Agazapado a muro de un hogar, a la calle siguiente de las puertas de Jerusalén, un hombre acecha desde las sombras y lentamente saca la cabeza por encima de su escondite. Ha observado con enfermizo interés a cierto grupo desde su llegada; se trata una pequeña caravana de comercio.
Desde que vio aquella partida, un hombre a la cabeza —el líder, seguramente— y a los que venían tras él con animales y mercancía, una torcida pregunta surgió en su cabeza.
¿Tal vez tuvieran algo de valor?
Y esa única pregunta, susurrada por voces abstractas en la profundidad de su conciencia, retumbó eficaz dentro de su cabeza como un eco y decidió asaltarles sin dilación a la primera oportunidad. Quedaría al azar si aquel hurto se llevaría a cabo de manera furtiva o si se vería en la dichosa ocasión de herir a alguien.
Pero fue en ese momento que la escoria despertó dentro de sí intenciones aún más repulsivas, pues vio a dos personas cuyos trágicos caminos ya se habían cruzado con él una década atrás.
Detrás del jefe venía hombre de sonrisa detestable, y sujetando su mano, caminaba una imposibilidad. La mente de la escoria se sumió en la confusión. No estaba seguro si reír o echarse a llorar, si saltar de alegría o cortarse la piel con cólera brutal. Lo que él estaba viendo no le parecía real. En breve, se arrulló en la violencia que nacía de su corazón y suspiró como muchacho enamorado mientras se hundía en el placer de sus indescriptibles y abominables maquinaciones.
—Es como ver mujer muerta caminando en la tierra una vez más—dijo en sus adentros—. Al fin los he encontrado. Después de tantos años. Y... oh, ella es igual a su madre, incluso esa mirada de dolor... en el momento que la mate.
Han pasado dos horas, y la escoria espera el momento indicado. La Caravana ha llamado dos veces la molesta atención de terceros. El padre se ha ido, será otro el momento de atacarlo, pero la niña está sola, aleja a la gente de sí misma.
La escoria aprieta sus dientes para formar una sonrisa diabólica.
—Solo es cuestión de tiempo para que esté sola. Oh, Ashira, es demasiado placer para un soldado; será como matarte una segunda vez, y no hay hombre en el mundo que lo pueda impedir.
ESTÁS LEYENDO
Su Nombre Era Eliana
SpiritualTodos los derechos reservados. Esta es la historia perdida de Eliana, una niña cuya familia se vio involucrada en la terrible matanza de los inocentes en Belén cuando "Herodes El Grande" reinaba injustamente sobre Israel. La vida de Eliana nunca fue...