Capítulo 8

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Ya había pasado una semana desde que Perséfone había desaparecido, Deméter buscó en casi toda Sicilia a su pequeña hija pero no la encontraba, las ninfas que buscaban a Perséfone y no lograron encontrarla fueron convertidas en sirenas y otras en árboles por la misma Deméter, la diosa estaba tan desesperada al no saber cómo estaba su pequeña hija.

Deméter empezó a buscar a su hija en otras ciudades y pueblos de Grecia, pero no sirvió de nada. Cuando Deméter descansaba en unos de sus templos llegó una visita inesperada.

—¿Aún no la encuentras?— preguntó el dios de cabellos dorados, piel bronceada, sus ojos brillaban como el sol, portaba una túnica blanca con bordados de oro y un brazalete de oro con un diseño de sol.

—No, aún no la encuentro y no se donde más buscarla—le respondió la diosa en tono melancólico

—Mas te vale encontrarla pronto

—A mí no me amenaces, Apolo, sé que debo encontrarla, es mi hija y me exaspera no saber cómo ni con quién está.

—Si, es tu hija pero es mi futura esposa y la necesito ya mismo, también la he buscado desde los cielos pero no hay señal de ella.

Después de aquella visita al Olimpo el mismo Apolo dios del sol quedó impactado con la belleza de la diosa de la primavera, así decidió hablar con Deméter y pedir su mano en matrimonio, para esta no había dios más digno de su hija que Apolo, aunque Zeus también había dado su consentimiento después de la visita de Hades le fue imposible decirle que no a su solitario hermano mayor, nadie sabía de esto para el era mejor así.

—Es una vergüenza que mi prometida no aparezca.

—¡Solo te importa el qué dirán, no te interesa el bienestar de mi hija!. Como pude darte su mano— reprochaba Deméter.

—Ya es muy tarde para arrepentirte de esto, diste tu palabra y la tienes cumplir— fueron las últimas palabras del dios antes de marcharse del templo de la diosa de la agricultura.

"Todos son iguales" se dijo Deméter así misma, pero se había dado de cuenta muy tarde.

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Al día siguiente de la cena de compromiso Hécate diosa de la hechicería fue por Perséfone para llevarla a los campos de Elíseos, tocó varias veces pero nadie contestó, así que decidió entrar a la habitación y lo que encontró ahí no le agradó para nada.

Al entrar se fijó que habían flores marchitas por todas partes además de un olor nauseabundo que impregna toda la habitación, no la vio por ningún lado de la enorme habitación así que se dirigió al baño y ahí estaba la diosa de primavera, metida en la tina como si de una flor marchita en agua se tratara, el agua de la tina en vez de ser cristalina era marrón, sus cabellos ya no eran castaños sino que eran de un color más oscuros al igual que su piel, no parecía ella misma. Al ver esto Hécate metió sus manos en la tina intentado sacarla de ahí.

—¡¿Perséfone que te pasa?!—le decía Hécate pero esta no respondía ya que estaba inconsciente—¡¡Perséfone despierta!!—le seguía diciendo Hécate pero la diosa de la primer seguía sin responder.

Hécate por más que intentaba no podía sacarla completamente de la tina ya estaba preocupada de lo que le haría Hades si algo le pasaba a su futura esposa en su presencia, optó mejor por pedir ayuda, ”alguien me ayude", gritó Hécate. Armella entendió rápidamente a su llamado pero quedó igual de sorprendida al ver a su señora así.

—¿Señora Hécate que le pasa a la señora Perséfone?.

—Ve y busca ayuda urgentemente—le ordenó Hécate e inmediatamente Armella obedeció.

Hades y Perséfone: Un amor puroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora