Décimo Encuentro

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Capítulo dedicado a: bazzereid, por seguir esta historia

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Capítulo dedicado a: bazzereid, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—Quiero besarte, Hinata

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—Quiero besarte, Hinata. —Fue la pequeña frase que soltó de sus labios sin ninguna consideración sincera ante los verdaderos sentimientos del mencionado. Shoyo se tragó un miedo sincero, sintiendo como el trapeador que llevaba en mano se le resbalaba de las manos.

—¿U-un beso? —preguntó, completamente perdido, queriendo creer sólo por un pequeño lapso de tiempo que sin duda había oído mal.

Tobio asintió, y Hinata sintió que la tierra se lo tragaba. En realidad, no era que le molestara ese tipo de cariños románticos en su pareja, es más, si podía llegar a ser sincero, aunque fuera sólo un poco, llegaría a la conclusión de que ese tipo de tacto tan íntimo sí sería de su agrado, sólo si era dado por Kageyama.

—¿No quieres? No hay nadie en el gimnasio, todos están en el salón del club, esperando a que terminemos nuestro turno —citó el azabache con completa facilidad, mientras subía el cierre de su chamarra negra que decía el nombre de su preparatoria.

El de hebras naranjas no pudo evitar enrojecer con completa fuerza al escuchar esas palabras, simplemente atinando a bajar su vista al suelo, notablemente avergonzado por lo extrañamente directo que lograba ser ese tonto en ciertos casos. Y bueno, tampoco era como si tuviera alguna razón para rechazar, y al darle una mirada de reojo a Tobio, pudo notar por unos breves instantes que, efectivamente, parecía esforzarse para decir eso, ¡sus manos hasta estaban sudadas!

—Supongo que no hay problema. —Dio su permiso el otro, levantando su rostro torpemente. Cuando los dos cruzaron miradas, Kageyama pareció entrar en razón, entendiendo lo que había pedido, y dilató sus pupilas junto con un ligero rubor azotando sus mejillas.

Era lógico que se besaran, habían llevado más de cuatro meses siendo «novios» (nunca se lo pidieron, y seguían sin hacerlo), y que sólo se hubieran besado aquella vez en el almacén hace mucho tiempo lograba hablar de ellos. No debían de temer, cualquier pareja lo hacía, ¿no?

—¿Qué debería de hacer, Kageyama? —preguntó Hinata, apretando el palo de la escoba y poniéndose justo frente al otro. Estaba de más decir que su respiración se agitó y un débil temblor lo recorría de pies a cabeza. Tobio, para su mala suerte, se tensó cuando recibió esa pregunta, como si honestamente no supiera qué hacer.

—Creo que... sólo debo de acercarme a ti —aseguró, mientras se armaba de valor y colocaba sus dos manos sobre los pequeños hombros de Hinata. Tras esa acción, ambos parecieron tragar grueso—. Aquí voy —avisó.

Kageyama se empezó a acercar lentamente, mostrando los nervios a flor de piel, siendo su mandíbula temblando un estimulante y sus ojos entrecerrados. El ambiente romántico se rompió de golpe, cuando Shoyo observó su extraña cara que lograba hacer sin querer, y cuando sus narices rozaron, se atragantó una risa, escupiendo a Kageyama en la cara por su vago intento de ocultarlo.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó con irritación, a la vez que su ser cabreado tallaba su rostro contra la manga de su chamarra. Hinata no aguantó más y terminó por soltar una carcajada.

—¡Perdón! ¡Tu cara fue muy chistosa! —Rio, teniendo que agarrarse el estómago con una de sus manos para no tirar el trapeador. Así estuvo un buen rato, mientras Kageyama se aguantaba las ganas de explotar ahí mismo por la vergüenza y el enojo, revolviéndose con el ceño fruncido en su cara.

Cuando Shoyo pareció sentir que el aire se le escapaba de sus pulmones por las carcajadas, sintió un tremendo revoltijo por el toque de las enormes manos de Kageyama sobre su hombro. Empezó a temblar por instinto, al notar un extraño gesto de nerviosismo en Tobio que pareció una grotesca combinación aterradora con su furia.

—¿Estás molesto?

—No —respondió con rapidez, negando lo obvio. Para colmo, su ceja temblando parecía evadirlo y delatarlo completamente.

—¡Estás mintiendo, idiota! Tu cara da miedo —soltó en un puchero, logrando que Tobio reaccionara, mostrando claro gesto de desconcierto y completa duda infantil hizo nido eterno en sus hermosas irises azules.

—Entonces, ¿qué debería de hacer para besarte? —contó sus problemas, soltando poco a poco el agarre tan simple que mantenía con Hinata, y bajó su vista al suelo, sólo un poco avergonzado.

Shoyo, al oír esa pregunta, no pudo hacer más que sentir sus sentidos revolverse, y su mirada inexperta en ese ámbito pareció temblar, ladeando todos sus sentidos al suelo. El amor era bastante complicado, y si podía permitirse ser honesto al menos consigo mismo y Kageyama, no sabía qué hacer en casos como ésos.

—Quizás simplemente cerrar tus ojos, ¡bu-bueno, que ambos cerremos los ojos! —expuso su idea vaga de lo que era un beso, logrando llamar la atención de Kageyama por su idea que sin pensarlo, había salido inteligente. Lástima que Hinata no parecía darse cuenta, simplemente estaba sumergido en el color rojizo hasta el fondo. Pronto, el de cabellos lacios lo vio cerrar sus ojos, más avergonzado de lo que ya estaba—. ¡Y ya después que pase lo que tenga que pasar!

Hinata ya no abrió los ojos, pareciendo invitar silenciosamente al otro que en esa ocasión no se verían cuando ese inocente tacto llegara hasta sus vidas.

—Entendido —contestó el más alto de pronto, logrando hacer sentir a Hinata un extraño sentimiento de calma.

Tobio cerró sus ojos, y se dejó sumergir por la sugerencia ajena.

De pronto, la situación fue tan rápida y escurridiza, siendo el detonante el rozar de sus narices, las mariposas en su estómago, las respiraciones agitadas siendo una sola y un ligero roce en la comisura que duró muy poco tiempo, ates de que Tobio pidiera permiso tímidamente para explorar con su lengua la boca ajena. Shoyo aceptó gustoso.

Después de un rato de ese extraño vaivén, los dos se separaron, sintiendo el aire entrar por sus narices al respirar y poder abrir sus ojos lentamente, mirándose a la cara, notando la adorable figura ajena, con los cachetes llenos de color rojizo.

Después de un rato de ese extraño vaivén, los dos se separaron, sintiendo el aire entrar por sus narices al respirar y poder abrir sus ojos lentamente, mirándose a la cara, notando la adorable figura ajena, con los cachetes llenos de color rojizo

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Después Del Voleibol [KageHina] | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora