»alone

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Louis se iba a morir de frío, de eso él estaba seguro.

La manta y el abrigo que llevaba puesto no era lo suficiente para su cuerpo. Sus dientes tiritaban, y si tocaba su nariz, debía de estar congelada. No sentía las puntas de sus dedos, y cada vez que los doblaba, sentía un dolor agudo por sus articulaciones. Él sólo quería dormir, en una cama con calefacción, no le importaba que hayan bichos u oliera feo. Necesitaba descansar algunos días, su cuerpo se lo merecía. Él se lo merecía. Pero el fuerte viento de diciembre que le hacía helar las entrañas o incluso las patadas que a veces recibía -supone él, sin querer- de la gente que pasaba, le hacían a él volver a la realidad. Louis nunca podrá tener lo que él quiere. Por eso, sus esperanzas eran realmente bajas.

Aún así, no dejó su "trabajo". Las personas que pasaban con la mínima ceja arrugada, o con notables sentimientos de dolor, él siempre les daba las flores. Porque a pesar de que él estuviera mal, la gente debía sonreír. Ese era su "chocolate caliente" del día. Verles las caras a las personas después de que Louis les haya dado esas flores insignificantes, conllevaba ese sentimiento de calor en su interior. Eran ridículos sus pensamientos, pero él lo sentía así.

Miró el pequeño vaso con monedas y billetes. Tenía varios, eso estaba seguro. El tema será entrar a la cafetería sin ser echado antes. No olía tan mal, pero vamos. Esas personas lo verán y no dirán otras cosas más que negativas sobre él. Louis estaba acostumbrado a ello.

Si no era su olor, era la pinta de vago que tenía. Él abrigo que había encontrado era una talla mucho más grande que su tamaño. Las mangas le caían por las manos, deteniéndose sólo unos centímetros más. Cuando se lo cerraba, le quedaba prácticamente como un camisón. Su olor era aceptable, pero era rancio combinado con el olor del cigarrillo. Y abajo no llevaba nada más que un sweater azul todo deshilachado y una remera negra. Eso lo salvaba, o más o menos. Sus pantalones tenían pequeños agujeros por algunas partes, dónde el viento entraba y lo hacía estremecerse de frío.

Bueno, al diablo todo.

Guardó las flores en un lugar seguro dentro de la caja y la escondió en un pequeño agujero de un edificio. Se sacó el abultado abrigo marrón de encima y se lo colgó en el brazo. Tuvo que arreglar su flequillo por el caos que había hecho el viento en él y sostuvo con fuerza el dinero. 

Camino decidido hacia el local de café e ingresó. Normalmente, la gente miraría quién había entrado sólo por curiosidad, para luego seguir tomando su café y seguir con sus vidas. Pero para la mala suerte de Louis, aquello no fue así.

La gente olió ese olor de salido de la calle, como también vio la suciedad en la cara del chico (Louis no se había fijado en ello) y sus pintas en la vestimenta. Se sintió tan pequeño en ese momento. Su corazón se encogió mil veces, sintiendo un vacío en su interior. El nudo en su garganta incrementó, y vio que sus manos estaban todas sudadas de lo nervioso que estaba. Las personas lo miraban de reojo, siguiendo con su conversación o tomando de su café, pero mirándolo cómo una pequeña basura en el ojo. Vio como las mujeres metían sus bolsos abajo de la mesa, o incluso escondiéndolos cerca de ellos, y Louis quiso llorar en ese momento. 

Tragó saliva y guió a sus pies que seguían temblando, a caminar hasta la caja. La muchacha que atendía allí, le dio una sonrisa comprensiva. Él sonrió suavemente, también.

"Bienvenido a Olly's ¿puedo tomar su orden?" Quiso llorar en ese instante, al ver que la chica no le había dicho nada malo, ni siquiera echado.

Miró hacia los lados, tratando de pensar qué escoger. En ese momento, vio al chico de ojos verdes que lo había tratado de ladrón el otro día. Estaba escribiendo en un libro, y tenía horribles ojeras abajo de sus ojos. Su cejo estaba fruncido muy notablemente, mientras se tocaba las sienes y trataba de tranquilizarse. Louis quiso darle una de sus flores, pero sabía que el chico era reacio a ellas. Aún así, sentía la necesidad de verlo sonreír, aunque sea una vez.

"¿Señor?" dijo la chica, atrayendo la atención del castaño. Éste se giró y parpadeó suavemente. "¿Su orden?"

"S-sí, lo siento, ehm... puede ser un vaso de chocolate bien cargado y una factura de grasa?" dijo tímido. La chica sonrió y tecleó todo en la caja registradora.

"Serían veinte dól..." 

"¿Por qué huele tan mal aquí?" Un hombre salió de atrás de las colúmnas, moviendo su gran panza mientras caminaba lentamente. Olisqueó el lugar, hasta que sus ojos cayeron en Louis. Fijó su mirada en la ropa del chico, siguiendo en los agujeros menores de sus pantalones hasta en su cara mugrienta. Viró sus ojos hacia las personas que estaban sentadas; algunos no les importaba que Louis estuviera ahí, mientras que otros miraban de vez en cuando al muchacho y luego sus bolsos, esperando que él no robara nada.

Suspiró pesadamente y sintió pena por el ojiazul. Pero era él o las decenas de personas que estaban allí. No podía hacerlos sentir inseguros, corría el riesgo de que no volvieran más.

"Lo siento, chico. Tendrás que irte" la voz ronca y firme del hombre hizo a Louis estremecerse.

"Pero yo ya me iba, yo..."

"Mira, el chocolate tarda en hacerse y no podemos tenerte aquí esperando. Lo lamento." El hombre salió de atrás de la caja y miró a la joven encargada que había atendido a Louis. Ésta le susurró un "lo siento" para luego seguir con el hombre de detrás del castaño.

"Puedo esperar afuera, no hay problema" trató de decir Louis. El hombre estaba perdiendo la paciencia.

"¡Chico, no puede estar aquí" Se habían llevado la atención de todos en la cafetería por el horrible grito que mandó el hombre. "Sólo vete, no querrás tener problemas"

Lo empujó por los hombros y Louis se tambaleó un poco. Su estómago se retorció de hambre, pidiendo a gritos que por favor le diera algo de comer. Trató de hacerle razonar al hombre, pero éste sólo abrió la puerta y esperó que el ojiazul saliera. Louis miró por última vez dentro de la cafetería, dónde todos lo miraban, sin protestarle al dueño del lugar. Algunos mirándolo con pena -como el chico de rizos y ojos verdes, que había detenido su labor- y otros sólo mirando por curiosidad. Las mujeres vieron como lo echaban, entonces, dejaron sus carteras de vuelta al lado suyo.

"Vamos, castaño. No lo hagas más difícil"  dijo el hombre, tronando sus huesos y cerrando la puerta justo cuando Louis salió.

Quiso llorar, porque su vida era una verdadera mierda. Porque la gente era una mierda. Porque él lo era. Porque su estómago seguía reclamándole algo de comida. Lo que sea. Porque no tenía a nadie a su lado, acompañándolo en esos malos momentos de su vida. Alguien que resistiera con él.

Caminó hasta la caja de madera que había dejado y soltó las inútiles lágrimas que estaban desesperadas por salir. Mientras miraba como la gente pasaba o cómo comían dentro de la cafetería de la esquina. Su vista se guió hasta esa cabellera de rulos, que lo miraba por detrás de la vidriera. Lo miraba con pena, sintiendo lástima por él. Pero sabía que no podía hacer nada. Louis desvió la vista y miró las nubes grises arriba suyo, tristes. Casi tanto como él.

Estaba solo y no podía hacer nada al respecto. 

flowers boy ❀ larry au Donde viven las historias. Descúbrelo ahora