CAPÍTULO 17. SI TÚ ME MIRAS.

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..."Me sonrieron sus ojos y me tembló hasta el alma"... Mario Benedetti.

Lu descorrió el cancel del ventanal de la habitación y una brisa fresca se coló de inmediato por la estancia tenuemente iluminada. El oscuro y pesado mobiliario le imprimía un aire de protectora comodidad.

Romero, romero que salga lo malo y entre lo bueno...

Ella se giró con rapidez hacia el vestidor cuando su seductora voz alcanzó sus oídos, él se rascaba la barbilla y la obsequiaba con esa arrogante sonrisa suya. El corazón de la joven aumento su ritmo por la vista de él. Sus acerados hombros brillaban con una leve humedad, lo mismo que su espeso y rubio cabello.

¡Dios! ¿Es qué no había una ley en la que se especificara que ningún hombre debería verse tan bien? Especialmente el suyo, con el cuerpo tan firme y los azules ojos que la llevaban al cielo cada vez que su mirada la acariciaba.

Boyoli se acercó a ella, con la natural cadencia y sensualidad de un león que observa a una gacela.

Parecía salvaje, sin domar.

Lo era.

Lu le dedicó una enamorada sonrisa mientras lo sahumaba a Emmanuel con el trozo de salvia blanca que tenía quemando con un poco de carbón en el interior de una caracola.

—Esto mon amour, es una planta sagrada —señaló ella. Podía notar la diversión y la excitación corriendo juntas en la sangre de él, sacudió la cabeza sonriente—. Vienen muchos y enormes cambios en tu vida, es importante desintoxicarte de energías negativas estancadas, de tanto dolor  —aseveró mirándolo con calidez.

Él asintió y la miró agradecido.

—Bueno, tú eres la experta en eso —aseveró.

Lu hizo más ancha su sonrisa, Emmanuel solía decirle que era una bruja que lo había hechizado y, cuando la encontraba haciendo aquellos rituales de limpieza su expresiva mirada no ocultaba su fascinación y diversión.

—¿Qué debo hacer? —preguntó genuinamente interesado sobre cómo participar de aquella ceremonia que ella había montado.

Emmanuel nunca fallaba en sonrojarla con simplemente hablar. Su voz emitía ese sensual y profundo tono, que cualquier mujer desearía escuchar en la oscuridad de la noche y, él se lo brindaba a ella.

—No tienes que hacer nada —expresó ella extendiendo sobre él su incensario—. Déjame a mí, tan solo apaga tu mente del ruido.

—Caminaría en el fuego por ti —afirmó él devolviéndole una intensa mirada.

¡Esos ojos suyos! Si ella la sabía muy bien, lo supo desde la primera vez que lo vio. Nada de lo que hubiera vivido antes importaría jamás. Todo empezaba, todo se iluminaba para ella en el mismo instante en que sus encendidos ojos la atrapaban, quemándola en ese fuego al que acudía gustosa.

Lu frunció los labios en ese juguetón puchero que sabía le encantaba Emmanuel y su vientre se contrajo cuando lo escuchó reír entre dientes. La joven continuó unos instantes más pasando sobre su cuerpo el butafumeiro. 

—Descansa —susurró ella cuando lo hizo recostarse sobre el amplio lecho de su habitación y lo acarició en las sienes. Le pasó los dedos por el cabello, deleitándose en su espesura. Sus labios se movieron mudamente expresando su agradecimiento y ella no pudo resistirse a dejarle un suave beso en ellos. 

Emmanuel cerró los ojos, adormilado.

La salvia continuó consumiéndose en el interior de la caracola.

Marcados a FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora