Capítulo 0.5. AMARTE ES... INEVITABLE

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..."Te recuerdo en mi boca y en mis manos. Te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne, a siembra, a flor, hueles a amor, a ti, hueles a sal, sabes a sal, a amor y a mí"... Jaime Sabines.


Confesarse. Abrirse por completo a alguien y mostrar aquello que lo avergonzaba y lo hería más que ninguna otra cosa, era algo que Emmanuel jamás creyó posible hacer. Pero estaba claro que terminaría por perder a Lupita sí continuaba callando, de modo que ignoró el malestar físico ante la perspectiva que se le presentaba y, se armó de valor.

Se acomodaron en el sofá del salón de ella. Se observaron uno al otro un largo rato.

—Lu...—susurró él.

—¿Sí? —murmuró ella con los labios temblándole.

—Lo que voy a decirte no lo he dicho a nadie. Jamás —expresó sintiendo un malestar en la boca del estómago y agachó la cabeza, azorado.

—Te escucho —invitó ella con voz suave.

—No me habría comportado como un cretino, sí no tuviera una razón —. Tragó saliva. El pulso se le disparó y respiró profundamente para calmarse—. Cuando era pequeño, mi madre se quitó la vida delante de mí.

Lupita se cubrió los labios con ambas manos, Emmanuel la observó pálida y se esforzó por mantener una expresión impasible que estaba lejos de sentir.

—Ella sufría un trastorno mental y un cuadro depresivo muy agudo. Yo...—. Apretó los puños sobre sus muslos y se estremeció—. Poco después del asalto que sufrimos tú y yo, comencé a sufrir de cefaleas muy fuertes, lo mismo que pesadillas y alucinaciones. Soy médico. Sé que esas cosas pueden heredarse.

—Cariño...

—Lu, esa noche... —murmuró apenas de forma audible, sentía tal opresión en la garganta que apenas podía respirar—. ¡Dios santo! Jamás me habría perdonado sí te hubiera hecho daño. Yo tuve miedo de estar perdiendo la cabeza.

—Ven aquí —suplicó ella abriendo los brazos.

Él la observó con sus ojos llenos de lágrimas, desesperado por saber si lo que los había unido aún existía. Ella le acarició el cabello, lo besó en el rostro y lo abrumó con su dulzura. El dolor que había atormentado a Emmanuel durante tanto tiempo comenzó a desvanecerse. Cuando posó su cabeza en el hueco de su cuello, los ojos le ardían de dolor, sin embargo, ella lo abrazó con más fuerza y lo protegió amorosa.

—Cuéntamelo todo.

Emmanuel así lo hizo, no se guardó ninguno de los sórdidos detalles de su inocencia perdida, ni del dolor y soledad que lo acompañaron en su crecimiento. También le compartió la verdadera causa de sus síntomas y como eso lo confortaba un poco. Había riesgos, pero también una clara posibilidad de que todo saliera bien. Al terminar se sintió sumido en una especie de agotamiento espiritual, pero liberado.

Ella le tocó el rostro en una muestra de empatía silenciosa. Él apretó la mejilla contra su mano, se sentía renovado.

El intenso embeleso que Emmanuel notó en sus ojos le provocó escalofríos, se sentía como si Lupita lo hubiese dotado de una protección divina. La miró pasmado.

—Te debo tanto Lu —susurró un rato después—. Pero lo primero es ofrecerte disculpas —suplicó tomando con delicadeza su mano para dejarle en ella un beso.

Ella continuó callada, observándolo con esos ojos que eran el cielo para él.

—Fui cruel contigo, cuando salí de aquí sin mayor explicación —. Lu se estremeció un poco ante el doloroso recuerdo. Emmanuel se arrepintió una vez más—. Callé la verdad de lo que creía que ocurría conmigo y tu confusión y dolor me han perseguido desde entonces.

Marcados a FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora