CAPÍTULO 13. INSTANTÁNEAS QUE CONSTRUYEN RECUERDOS.

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..." Tu pecho es lo único que deseo de almohada para el resto de mis sueños"...Juan Huertas.

Boyoli se encargaba del nudo de su corbata de seda. Miró fijamente al espejo y se deleitó con la exquisita y dorada silueta de su mujer. Le pareció que estaba teniendo problemas para subir la cremallera de su vestido y se volvió para ayudarla.

Ella le sonrió agradecida y él notó un ligero temblor en sus delgados dedos lo mismo que su intento por disimularlo. Mientras le ajustaba el diminuto ganchillo que mantendría el dentado cierre en su sitio, ojeó sobre su agenda abierta y le pareció que sobraban ítems y había demasiadas notas de colores en una sola jornada.

Lu aparentaba ser la de siempre, alegre y normal. Pero Boyoli notaba los sutiles rasgos de cansancio y tensión ocasionados por el programa Un Mundo de Sonrisas en el que ambos participaban.

Mon coeur, si aceptas una sola tarea más explotarás —advirtió sosteniéndola contra su hombro y acariciándole el castaño cabello que le caía suelto sobre uno de sus magníficos senos.

—Nadie es realmente tomado en cuenta a menos que trabaje cincuenta horas semanales.

Emmanuel sonrió ante su pragmático tono.

—Y ser la novia del accionista mayoritario ayuda menos. Los cuchicheos que ya-sabes-quiénes difunden por los pasillos afirman que solo soy una consentida —añadió entrando en sus tacones. Emmanuel abotonó su propio chaleco mientras la observaba arqueando una ceja, ella bajó los hombros y le sostuvo la mirada con una adorable ceño en su frente—. Lo siento, no he querido desquitarme contigo. Pero en serio, ¿cómo lo consigues?

—¿El qué?

La mano de Emmanuel se posó en la espalda baja de Lu y la condujo fuera del vestidor rumbo a la cocina.

—Entre la fundación, el hospital y los negocios que te legó tu padre ¡¿cómo es que siempre estás tan fresco?! —.Posó sobre la encimera su agenda después de cerrarla y le observó con travesura. Sus apetecibles labios se curvaron, obsequiándolo con una dulce y deliciosa sonrisa.— ¿Cómo no te has vuelto un irritante dictador?

—Bueno, los dictadores también hace uso de algo llamado: delegar —afirmó él sonriéndole y le impidió abrir un gabinete para tomar una taza —. Hoy nada de café para ti, toma esto —indicó entregándole en mano un vaso de jugo verde.

—Olvida lo que dije sobre que no eres un dictador irritante, ya te convertiste en uno —señaló y arrugando la nariz le dio un sorbo a su bebida.

— La vitamina B es excelente para la función cognitiva —aseveró él encogiéndose de hombros, ella le sacó la lengua y continuó bebiendo su jugo—. Sigue así y tomarás puro té descafeinado por lo menos durante tres días —advirtió mientras vaciaba café en su propia taza.

—Claro, porque tú eres el médico —murmuró y rodó los ojos—. Emmanuel estás exagerando. Que esté enfocada en mi trabajo no me convierte en alguien a punto de sufrir un brote psicótico. Todo se controla con organización, por eso cada minuto de mi día está repartido entre tareas y placeres personales.

—Y me siento afortunado de estar en tu agenda —mencionó risueño al recordar que su nombre aparecía intercalado entre todas sus tareas y por un lado estaba garabateado algún corazón o una llama. Ella se sonrojó y él enganchó su mano a su cintura atrayéndola a su pecho—. Solo digo que también necesitas tiempo para ti —recomendó bajando la mirada a su adorable rostro. Sus expresivos ojos grises lo atraparon.

Emmanuel adoraba a Lu. La amaba más allá de la tierra o el cielo. Porque él sabía todo lo que ella era aparte de la belleza con la que cautivaba a muchos. Lu podía practicar una rutina de baile con Evelyn o cazar ranas con Samuel con exactamente el mismo entusiasmo. Y los niños que eran sus pacientes disfrutaban de escucharla leer a Dickens o Carballido haciendo tal variedad de sonidos y voces, que todos en el pabellón pediátrico terminaban aullando de risa.

Marcados a FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora