una mirada de sorpresa pero también de orgullo por lo sucedido adentro.

- ¿Qué fue eso? ¡Eso fue genial! Claro, te puedes meter en problemas, pero fue increíble - me dijo con emoción y hasta admiración.

- Soojin, yo la verdad intenté contenerme, pero no pude. Pudo haber sido peor... y-yo n-no me pude controlar. Juro que lo intenté. No quiero que tengas una mala impresión de mí ni que dejes de hablarme por esto - comenté, apretando la quijada para evitar que las lágrimas salieran de mis ojos. Empecé a jugar con mis manos nerviosamente; su silencio me hacía sentir demasiado nerviosa.

- Shuhua, está bien. A veces llegamos a un límite y no podemos controlarnos, pero en tu caso está bien. Yo no me controlaría si mencionaran a alguien a quien era cercano y más para molestarme de esa manera - me dijo, alzando mi rostro y mostrándome una mirada comprensiva, acariciando mi mejilla.

Estando en shock, sin poder creerlo, ¿cómo se había enterado?

"A lo largo de mi vida, me he dado cuenta de que todos nuestros problemas provienen de nuestra incapacidad para utilizar un lenguaje claro y conciso". - Sartre

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