"La seducción es la mejor arma y cierto albino sabe aprovecharlamuy bien"
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Las tenues luces de ese bar olvidado por la vida misma les daban a los bebedores y bailarines una falsa sensación de privacidad, cosa que para el pequeño Albino en la barra resultaba muy beneficiosa al permitirle observar detenidamente a cada persona del lugar sin que estos se dieran cuenta de su presencia hasta que él lo quisiera.
Finalmente posó sus oscuros ojos en un rubio de unos 25 años (o algo así) que tomaba una cerveza mientras miraba con aburrimiento a la gente bailando.
Perfecto.
Dándole un último trago a su vaso se levantó caminando de forma seductora al centro de la pista comenzando a mover su cuerpo con movimientos suaves que captaban más de una mirada que lo escaneaba con la lujuria impresa en sus pupilas, amaba esa sensación de sentirse deseado, aunque por esa noche ese par de ojos sobre él era lo único que le importaba y como ya era de esperar este también se lo comía con la mirada, cosa que lo hizo sonreír de forma casi imperceptible.
Varios hombres se le acercaron para invitarle tragos, bailes o cosas más subidas de tono, sin embargo, se encargó de rechazar a cada uno de una forma en la que les dejaba la puerta abierta para algún otro día, le gustaba saber que tenía a todos esos tipos en la palma de su mano, le daba esa sensación de superioridad que tanto amaba saborear.
—Hola lindura. —Y finalmente su presa calló en la trampa.
Le encantaba hacer que pensaran que ellos fueron los que tuvieron la iniciativa de acercarse a él, era simplemente fascinante esa ingenuidad que hacía que sus mentes fueran fácilmente manipuladas sin que siquiera tuviera que esforzarse un poco.
—¿Me hablas a mi? —Fingió no notar como sus ojos recorrían cada centímetro de su cuerpo.
—Claro que si, bonita ¿Puedo invitarte un trago? —Una de sus pequeñas sonrisas fue suficiente para que aquel rubio terminara de caer a sus pies.
Solo bastaron un par de tragos para que le ofreciera dejar el establecimiento en busca de algún sitio más privado donde poder pasar un buen rato.
—Llamaré un uber. —Susurró a su oído con voz seductora sacando su celular mientras las manos de su acompañante recorrían su cuerpo con total descaro, sin importar si estaban en medio de la calle.
Tan solo 5 minutos después ya se encontraba sentado sobre las piernas de ese chico en el interior de ese vehículo, el chasquido de sus lenguas recorriendo la boca del contrario llamaban la atención del chófer quien los miraba por el retrovisor con el ceño fruncido.
Si el rubio no hubiera estado ocupado manoseando por debajo de la falda al chico sobre su regazo, o repartiendo besos por cualquier parte donde su boca encontrará piel descubierta, tal vez se habría dado cuenta de cómo se internaban más en un bosque donde una pequeña cabaña los esperaba.
—Ya llegamos. —Informó el conductor tratando de que su voz no reflejara la molestia que sentía ante el espectáculo que tuvo la desgracia de presenciar.
—¿Dónde estamos? —Preguntó el rubio aún sin soltar al pequeño chico entre sus brazos.
—En mi casa. —Respondió con simpleza dirigiéndosea la puerta la cual abrió sin problema.
Una vez dentro tomaron asiento en uno de los sillones de oscuro cuero de la pequeña sala de estar donde un reloj marcaba las 3:26 de la mañana.
—Hagamos un brindis por esta noche. —Sacó una botella de whisky sirviendo Dos copas mientras sonreía seductoramente.
—Salud. —Gruñó el rubio tomando todo el contenido de un solo trago sin despegar su mirada de las largas piernas de "la chica" que se cruzaban permitiéndole un pequeño vistazo a su ropa interior.
Cuando la copa del rubio estuvo vacía fue el momento en el que se abalanzó sobre el frágil cuerpo del albino arrancando de un tirón el corto top que cubría su blanquecino torso, plano, pero de piel tan perfecta que eso no podría importar menos.
Pero antes de que pudiera siquiera tocarlo se desplomó sobre él quedando completamente inconsciente.
—No aguantó ni 5 minutos. —Comentó una voz burlona desde la entrada de la pequeña casa.
—Cada vez son más débiles. —Respondió él al reconocer al chófer quien se acercó apartando al hombre sobre él de una sola patada.
Se acomodó en el sofá quitándose sus tacones para más comodidad, el joven a su lado se sentó junto a él mirando con asco al hombre tendido sobre el piso de madera.
—¿Otro rubio? Ya parece una obsesión. —Habló con cierto toque de burla acariciando con cariño la mejilla del albino.
—¿Qué puedo decir? Tengo sierto gusto por ese color. —Paso sus dedos por el cabello del joven que se sentaba a su lado, sonriendo al ver esos dorados mechones que tanto amaba.
—Vamos Near, hay que atarlo antes de que despierte. —Comentó evitando mirarlo directamente.
—No creo que despierte en varias horas, ya estaba muy borracho y le di una dosis bastante fuerte de Flunitrazepan. —Se puso de pie caminando por el lugar nada más con su falda y sus medias dirigiéndose al baño para quitarse el maquillaje mientras dejaba que su pareja se encargara del resto de su trabajo.
Después de todo él y Mihael eran la pareja perfecta y su trayectoria de más de 3 años y 20 víctimas sin siquiera dejar pistas de su paradero eran la mayor prueba. A fin de cuentas quién sospecharía de una pareja de enamorados que siempre se mostraban caritativos ante la sociedad.