En lo profundo

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Era la tercera noche que corríamos sin parar, solo podía guiarme por una pequeña linterna y los roces de los arboles a nuestro alrededor.

-¡Mia, a tu derecha!- grito Marcus, haciendo que gire sobre mi y clavara mi cuchillo de calavera en la cabeza de un caminante.

Acelere el paso aun sin saber a donde nos dirigíamos,  escuchando el ruido de los cuchillos de mis compañeros por detrás mío. 

-¡Allí! ¡Veo una luz!- grite divisando a lo lejos lo que parecía ser un lugar seguro, pero al instante otro caminante vino derecho hacia mi, logre que me soltara con una patada y el cuchillo de mi amiga María paso volando a mi costado depositándose en la cabeza de este, me di vuelta y asentí en su dirección en señal de agradecimiento.

-Esta demasiado lejos Mia- grita Marcus mientras le da un hachazo a otro de los muertos.- Debemos subirnos a los arboles, no hay otra opción.- Rápidamente di la vuelta sobre mi y alcance a matar a otro.

La falta de luz y el no saber que nos rodeaba nos jugaba en contra, no podíamos seguir corriendo, el cansancio acumulado ya empezaba a notarse y no resistiríamos mucho tiempo mas así, cerré los ojos por un segundo para analizar la situación. Silencio. Por el momento estábamos a salvo. -¡Marcus! ¡María! ¡Trepen lo mas alto que puedan!- Lance una soga que llevaba atada a mi pantalón e intente subirme lo mas rápido posible.

Ya en una rama bastante alejada del suelo hice silencio, intentando calmar mi respiración agitada. Mire hacia mi costado izquierdo divisando a mis compañeros, cada uno en un árbol distinto, María me hizo una seña para que guardara silencio. Mire hacia abajo. Caminantes, por lo menos quince. Cerré los ojos y apreté la boca.  El ruido y el olor que emanaban era asqueroso, y aunque me gustaría bajar y matarlos, estábamos en desventaja. Intente relajarme, no pensar en nada, en pocos minutos el sueño comenzó a trasladarse a mi cuerpo y mis ojos comenzaron a cerrarse. 

Me desperté sobresaltada. Seguía en el árbol, seguía siendo de noche. Era algo que venia pasándome hace tiempo, desde que comenzó el apocalipsis las horas de sueño pasaron a segundo plano, nunca sabias si habías dormido veinte minutos o cuatro horas, aunque creo apostar por la primera opción.

Cuando todo esto empezó fui bastante rápida, siempre vino conmigo el instinto de supervivencia y sabia manejarme en situaciones de riesgo, no lo pensé mucho, hui de la ciudad, me adentre en el bosque, y en el camino hacia aquí, encontré a estos dos hermanos, Marcus y María, y aunque al principio no sabia si confiar en ellos, se convirtieron en mis amigos, compartimos la comida, las armas, la medicina, nos cuidamos mutuamente. En estos momentos eso es lo mas valioso que puede pasarte. Todo era una locura, la gente volviendo de la muerte, convirtiéndose en caminantes, persiguiendo a los vivos, nada parecía tener sentido y nadie tenia una explicación. Es como un infierno en la tierra. 

-Hey, Mia.- susurra Marcus.- lo miro preocupada.- La luz, sigue encendida.- doy vuelta la cabeza y observo la luz a lo lejos, casi la había olvidado mientras divagaba en mis pensamientos. 

Vuelvo la mirada hacia mi compañero.- Mañana.- señalo hacia abajo.- Descansa, tendremos que matar a un par mas.- El asiente con cara de cansancio y apoya la cabeza contra su tronco. María en el otro árbol duerme plácidamente, siempre envidie su capacidad de relajarse. 

El silencio vuelve a reinar, con algunos ruidos de por medio de los muertos, miro la luz a los lejos.

-Por favor, que sea algo bueno.- digo para mi mientras la observo.



Dark places ( Daryl Dixon )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora