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— Y claro, me parece que es normal que tengamos ese tipo de rivalidad usted y yo. Al fin y al cabo, ambas somos profesionales y vamos a tener roces– rió nerviosa– usted es su asistente, y yo, su novia.

Ambas mujeres se miraban con recelo. Y por supuesto, era lógico cuando ambas estaban enamoradas del mismo hombre, una de ellas, ignorante hacia esa información.

— De lo que no podemos alejarnos, es que ambas somos mujeres– Marcela bajó la mirada un instante.

Mentiría si dijera que no sentía unos nervios enormes por estar ahí frente a Beatriz Pinzón Solano. La única persona que podía darle una pista en su misión: encontrar a la amante de su prometido.

— ¿Usted se ha enamorado alguna vez, Beatriz? ¿Usted está enamorada en este momento?

Betty suspiró nerviosa. Tenía miedo de decirle la verdad, de decirle que estaba enamorada de Armando y ocasionar un problema aún mayor.

Pero tampoco era como si no tuviera opciones.

— Sí, señora– respondió con un bajo volumen de voz.

— Del señor Nicolás Mora, ¿verdad?

Claro, ese chisme que por culpa del "Cuartel de Feas" se había esparcido.

Betty sólo asintió.

— Usted sabe que nosotras las mujeres, amamos distinto que los hombres. Nosotras amamos con el corazón, y ellos con la cabeza.

La voz de Marcela comenzaba a temblar.

— Nosotras estamos metidas 24 horas en la relación. No miramos a nadie, vivimos para ellos, estamos metidas ahí– suspiró, calmándose– queremos envejecer, ver un futuro con ellos. ¿Usted piensa lo mismo que yo?

Betty, incómoda, suspiró antes de contestar.

— Sí, doña Marcela. Estamos identificadas.

— ¡Pero claro!– se apresuró la Valencia a responder– porque somos mujeres. Ambas amamos, y tenemos que ser solidarias con este sentimiento.

Marcela sonrió sincera.

— Yo sé que usted debe tener una relación más estable que la mía, ¿verdad?

— Es posible– respondió Beatriz en el mismo tono que antes.

— ¿Usted qué opina de mi relación con Armando?– se apresuró a preguntar.

— Y-Yo prefiero no opinar, doña Marcela. Eso es algo muy privado entre ustedes– dijo bajando su cabeza, mientras negaba con la misma.

— Pero claro que es muy privado, pero no para usted, Beatriz. Usted maneja gran parte de la intimidad de Armando. Usted es la única persona facultada para hablar de mi relación con él– dijo rogándole– Yo no vine aquí ni a criticarla, ni a juzgarla. Vine a escucharla. Yo necesito escucharla.

Betty no sabía qué decirle. Estaba confundida. Entre la espada y la pared, entre decirle toda la verdad o mentirle para que no sufra más.

— Yo sé que... No he sido la mejor persona con usted. Y me arrepiento, de verdad. Usted no mereció nunca el trato que yo le dí desde que llegó.

Marcela dejó salir una sonrisa de burla hacia sí misma.

— Cuando uno tuvo todo en charola de plata, a veces es difícil ver más allá de nuestro privilegio. Perdóneme Beatriz por tratarla como lo hice antes.

Eso ayudó a calmar a Betty. No sólo las palabras de Marcela eran sinceras, su sonrisa, que imploraba un perdón, sus ojos llorosos implorando una respuesta, y sus manos temblorosas, buscando calmarse.

Betty le dedicó una corta sonrisa.

— No pasa nada, doña Marcela.

La voz de Marcela se quebró más.

— Yo no vine aquí a interrogarla, ni a sacarle un nombre– la miró a los ojos.

Beatriz evitaba su mirada, se sentía culpable. Porque era esa mujer que tanta inseguridad le causaba a la Gerente de puntos de venta. Ella era esa mujer por la que seguramente Marcela lloraba todas las noches, implorándole a la desconocida amante que no le quitara más a su Armando.

— ¿Usted cree que valga la pena que yo insista en casarme con él?

Beatriz, entre la espada y la pared. O "beneficiaba" entre comillas a la pareja diciéndole una mentira a Marcela, o la beneficiaba a ella, haciéndola sufrir con la verdad. Prefirió mentirle, pero su lengua la traicionó en el último momento.

— No– respondió seria, con la mirada baja.

Marcela la miró con el seño ligeramente fruncido. O terminaba la frase o la terminaba. Beatriz no tenía opción.

— Mi intención jamás fue llevarme mal con usted, doña Marcela. Usted puso una barrera entre ambas con ayuda de Patricia. Y siéndole sincera, creo que usted merece estar tranquila y en paz, no en una relación donde claramente usted no es feliz.

Marcela la miró a los ojos. Acto seguido, suspiró.

— Gracias– dijo casi en un susurro— Gracias, Beatriz.

Después de terminar la comida, salieron juntas del lugar. Justo en la entrada, Marcela se detuvo, y terminó de quebrarse.

No tuvo pena alguna en mostrar sus sentimientos a los demás, eso no le importaba. Dentro de su cabeza, sólo estaban los recuerdos de Armando y las palabras de Beatriz.

La mencionada se sobresaltó al ver las incontenibles lágrimas que Marcela dejaba salir, así como sus sollozos.

Estuvo a punto de caer al suelo, pero Beatriz logró sostenerla.

Lo primero que pasó por su mente fue abrazarla. La Valencia correspondió completamente destrozada.

Beatriz no sabía si hacía lo correcto, no sabía si se sentía bien al haberle dicho eso a Marcela, no sabía qué sentir.

Le provocaban nervios estar tan cerca a ella, pues su trato siempre fue distanciado. El aroma de su perfume inundaba su mente.

Marcela se aferró fuertemente a Betty cuando sintió sus manos dar ligeras palmadas en su espalda.

Betty pensó en todo lo que le dijo anteriormente.

— ¡Pero claro!– se apresuró la Valencia a responder– porque somos mujeres. Ambas amamos, y tenemos que ser solidarias con este sentimiento.

Para Betty, todos los insultos de Marcela no importaban en ese momento. Ni siquiera importaba la rivalidad entre las dos.

— Tenemos que ser solidarias con nuestros sentimientos– pensó.

— Perdón, Beatriz– dijo con dificultad para hablar, debido a sus sollozos– no me puedo calmar.

— No pasa nada. Desahóguese– respondió.

Pocos minutos mantuvieron la escena. Betty logró calmar a Marcela asegurándole que todo estaría bien, que pensara las cosas, que hablara con Armando, pero lo más importante, que se pusiera a ella antes que él.

A Beatriz le dolía decir todo eso de su Don Armando. Para ella era un hombre bueno, pero era porque sentía que ella lo había cambiado. Sabía bien que con Marcela había sido muy malo.

En cierta forma, eso hacía que se sintiera menos culpable de traicionarlo así.

Divina (Betty×Marcela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora