Día 4: Infancia

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Pareja secundaria: Ninguna.

Advertencia: Ninguna.

Palabras: 2376

"Cuando Mihael se pierde en el parque, recibe la ayuda de un niño blanco con ojos inexpresivos"

El suave viento otoñal agitaba las ramas en un suave balanceo que conseguía votar las hojas que se deslizaban por el aire de forma casi artística, como en esas bellas fotografías que podías encontrar en las mejores galerías, o en las portadas de r...

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El suave viento otoñal agitaba las ramas en un suave balanceo que conseguía votar las hojas que se deslizaban por el aire de forma casi artística, como en esas bellas fotografías que podías encontrar en las mejores galerías, o en las portadas de revistas con algún bonito titular que la hiciera resaltar aún más, y en la esquina inferior la firma de algún reconocido fotógrafo que al igual que el resto tenía un nombre extraño y difícil de recordar.


En circunstancias normales, disfrutar de ese paisaje relajante habría sido un placer, pero en ese momento, su única preocupación era encontrar a sus padres. Había pasado casi una hora deambulando por ese extenso parque sin encontrar ni un rastro de ellos ni de su hermano mayor. Ya comenzaba a sentirse ansioso y aunque nunca lo diría en voz alta, algo asustado.

Habían ido a pasar el día en uno de los parques más grandes de la ciudad con el objetivo de hacer un picnic para el que su hermano llevaba insistiendo más de un mes por lo que sus padres ya cansados solo accedieron, lo que no se esperaban era que ese mismo día un niño iba a celebrar su cumpleaños justo al lado de donde se habían instalado, y mucho menos esperaban que su hermano se hiciera amigo del cumpleañero, por lo que sería invitado a la fiesta dejándolo a él atrás. En su aburrimiento comenzó a buscar algo con lo que divertirse, sin percatarse de que se estaba alejando cada vez más de donde estaban, no fue hasta que al querer volver y no reconocer el lugar ni ver cerca a nadie conocido que se dio cuenta que se había perdido.

Estaba cansado y sus pies le dolían, por lo que con la poca fuerza que aún le quedaba a su pequeño cuerpo caminó hasta unos columpios no muy lejanos que se encontraban totalmente vacíos, con lentitud comenzó a balancearse tratando que sus ojos no se humedecieran.

—Estúpido Mail. —Apretó con fuerza las cadenas del columpio negándose a llorar.

Vio para todos lados tratando de ubicarse, lo cual fue un rotundo fracaso.

Era una sección del parque dedicada a los niños igual que cualquier otra; un resbalín rojo algo gastado que indicaba que llevaba mucho tiempo ahí, una serie de barras algo oxidadas que los niños usaban para colgarse, un arenero probablemente sucio y los columpios rechinantes en los que él se hallaba sentado. De hecho, ahora que lo pensaba, el lugar se veía que no había sido usado en mucho tiempo, este dato no hizo más que asustarlo más de lo que ya estaba.

31 días de MeroniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora