CAPÍTULO 6. ¿ES UN CRIMEN AMARTE?

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..."Viajar, dormir, enamorarse son tres invitaciones a lo mismo. Tres modos de irse a lugares que no siempre entendemos. Ella se enamoró, como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota"... Ángeles Mastretta.

Ciudad de México, varias semanas después...

Lu intentó con todas sus fuerzas recuperar su respiración, tomó su bolso del perchero y huyó de su consultorio. Corrió por el pulido piso del pasillo y empujó la puerta de las escaleras de emergencia, bajando por los peldaños en una exhalación.

Un rato más tarde dejaba resbalar el agua tibia de su cabeza a los tobillos, mientras mantenía los ojos cerrados en la soledad de la ducha. Consciente, muy consciente de como su cuerpo continuaba sensible y expectante.

«Debemos hablar, lo sabes» se coló en su mente aquella profunda y oscura voz. Él la había observado directo a los ojos. Ella se estremeció sin remedio y por unos escasos segundos se deleitó en los ángulos de su bronceado rostro.

Una asistente les interrumpió solicitando unas firmas a unos documentos y ella había aprovechado para poner pies en polvorosa.

El siguiente lunes no tendría más opción que verle, pero el fin de semana lo dedicaría a lo que fuera, excepto pensar.

Su oído captó el timbre de su móvil, cerró con rapidez la ducha y se cubrió con una confortable bata.

De pie junto a la ventana de su departamento, contempló la hermosa vista desde La Cibeles hasta El Ángel con una taza de café. Observó su móvil que descansaba sobre una repisa y presionó una vez más el reproductor del último whatssapp.

—¿Lu, si vendrás a la fiesta de mi madre? —. Era Emilia Cobo en un mensaje de voz cuando ella no atendió a su llamada por estar en la ducha. —Mejor que vengas. Es fin de semana y te hará bien salir. Además hay alguien a quien deseo presentarte. Llámame para confirmar y ponerte en la lista.

Ahí terminaba el mensaje. Lu suspiró mientras daba otro sorbo a su café. Ella preferiría quedarse en casa con las luces apagadas y en pijama. Luchar contra el abismo de deseo que estaba engulléndola.

El destino era caprichoso.

Lu había pasado una terrible temporada cuando volvió de Tuxtla con el corazón más destrozado de como ya lo tenía. Pero luego las cosas habían mejorado bastante.

Nueva ciudad. Daba clases particulares a Evelyn, una encantadora pequeña, por la que sentía una gran debilidad. Un excelente trabajo en un nuevo hospital haciendo lo que más le gustaba; terapia de lenguaje a pacientes con paladar hendido. Nuevas personas (como Emilia) que la habían arropado generosamente y que día a día se convertían en buenas amistades para ella.

Y luego, esa mañana, una simple reunión planeación se convirtió en algo parecido a un sueño con tintes de pesadilla.

—Buen día a todos —expresó aquel hombre con la cabeza erguida barriendo con su mirada a todos los que se encontraban en la sala de reuniones.

Lu contuvo el aliento mientras sus sentidos se llenaban con sus detalles: su amplia frente, el puente de su nariz, aquellos tentadores labios y los marcados pómulos. Su rostro estaba bronceado y sus ojos eran océanos de salvaje pasión. Era un crimen ser tan atractivo, pensó ella.

—Ivette Cuburu —murmuró él posando sus ojos en la atractiva pelirroja que lo había interrumpido para presentarse. La joven era una de las herederas más codiciadas del país y que solía asistir a todas las exclusivas fiestas de la alta sociedad. Ahora recién se estrenaba como parte activa del consejo—. Su labor altruista ha sido muy edificante para el patronato del hospital. Brillante —halagó él estrechando la mirada sobre la pelirroja, quien agrandó los castaños ojos al devolverle la mirada.

Marcados a FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora