Sexto Encuentro

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Capítulo dedicado a: hanmenram y denkimihombre, por seguir esta historia

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Capítulo dedicado a: hanmenram y denkimihombre, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Hinata se había enfermado

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Hinata se había enfermado.

—¡No irás a la escuela, Shoyo! —Le había gritado su mamá, cuando lo había encontrado a punto de salir por la ventana, ya que, para él, faltar a la escuela no le importaba, pero ir al entrenamiento del club era diferente. Sin embargo, al final, terminó en la cama, enredado con dos cobijas delgadas alrededor de su cuerpo, como si fuera un extraño taco, para que no escapara y sus movimientos fueran, por obvias razones, limitados—. Habla si necesitas algo, vendré a verte dentro de poco.

A partir de ese instante, la razón empezó a ser nublada y su juicio perfecto se estrelló en picada. La fiebre aumentó, y su madre le colocaba paños sobre la frente de vez en cuando, y en la hora acordada le ofrecía su medicamento para regular su resfriado.

—Mamá... —Lloró Hinata, con los ojos enjuagados en lágrimas y sorbiendo sus mocos por puro instinto. La mujer pareció reaccionar, dando un largo suspiro al ver a su hijo en ese estado; pero tampoco era algo que le preocupara, después de ya haberlo vivido más de diez veces la misma rutina en cuanto a resfriados: en algún punto, Hinata se ponía sentimental y lloraba a mares. Cuando se ponía bien después de eso, no recordaba sus berrinches—. No le pude pegar al balón ayer —chilló con dramatismo, respirando con cierta agitación, dejando que el agua rodeara sus mejillas—. Me resbalé y me caí de cara —contó su experiencia, sólo logrando sacar ligero asentimiento en la mujer, al cambiarle el paño tras escurrirlo en un traste con agua.

—Cuando te pongas bien ya podrás intentarlo y lo harás bien —afirmó la fémina, tocando un poco la mejilla del adormilado adolescente lloroso que soltaba quejidos. Sonrió sin querer: la fiebre ya le había bajado.

—¡Me gotea la nariz! —declaró de pronto, al sentirse tragado por la enfermedad, aunque literalmente ya estaba mucho mejor—. ¡Todavía no me puedo morir! Porque... porque... no le he dicho mis sentimientos a Kageyama —habló entre dientes, soltando quejidos, y revolviéndose con ansiedad. Ahí su madre pareció entender la situación poco a poco, mostrando sorpresa en sus ojos cafés y mirando interrogante a su querido hijo. Al final, terminó por dibujar una sonrisa chismosa en sus labios: ¡decidido!—. ¡Maldición! ¡Siempre me llama: «Hinata, idiota»!

Bien, no se esperaba que su hijo se enamorara de ese tipo de personas con ciertos rasgos raros en cuanto a personalidad, pero tenía curiosidad por la chica que se había robado su corazón.

—¿En serio? —Por eso, decidió quedarse en el cuarto de su hijo, jalando una silla para sentarse frente al menor, que ya parecía haber dejado de llorar, que sus delgadas cejas y su rostro serio mostraba que ésa sólo era la calma antes de la tormenta.

Su madre, al ya estar acostumbrada a que su hijo guardara su vida escolar y romántica de lado (en algún momento llegó a creer que su hijo no estaba interesado en eso), simplemente quería saber si esa persona era un buen partido... sí, sólo eso.

—¿Están saliendo?

—¡Creo que sí! —dijo en un grito Hinata, inflando sus mejillas y escondiendo un poco más su rostro entre las cobijas. Sus rabietas eran infantiles, tanto que hasta parecía dubitativo y enamorado mientras renegaba una y otra vez su relación con la misteriosa chica—. ¡Ayer me dijo: «sólo estoy intentando ser atento con mi pareja...»! ¡Y ya no pude hacer nada para impedirlo! —Se quejó, mientras negaba una y otra vez con su cabeza. El paño se resbaló de su frente y cayó sobre sus ojos, dejando ciego a Shoyo temporalmente—. ¡Se fue la luz, mamá! —sollozó, completamente aturdido. No calmando su mar de lágrimas hasta que la mujer retiro eso de su cabeza. ¡No podía ser, si seguía así cambiarían de tema!

—¿Han hecho algo juntos?

—¿La luz y yo? Creo que no.

—No, hablo de «Kageyama» —respondió, con cierta timidez, sintiendo brevemente como si fuera una colegiala enamorada hablando de temas románticos las 24 horas del día.

Al menos ya podía aceptar que quería emocionarse un poco, aunque también quería saber con quién se metía su hijo, no dudaría en frenarlo si algo no le parecía.

—¡Bakayama ha hecho muchas cosas! —aludió, entre gritos molestos, dando un ligero jadeo por accidente tras haber gritado al alargar la «u». Su madre pareció preocuparse un poco, pero Hinata parecía estar bien, listo para sacar sus monólogos donde se quejaría con su madre. Posiblemente después de eso, ya no se acordará, y quizá su madre nunca lo volviera a mencionar. No era como si importara, no estaba pensando correctamente en esos momentos—. Nos quedamos encerrados en el almacén del gimnasio donde practicamos voleibol. —Bueno, eso claramente no se lo esperaba—. Estaba arriba de mí y estaba oscuro... —¿Eso era lo que hacía su hijo cuando iba a su club? ¿Quién era la tal: «Kageyama»? ¿Qué no era una sección solamente masculina? ¿Se trataba de una mánager? La alteración estaba llegando, y la simple idea de sólo usarlo como un chisme se desvanecía por la preocupación de una madre—. ¡Lo terminé besando! ¡Rayos! —Se quejó, pareciendo tener un impulso meramente sutil, ya que sus mejillas rojizas por la fiebre y la enfermedad se esparcieron con más fuerza.

—Shoyo... —Su madre estaba dispuesta a hablar con seriedad con él acerca de lo básico en cuanto a educación sexual y todo lo relacionado al amor adolescente cuando éste ya estuviera correcto, con sus sentidos funcionado y sanos; pero fue detenida en su invitación obligatoria, al oír sonar el timbre—. ¡Un momento! —gritó, exaltada, poniéndose de pie de golpe de la silla y corriendo con rapidez a la entrada. Tropezó un poco, pero pudo abrir la puerta principal con facilidad.

Al hacerlo, lo primero que se topó fue con un alto chico de lacios cabellos azabaches y unos potentes ojos azules. Pensó seriamente en quién podría ser esa persona tan inesperada, vistiendo el uniforme negro de Karasuno, ya que hace unas horas atrás una chica había llegado trayendo los deberes y apuntes de la clase.

—Buenas tardes. —El chico parecía dudoso al saludar, como si no estuviera acostumbrado a ese tipo de trato, le evitaba la mirada.

—Buenas tardes, ¿necesita algo?

—Vengo a ver a Hinata de parte de todo el club, soy del equipo de voleibol de la escuela —acreditó, mostrando en su mano derecha una bolsa con un montón de cosas compradas de una tienda de 24 horas—. Mi nombre es Kageyama Tobio.

Escuchar el apellido saliendo de los labios de otro hombre sí que dejaron en blanco a la mujer.

Escuchar el apellido saliendo de los labios de otro hombre sí que dejaron en blanco a la mujer

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Después Del Voleibol [KageHina] | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora