Diez años antes, en Jerusalén.
Dos judíos soldados del rey, en atuendos civiles, se reúnen dentro de una posada en el centro de la ciudad. Se sientan a la mesa central y sorben una potente sidra con sus labios. Están atentos a las risas de los borrachos y sus conversaciones, alertas a todo lo que se oye y mueve a su alrededor.
El primer soldado es ciego del ojo derecho. Él mira por detrás de su hombro, cuida de no ser escuchado. Espera paciente, calculador, mientras observa a cada bebedor y comensal del establecimiento. Busca por dos tipos de armas en cada mesa: las que usarían los demás para matarlo, y las que usaría él para despedazar a quién lo intente.
Un grupo de cuatro hombres ebrios se levanta de la mesa detrás de ellos y el soldado tuerto se prepara para matar. El grupo pasa de los soldados; el tuerto determina que no habrá derramamiento de sangre.
Su cuerpo se relaja y desparrama en su asiento. Su ojo ciego y blanquinoso refleja el rostro consternado de su compañero. Perduran las disonantes risas de embriaguez y el tintineo de las copas llenas de sidra.
El soldado consternado habla.
-¿Estás completamente seguro, Acab? -le dice su compañero.
-Así es, Isaac. El gran herodes no recibió noticias sobre el supuesto "Rey De Los Judíos" que ha nacido en Belén. Esos viajeros al final deben haber entendido sus verdaderas intenciones.
Su compañero se cubre la boca con la mano.
-Aun así... Asesinar a todos esos niños...
Acab ofrece una mirada gélida a su compañero.
-¿No me dirás ahora que te molesta un poco de sangre?
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo? -pregunta Isaac.
-Nunca lo estoy, pero me gusta matar en nombre rey -afirma Acab, al sorber más sidra de su copa-. Debo admitir que al principio estuve alarmado -abarca con la mirada a los ebrios risueños del local, y con su mano hace un ademán en su cuello para indicar que pensó en matarlos-, aún lo estoy, pero me doy cuenta de que no hay nada que temer.
Isaac niega con la cabeza.
-¿Cómo puedes decir eso?
Acab sorbe aún más sidra. Empieza a perder el sabor en su lengua.
-Los números y la política, Isaac. Los números, y, la política. Hemos hecho nuestra investigación. El número de niños en Belén es bajo, minúsculo en comparación a todas las muertes desde que el senado romano coronó al gran herodes.
Isaac se apoya en la mesa, se acerca hacia Acab.
-No importan los números. Estamos hablando de niños menores de dos años, ¿Acaso tú crees que nadie se dará cuenta?
El soldado tuerto acaba con su copa de sidra, la vuelve a llenar y sorbe otro poco del líquido fermentado.
-Seguro que sí, mi amigo, pero allí va la segunda arma, la política. La gente está demasiado ocupada buscando razones para odiar al rey, eso es cierto, pero ¿acaso ya olvidaste la eficiencia con la que el gran Herodes salvaguarda su imagen? y ¿cómo reconoce la mala propaganda, de la aún peor propaganda? Seguro elevará impuestos, pondrá algún adorno pagano en el templo y aprovechará la ira religiosa de nuestro pueblo, después hará pelear a algunos fariseos y saduceos entre ellos o contra él. Todo eso por el suficiente tiempo, hasta que haya algún problema con los romanos y la gente deba apelar a él de nuevo. Luego se mostrará atento y amoroso por unos cuantos meses, hará alguno que otro evento benéfico, regalará unos cuantos panes y vivienda. Luego todo será olvidado.
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Su Nombre Era Eliana
SpiritualTodos los derechos reservados. Esta es la historia perdida de Eliana, una niña cuya familia se vio involucrada en la terrible matanza de los inocentes en Belén cuando "Herodes El Grande" reinaba injustamente sobre Israel. La vida de Eliana nunca fue...