Capítulo 8 - No vamos a vivir para siempre

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Mientras tanto en la recepción de una oficina de la legión romana, Absalón y Yehudi esperan sentados en sillas altas de estilo europeo antiguo, intranquilos entre multitud de soldados que entran y salen del edificio.

Absalón cruza los brazos y mueve las piernas con desesperación, desea volver con su amada hija, la duda sobre su bienestar le quema en el estómago. El buen padre mira a Yehudi, sentado a su lado, el jefe reposa en su asiento con sus ojos cerrados, y los codos apoyados a cada rodilla. El jefe mira y aprieta su mano derecha con la otra, se nota profundamente consternado.

Absalón trata de llamar su atención.

—Me pregunto cuando volverá Amancio —preguntó.

Yehudi, sin inmutarse, responde en tono sombrío.

—Silencio, hermano. Que no te atrapen olvidando decir «El excelentísimo» antes de decir su nombre, ya tenemos suficientes problemas.

Aquella broma hace que Absalón suelte una carcajada ahogada, en respuesta el jefe ofrece una leve sonrisa, pero su rostro todavía se muestra consternado.

—¿Qué te pasa hermano? Cuando llegamos aquí no tenías esa cara. ¿Estás preocupado por Simeón?

Yehudi, sereno, afirma con la cabeza.

—Sí, estoy preocupado por ese tontillo —hace una pausa, respira hondo y continúa con su discurso—. Pero, estoy aún más preocupado por Eliana.

Al oír esas palabras, Absalón pone su mano en el hombro Yehudi.

—Yo también estoy preocupado por mi niña, pero sé que estará bien.

Yehudi suelta un gruñido y sacude la cabeza.

—No... no lo estará.

Las últimas palabras sorprenden y molestan a Absalón, se pregunta si realmente su jefe y gran amigo estaría a punto de volverse en contra de Eliana, tal como Jafet, quién horas antes había provocado burlas hacia la pobre niña.

El buen padre se dispone a intuir sobre aquella afirmación.

—¿Oigo bien lo que me dices?

Yehudi abre los ojos y lo mira de una manera fría.

—Sí, hermano. Oyes bien.

La ira empieza a rebullir dentro de Absalón, pero antes de que pudiera decir algo, el jefe lo apunta con el dedo de la mano izquierda y vuelve a hablar.

—¡No te enojes conmigo, hermano mío! —alza levemente la voz—. ¡Yo amo a esa niñita y tú lo sabes, Adonai me castigue si miento!

—¿Entonces por qué me dices eso? ¡y justo ahora cuando desespero por volver a su lado!

Yehudi extiende su mano y ahora es él quien sujeta el hombro de Absalón.

La mirada del jefe se ablanda.

—Porque la proteges demasiado, es por eso que ella nunca va a estar bien.

El buen padre aprieta los dientes y menea la cabeza.

—Que una hija esté mal porque su padre la protege... ¡Jamás lo he escuchado! —responde, terco.

—Tú sabes que es verdad —reitera Yehudi— y si me lo niegas ahora, que estamos metidos en este problema, permíteme llamar al «más que excelentísimo, único, intangible y maravilloso Amancio» para que me eche en la mazmorra de una buena vez, ¡porque romperé esta horrible silla en tu cabeza!

Absalón trata de responder, abre su boca, pero no puede argumentar nada, porque sabe que su amigo está en lo cierto. Yehudi interrumpe ese silencio, como si presintiera la duda y vergüenza de su amigo.

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2021 ⏰

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Su Nombre Era ElianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora