Prólogo

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Hace algunos años

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Hace algunos años...

Tocaron mi puerta, ya me daba una idea de quién podría ser. Mi progenitora me miró graciosa, pero ni siquiera se que le hace gracia. No es ni un poco gracioso.

-Roma...- dijo la mayor, con una pizca de gracia en su voz.

-No sé que te parece gracioso mamá, es un idiota- exclamé enojada.

-¿Te pusiste a pensar por lo menos por que te enojaste?- preguntó aún graciosa desde la puerta de mi habitación.

-Si. Y es un estúpido- dije de brazos cruzados.

-A ver, ¿por qué te enojaste con Dani?- dijo, supongo, intentando que entre en razón.

-Me compró gomitas, eran nueve porque las conté-empecé contando la situación y la razón de mi enojo, afirmando a la vez que la señalaba con el dedo- le dije "Bueno, cuatro para cada uno y una por la mitad" y el muy egoísta se comió la que la teníamos que partir a la mitad y sus cuatro gomitas que le correspondían. ¿Entendés por qué me enojo?- dije seria, y a la vez con impotencia.

-Ay Roma...- dijo riéndose.

-No te rías, te estoy diciendo en serio mamá- dije frunciendo la nariz. Odio contarle algo y que le reste importancia.

-¿O sea que le hiciste una escena a el pobre Dani por que se comió una gomita de más?- mencionó la mayor intentando comprender el por qué de mi enojo repentino.

-"El pobre Dani"- dije bajito en tono de burla.

-Dale, cambiate si te vas a cambiar por que viene la familia Ribba a cenar- dijo dándome un golpecito en mi pierna.

-No voy a bajar- Dije cruzando mis brazos como nena chiquita.

Oh si, cuando quiero hacer mis berrinches, aunque no soy así, aún me salen.

-Bueno- dijo encogiéndose de hombros y se fué.

¿Quien es esta señora y que hizo con mi mamá?. Rarísimo.

La mayoría de las veces cuando necesita hacer algo que ella desee, me insiste hasta que lo hago, como la mayoría de las madres supongo, por eso me parece extraño que ella justamente no lo haga ahora.

Me acosté y prendí la tele para ver un par de películas. Rápidos y furiosos, la mejor película lejos. La forma que está grabada te hace querer verla, una y otra vez, la producción y la adrenalina que te hacen sentir es como su estuvieras en la película.

Bueno, en fin. Para ponerlos en contexto.

Daniel Ribba es mi mejor amigo, nos conocemos desde que nacimos prácticamente.

Bueno, el nació media hora después que yo.

Por lo tanto, es la persona que más me entiende; el que más me hace enojar; y a la persona que más quiero y necesito diariamente.

Nuestras mamás son amigas desde que tienen memoria, así que esa es una de las razones por las cuales decidieron que nuestras casas estén pegadas una a la otra.

Tenemos peleas como estas frecuentemente, y nosotros cuando llegamos a casa les contamos a nuestras familias; o bueno por lo menos a mi, se me rien en la cara y nos dicen dramáticos.

Pero por el amor de Dios, ¡Son gomitas!.

Con las gomitas no.

-Roma, ¿estás ahí?- se escuchó del otro lado de la puerta, mientras tocaban la misma, una voz ronca pero a la vez dulce.

Yo no dije nada por que uno; del otro lado de la puerta estaba la persona con la que no quería hablar, y dos;...

Ay, bueno. Solo tengo una sola razón, je.

-No me hagas hacerlo Roma...- dijo Daniel y me quedé pensando que tenía planeado-¡MARCOO!- dijo con voz melodiosa.

-¡POLO!-Me tapé la boca pero ya era tarde, caí en el juego- ¡MIERDA!-Rechisté.

-¿Podes salir?- preguntó amable Dani.

-No quiero- dije cruzándome de brazos, me dí una cachetada mental al darme cuenta que no me podía ver, y separé mis brazos de la anterior postura.

-Dale Romita- insistió él.

-"Romita", nada.- repliqué enojada.

-¡Pero fue una sola gomita Grecia!- contestó enojado con el apodo que me puso.

-¡No me digas Grecia, enano!- repliqué, abriendo la puerta enojada. Sabia que le molestaba que resalten el tema de su estatura, y por eso lo hacía.

-¿Como?-preguntó con una mano en el pecho. Estaba vestido con un buzo celeste y una bermuda negra, con su pelo tan característicamente despeinado, que aún a él le quedaba bien. Y en la mano tenía una bolsa de gomitas, llenas de gomitas únicamente de frutilla y menta.

-¿Y cómo querés que te trate, imbécil?- dije calmada pero con una pisca de enojo en mi voz.

-Bueno, no me pelees- dijo haciendo pucheros- Hola- me dijo con una sonrisa que mostraba su dentadura perfectamente blanca.

Uy, Daniel sonríe, quien diría.

-Hola- dije inexpresiva.

-¿Seguís enojada?- averiguó.

-Si. Y mucho- conteste y él me miró- Un poquito...

-Tomá, es para vos- dijo extendiendo el paquete de gomitas- Me recontra insultó el cajero por sacarle todas las gomitas de frutilla y menta, pero valió la pena. ¿No?-indagó para ver si lo había perdonado.

-Y...-dije agarrando el paquete de gomitas- Odio el soborno, pero no te puedo decir que no con esta clase de soborno, enano.

-Basta, Grecia- dijo serio, y yo le di un abrazo para hacerle saber que estaba todo bien.

-Te quiero, idiota- dije sincera.

-Yo más, imbécil.-murmuró en mi pelo, dejando un beso en este.






















Colegas // Daniel RibbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora