Capítulo 2 - Remembranzas.

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Lúcida visión de la noche,

destello de luz nostálgica,

proveniente de un astro teñido con el pasado.

Un lienzo que desciende del cielo estrellado

con los tiernos recuerdos del ayer.

La marcha del tiempo se permitió el codiciado prodigio de ir hacia atrás. Belén, diez años antes. Una pequeña estancia es hogar de cuatro: padre, madre, hija e hijo; Absalón, Ashira, Eliana y Natán. Familia dechada no solo de amor, sino también de obediencia y afabilidad.

El esposo vive para la esposa, la esposa vive por el esposo y, ambos entregan alma y cuerpo en amor derramado como cascada fluyente hacia el corazón de los hijos.

Ashira, la madre, su amor propagado en cada palabra. Absalón, el padre, su ternura otorgada en cada momento. Eliana, la hermanita, pequeña, pero consciente del amor que brotó de su corazón como manantial cuyas cascadas no caen, porque se elevan hacia el cielo, salpicadas hacia las alturas por las alas de un precioso ángel; su hermanito, Natán.

Recuerdos tan lejanos, recuerdos vagos; borrosos en la mente, pero nítidos y resplandecientes en el corazón.

Un aire frío corre por la noche. Se posa el silencio sobre todo ser. Los que vigilan y los que duermen tiemblan sin conocer el porqué, vestidos de ignorancia sobre las lágrimas que lloran al atender una macabra llamada. Es la muerte quién llama, les augura su llegada, y los primeros en morir, fueron el aullido del viento y los chirridos nocturnos, ejecutados hasta el silencio; adelantada profecía sobre la malevolencia venidera.

La tierra tiembla a los pasos de demonios vestidos de hombre, acompañados por uno que otro hombre de bien, extorsionados para hacer el mal. Sus números despliegan hacia las moradas de los inocentes. Los demonios se abren paso, enmascarados de bondad, llaman a los portones, los hombres entre ellos empuñan su corazón y se aferraron a una vasija enorme con el negro líquido que llaman deber y la autoridad del rey. Lo beben, se atragantan con él.

He allí, los pequeños ángeles duermen ataviados de inocencia. Sonríen de asuntos misteriosos a todo mortal. Levantan sus manos sin saber si se trata de vértigo o alabanza; en respuesta, los demonios levantan sus metales. El claro de luna refleja las armas como violentos relámpagos en cada rincón de las moradas. Los padres y madres descifraron tardíamente la sed de sangre acogida en sus hogares.

Un sardónico grito de guerra aclamado con falsedad: ¡por el grande y único rey! ¡Hoy muere el usurpador!

Las espadas han caído. Las alas de los ángeles han sido cortadas, desmenuzadas, y aplastadas entre sonrisas diabólicas que se burlan de los llantos mediante peritos argumentos políticos.

Lucida visión de la noche,

abismo de oscuridad maligna,

proveniente de una cuna teñida de sangre.

Un lienzo que asciende del averno con los calamitosos recuerdos del ayer.

***

Eliana despertó.

Lo primero que percibió fue el relajante crujido de la leña en el exterior y las sonoras voces de los caravaneros. Luego, abrió sus ojos.

Ya no se encontraba en la arena, sino en un acogedor lecho de piel de camello; dentro de una humilde carpa, su cortina de entrada abierta para invitar a la pálida luz de la lumbrera menor reflejada en sus profusas lágrimas.

Su Nombre Era ElianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora