Capítulo nueve.

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Era un bello día en Territorio hombres Lobo, el sol acariciaba suavemente la piel, dejando una cálida sensación de paz

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Era un bello día en Territorio hombres Lobo, el sol acariciaba suavemente la piel, dejando una cálida sensación de paz. La brisa mañanera lograba calmar la mente problemática de aquellos que buscaban soluciones en el amanecer, dejando tranquilidad en sus vidas y esperanzas para lo que restaba del día.

Pero para algunos, la mañana sólo traía mal humor.

– Si me tiro por este barranco, quedaría genial en mi historial. "Fecha de nacimiento: 03/03/1990. Fecha de muerte: la misma giles."– Esteban largó un suspiro soñador mirando el amanecer con un brillo en su mirada.– No, les haría un favor a los demás, y yo no hago favores gratis.

Sólo los rotos de corazón hablan solos en un barranco, planeando su supuesta muerte. O eso creemos.

–Antes de morir debo decirle la verdad a Maat.

– ¿Decirle qué cosa?

La voz de Kilian provocó que un distraído Esteban pegara un brinco del susto, sujetando su pecho para no morir de un ataque cardíaco.

–Vamos Esteban, piensa en algo.– Repetía en su interior, buscando una mentira que pudiera creerse Kilian.– Debo decirle que... yo me robé a su novia cuando éramos niños, no Matías.

– ¿Matías?

Escuchar eso provocó que una energía se apoderara velozmente de Esteban. A gran velocidad se acercó a Kilian, tomándolo del cuello, pronunció a gran voz:

– ¡¿De dónde conoces a Matías?!

–Este‐teban...no me de-jas...respi-pirar...sueltame, por fa-favor.

– ¡¿Cómo sabes de él?! ¡Contesta!

– Vos lo...men-mencionaste.

Eso hizo que Esteban reaccionara.

Kilian tenía razón, él lo había mencionado.

– Los muertos deben seguir así, muertos. Mencionarlos no los devolverá a la vida.– dijo Esteban, tan neutro, que Kilian lo desconocía.– Él decidió mal, no fue mi culpa, sólo suya.

– ¿Qué le ocurrió?

– El sol dice "Tik Tok, el tiempo se agota", la luna es testigo de la sangre y lo oculta.

– Esteban, no entiendo y ya me estás asustando.

– Él decidió mal, no fue mi culpa, sólo suya.

Esteban se encaminaba hacia donde anteriormente había estado sentado, el borde del barranco.

– ¡Esteban, cuidado!

Aquel grito logró sacar a Esteban de su trance, haciendo que volviera en sí y pudiera ver que estaba a tan sólo dos pasos de caer por el vacío.

– ¡AH, WATAFAK! – sus ojos se abrieron rápidamente, su grito salió...muy masculino, obviamente. – ¿Tanto quería matarme que no me di cuenta que lo iba hacer realmente?

Kilian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora