Capítulo IV.- El Elegido.

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-¡Maldita nave inútil! -gritaba el pato, interrumpiendo la tranquilidad de aquella pequeña ciudad mientras pateaba cada cosa que encontraba.

-Tranquilo, Donald...

-¿No te diste cuenta? ¡Nos llevó a dónde le dio la gana! -siguió quejándose el mago.

El fiel escudero del rey suspiró, negando varias veces con la cabeza.

-¿No has pensado que, tal vez, era eso lo que el rey quería? -preguntó, muchísimo más tranquilo que su compañero. -Puede que el rey supiera que el elegido se encontraría aquí.

Donald se detuvo y, durante unos incómodos minutos de silencio, Goofy pensó que lo electrocutaría con uno de sus hechizos por haber dicho semejante estupidez.

-¡Ya está! ¡Creo que esto ha sido obra del rey! Nos ha enviado aquí porque sabe que el elegido debe de haber llegado a este Mundo. -rompió el silencio Donald, alzando la cabeza orgulloso. -¡Menos mal que uno de los dos piensa con la cabeza!

Goofy reprimió una risilla, pero no dijo nada, sólo siguió a su compañero sin más... al menos hasta que se fijó en el cielo, deteniéndose.

Una estrella más había desaparecido.

-Donald, ¡ha desaparecido otra estrella!

-¡Idiota! No se trata de una estrella, ¡es un Mundo! ¡Otro Mundo ha sido devorado por la Oscuridad!

Ambos miraron al cielo, para intercambiar miradas de preocupación instantes después. Nadie más en aquel Mundo entendía lo que la desaparición de aquella pequeña e insignificante estrella significaba en realidad.

Debían encontrar al elegido cuanto antes.

En los callejones de aquella tranquila ciudad, el joven castaño se encontraba inconsciente, con aquella extraña llave gigante a su lado. Nadie pensaría lo que acababa de ocurrirle a ese chico al ver ese rostro tan tranquilo, pese a que estaba más inconsciente que dormido.

Su presencia sólo llamó la atención de un alegre perro que paseaba por ahí. Nada más y nada menos que Pluto, el perro del rey, quién había logrado colarse en la nave de Donald y Goofy.

El astuto animal se acercó al rostro de Sora, lamiéndolo, haciendo que este despertara al fin, completamente aturdido.

-¿Uh...? -fue el primer sonido que salió de sus labios, mientras miraba al animal aún con sus ojos entrecerrados. -Vaya sueño...

Y volvió a cerrar los ojos, esperando despertar. Pero eso no fue suficiente para el insistente animal, que saltó sobre el estómago de Sora, haciéndole abrir los ojos de nuevo con un quejido.

-¡Esto no es un sueño!

Se incorporó, saliendo del solitario callejón para encontrarse con una ciudad que en absoluto se parecía a sus islas. Colorida, pero no alegre, más bien tranquila. Pequeñas casas, alguna cafetería, tiendas, unas pocas personas que caminaban por la plaza, y algún extraño ser que parecía más bien un peluche andante.

Sora no podía creer lo que veían sus ojos, que ahora brillaban como los de un niño en una juguetería.

-No... ¡no puedo creerlo! ¡He viajado a otro Mundo! -exclamó, emocionado, mirándolo todo con una sonrisa.

Volteó para mirar al travieso perro que le había despertado, pero ya no estaba ahí. Miró a su alrededor, como buscando a alguien más.

-¡Vanitas! ¡Tienes que ver esto! ¡Hemos viajado a otro Mundo! -lo llamó, aún mirando hacia todos los lados, expectante.

Kingdom Hearts: Amigo Imaginario [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora