Capítulo I.- Vanitas

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Era un día como otro cualquiera en aquellas pequeñas Islas. Soleado, sin ninguna nube en el cielo, totalmente azul. Y, como todos los días, un pequeño castaño de cuatro años se había despertado tarde y ahora corría entre las casas de aquel pequeño pueblo, rezando porque él no se hubiera marchado aún. Llegó hasta el embarcadero, dónde otro chico con el pelo plateado y ojos azul celeste lo esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

-¡Llegas tarde otra vez, Sora! -lo reprendió.

Sora sólo se llevó las manos al pecho, jadeando, para luego reír inocentemente mientras llevaba una de sus manos a la nuca.

-¡Lo siento, Riku! -se disculpó. -Es que estaba tan bien en la camita...

-La próxima vez no te esperaré. -amenazó el peliplateado, avanzando hacia una de las barcas de madera que se encontraban en el embarcadero.

El castaño miró hacia los lados, algo nervioso. Se supone que no deberían ir solos a la otra Isla. Hasta ahora, su padre siempre les había acompañado y luego les había ido a buscar al caer la tarde. Pero hoy, el padre de Sora no podía llevarles porque tenía que trabajar, y Sora había mentido a su madre antes de salir...

-Riku... ¿Y si no vamos hoy? Si mi papá y mi mamá se enteran, se enfadarán...

-¿Tienes miedo, Sora? -lo retó el mayor con una sonrisa burlona.

-¡N-No! -mintió, pues la idea de atravesar solos el mar le aterraba.

Pero no sonó muy convincente, ya que Riku rió tras escucharle y esa expresión burlona no desapareció de su rostro. Sora sólo enrojeció y desvió la mirada hacia la barca.

-Sólo... creo que puede ser peligroso... -murmuró.

-No será peligroso. Ya somos bastante mayores para ir solos, ¿no crees? -respondió Riku antes de coger su espada de madera del suelo. -Yo cuidaré de ti, Sora. Si estamos juntos, nada puede pasar. -añadió con una sonrisa.

Al final, Sora asintió con la cabeza, devolviéndole esa sonrisa. No sabía por qué se negaba, si Riku siempre lograba convencerle con esa sonrisa tranquilizadora, y esas palabras. Sí, siempre que estuvieran juntos, no habría nada que temer. Riku era muy fuerte para su edad, ningún otro chico de la Isla se atrevía a enfrentarse a él, así que nunca se metían con Sora, por miedo a tener que enfrentarse a Riku. Sora lo sabía, y eso le hacía sentirse algo mal a veces, porque se veía débil. Pero, al mismo tiempo, le gustaba que Riku lo quisiera proteger...

-Bueno, ¿vamos? ¿O te dejo solo aquí? -preguntó Riku, al ver que su amigo parecía en las nubes.

-¡No! ¡Vamos, vamos! -respondió rápidamente el pequeño, sacudiendo la cabeza y corriendo hacia su amigo.

El peliplateado sólo sonrió satisfecho y ambos se subieron a la pequeña barca, asegurándose de que nadie los observaba, antes de remar hasta la otra Isla.

La otra Isla era más pequeña que la Isla principal, y estaba completamente deshabitada. Todos vivían en la otra Isla, y esta era utilizada por los más pequeños para jugar, siendo siempre acompañados por sus padres. Aunque sólo Riku y Sora iban allí a diario, pues el resto de niños encontraban algo aburrido un lugar tan vacío. Pero eso era lo que a los dos amigos les fascinaba. Ambos sabían que tenía que haber algo ahí, y siempre iban a explorar, luchar con sus espadas de madera, bañarse, echar carreras... Se pasaban el día ahí, hasta que el padre de Sora venía a recogerlos, ya estando agotados, para llevarlos a casa.

Cuando llegaron, Riku no dejó de mirar alrededor, como buscando algo, y Sora sólo pudo mirarle confundido. Aunque dedujo enseguida qué era lo que Riku estaba buscando. Aquel chico mayor que el día anterior al caer la tarde se encontraba en este mismo lugar. Riku habló con él, pero Sora sólo los observó desde la lejanía, preguntándose qué era lo que aquel chico le dijo a su amigo, que ahora estaba tan interesado en volver a verle...

Kingdom Hearts: Amigo Imaginario [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora