Paula toma el IPad de la mesa y se coloca al lado de la puerta, justo cuando Giselle entra.
—Bienvenida— saluda la secretaria, tratando de normalizar la respiración.
Después de salir de la reunión, la llegada de la jefa a la mansión principal fue turbulento para los sirviente que hacian lo imposible para que todo este perfectamente organizado y limpio.
Antes de que la mujer pueda responder, los tres niños salen corriendo donde su madre para abrazarla.
Giselle los levanta en brazos, llenándolos de besos que quedan pintados en las mejillas sonrosadas de sus adorados hijos. Los pequeños responden de la misma forma una vez su madre se coloca de cuclillas para poder mantener el equilibrio, excepto el mayor de los tres que se limita a abrazarla al no ser tan expresivo con sus hermanos.
Paula guarda tan hermoso cuadro en su mente. Sabe que su jefa es una mujer de sangre fría fuera de su casa, siendo incluso temida y respetada por la gente que la rodea. Pero dentro de la mansión su semblante cambia al ver a sus hijos, son su tesoro.
Walter entra hablando por teléfono con sus subordinados, dando ordenes para que el equipaje que se quedó en el aeropuerto llegue lo antes posible.
—Traje chocolates y crema de avellana, como me pidieron.
Walter reparte las bolsas con las chucherías para cada niño. Así evitan pelear.
Los dos pequeños chillan de la emoción mientras el mayor les exhorta a mantener la cordura y dar las gracias. Aunque a duras penas puede evitar que la saliva se le salga por las comisuras de la boca al ver el tarro grande de crema de avellana.
Paula toma la libretas de dibujo que le pasa la niñera.
—Gabriel— le llama al mas pequeño en voz baja.
El niño se acerca al reconocer la libreta. La toma, no sin antes hacer que Paula baje a su altura y le de un beso en la mejilla.
—Gracias— deja el cuaderno en el suelo para meter su manita en la bolsa y sacar un chocolate que da a la secretaria.
Paula le agradece, muriendo de ternura por dentro.
El niño corre donde su madre para mostrarle el dibujo que le hizo.
Giselle lo recibe, agradeciendo por el detalle y elogiando su avance al pintar. Por lo menos ya no son solo manchones de colores, ahora son bolitas y palos.
—Ma, también te hice algo— Samuel corre a su habitación y llega con un ramo de flores hechas con alambre y papeles de colores.
—Que hermoso— las recibe y llena de besos a su hijo.
—Alejandro también tiene algo para ti— dice mientras mira con picardía a su hermano.
El mayor le dedica una mirada de odio. No tenia pensado dárselo frente a todos.
—¿En serio?
La felicidad de su madre le ayuda a perder la timidez. Saca del bolsillo una bolsita de tela negra.
—Es para ti— dice sin verla a la cara. No puede evitar sonrojarse.
La mujer recibe la bolsa, sorprendida de ver un collar con un dije ovalado, que al abrirlo encuentra dos fotos en ambos lados. Una de los tres niños y la otra de su difunto esposo.
Baja a la altura del niño. Lo toma de la mano y con la otra hace que la mire.
—Es hermoso, gracias.
Alejandro se sonroja con mas fuerza, esta vez el color llega a sus orejas.
—No es la gran cosa— dice soltándose de su madre, no sin antes darle un beso en la mejilla e irse a su cuarto.
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Donde piso, conquisto
DiversosNo me importa el infierno que pasaste, ni lo que eres ahora, porque no lo serás para siempre. ... Este mundo se enfrasca es pisotearme solo por ser omega, queriendo obligarme a ser como ellos desean: débil, sumiso, un muñeco hecho para satisfacer a...