Capítulo XI.- Bastión Hueco.

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Abrió sus ojos. No podía ver el cielo, todo estaba oscuro... o eso pensó hasta que, al mirar bajo sus pies, encontró un enorme y brillante suelo. Una especie de vidriera. Observó aquellos coloridos cristales que iluminaban todo el lugar, y pudo reconocer varios detalles en ellos, como la figura de un paopú o una balsa, así como esos pececillos que colgaban del techo de su habitación o aquella misteriosa cueva en la que siempre sospechó que vivía un monstruo, por mucho que su mejor amigo no le creyera. También pudo reconocer la playa en la que siempre jugaba hasta que atardecía, sus enormes palmeras, el mar, las nubes...

El pequeño Sora, a sus cuatro años de edad, siempre fue algo asustadizo cuando no se encontraba delante de Riku y, sin embargo, en aquel misterioso lugar no se sentía amenazado. Todo lo contrario. No entendía exactamente por qué, pero aquel sitio tan deslumbrante le producía una agradable sensación de calidez y protección. Sentía como si estuviera en casa, seguro; como si nada pudiera ocurrirle.

Sin embargo, algo llamó su atención.

Al ver aquella pequeña luz, tan débil, bajaba lentamente desde la completa oscuridad para acercarse a él. Por un momento, el inocente castaño pensó que debía tratarse de una estrella fugaz y no dudó un minuto en acercarse hacia el borde de aquella plataforma de cristal, observándola con total admiración y preguntándose qué deseo podría pedir.

Pero, entonces, recordó las palabras de su mejor amigo. Alguien, en algún lugar, debía estar realmente triste, esperando a que le ayudara. Y esa tenue luz debía ser, sin duda, esealguien.

-¡Hey! -llamó a aquella voz, llevando las manos cerca de sus labios, gritando un poco para poder ser escuchado. -¿Puedes oírme?

-Estaba atrapado en la Oscuridad... pero, entonces, escuché tu voz.

La voz, proveniente de ese diminuto resplandor, sonaba débil, ligeramente apagada y cansada. Al pequeño Sora le recordó a la voz de su padre, en aquellas noches en las que era incapaz de dormirse y le pedía que le contara alguna historia -esas sobre héroes y grandes aventuras que tanto le gustaban- y no conseguía que se durmiera.

Cansada. Cansada, pero cariñosa.

-Estaba solo, pero seguí el sonido de tu voz y me llevó a la Luz. Aquí, contigo.

La voz continuaba explicándose, cayendo lentamente hasta posarse sobre las manos del niño, quién le recibía con una amable sonrisa.

-Me diste algo muy importante, cuando más lo necesitaba. -prosiguió. -Una segunda oportunidad.

Aunque no pudiera ver su rostro, Sora pudo imaginar que, fuera quién fuera, estaba sonriendo.

-¿Lo hice? -preguntó el pequeño, algo confundido. No llegaba a entender el significado de aquellas palabras.

-Sí, pero... -el invitado hizo una breve pausa antes de seguir. -Ahora tengo que volver a dormir.

Fue al escuchar aquellas palabras cuando Sora se dio cuenta de que algo no iba bien. Esa voz, ahora tan melancólica y ligeramente arrepentida, hizo que el pequeño castaño le dedicara una mirada de preocupación a esa no tan brillante luz, agachando un poco la cabeza.

-¿Estás triste? -preguntó.

-¿Te importaría... si me quedara aquí, contigo? -fue la respuesta, o más bien tímida petición, de la misteriosa voz.

Sora asintió, casi sin pensarlo. Sabía que su invitado debía ser, sin duda, ese alguien que estaba profundamente triste, esperando su ayuda, tal y como le había dicho Riku. Y sentía que no era la primera vez que le ayudaba; sin duda, se conocían de antes.

Kingdom Hearts: Amigo Imaginario [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora