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Carl:

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Carl:

La risa alegre de la castaña en mi oído mientras corría fue una nueva sensación. Su cuerpo pegado al mío, sentía su pecho vibrar y no podía evitar reír tambien, intentando que no se caiga. Nunca la escucho reír a carcajadas como ahora y la sensación en mi pecho me pedía que a menudo la hiciera reír, aunque siempre intentaba actuar madura. Creía que su justificación era Evelyn, pero estando con ella era cuando más infantil se comportaba.

—¿Crees que Morgan dirá algo?— Preguntó aun en mi espalda—Ni siquiera se va a acordar de mí.

—Exageras. Por fin va a tener compañía— Abrí la puerta de su casa y estaba vacío, aún era de día y todos hacían alguna actividad.

— ¿Cómo va tu condición física? Debes llevarme hasta arriba.

—Si no tengo otra opción.

—No, no la tienes— Con ella en mi espalda subí la angostas escaleras mientas los dos volvíamos a reír de lo que me balanceaba y costaba subir en una escalera pequeña.

—Auch.

—Lo siento— Se quejaba mientras al mismo tiempo quería reírse.

La dejé en la cama de la habitación que compartía con Evelyn. No era grande pero entraba todo a la perfección.

— ¿Mañana serás mi bastón?

— ¿Tengo que pasarte a buscar?

—Si

—Tengo cosas que hacer.

—No, no tienes

— ¿Cómo lo sabes?

—Te pasas los días leyendo cómics. Si no es en la enfermería, se van fuera. Ahora debes ser mi bastón— Era graciosa la manera que me llamaba bastón— A menos que quieras pasar todo el día solo con Enid.

Me sonrojé ente su insinuación. No pensaba de esa manera pasar tiempo a solo con Enid. Ni siquiera hacíamos mucho más que leer o matar caminantes.

—No, Ara, mañana te recogeré y seré tu bastón— Pensé que me dedicaría una sonrisa exagerada y sarcástica que solía dar. Pero su mirada se perdió en el suelo. Estuvo segundos que no decía nada ni me daba señal de asentimiento. Lo tomé como que quisiera que me fuera y lo estaba por hacer.

— ¿Ara?— Volvió a preguntar ella dudosa el apodo que le había dado.

—Ara...Bella, sí — No entendí lo raro del apodo que le dí. Tal vez le molesto y aún no estábamos en confianza para hacerlo. Pero hasta Enid que no la vio más de cuatro veces, la llamaba Bella.

— Ya nadie me dice así— Ese era el problema.

— ¿Quién si lo hacía?—Espero que la curiosidad sea algo que nunca me mate porque siempre estaba presente en mi. Esta vez no era de mala manera, quería entender a la castaña.

𝑨𝒓𝒂𝒃𝒆𝒍𝒍𝒂 ©| Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora