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Marcela suspiró profundamente.

— Pues... La escucho, Beatriz– le dijo con la voz temblando.

Betty tomó aire y tras unos segundos de silencio, que usó para preparar su mente, comenzó.

— No es la mejor forma de enterarse... y créame que dudé mucho acerca de ocultárselo a usted y la junta directiva.

Marcela frunció el seño. Se preguntaba qué tenía que ver las dos familias y los accionistas minoritarios en su vida amorosa.

— Pero– continuó– Ecomoda entró en el camino de su perdición desde que Don Armando asumió la presidencia.

Marcela abrió los ojos, como si le cayera encima un balde de agua fría. Probablemente hubiera sido más fácil para Beatriz ocultar el estado de la empresa y simplemente contar su relación secreta con Don Armando, pero no habría tenido tiempo para justificarlo de otra manera que no fuera con la verdad.

— Pero Beatriz, ¿Usted de qué me está hablando?– Marcela alzó la voz conforme su frase terminaba.

— Por favor no se altere, doña Marcela. Le explicaré todo.






A unos cuantos metros de la Gerencia de puntos de venta, Armando paró su trabajo al notar la ausencia de Beatriz en su oficina.

— ¿Alguien sabe dónde está Betty?– preguntó saliendo de presidencia, al mismo tiempo que alzaba la voz.

Cuando Bertha y Sofía, quienes estaban más cercanas a responderle al presidente, estaban a punto de decirle, Beatriz se hizo presente frente a él.

— Aquí estoy Doctor, ¿qué se le ofrece?

— Betty por amor a Dios, no me deje el trabajo botado. Venga, le cuento en presidencia.

Después de ponerse al corriente, Beatriz y Armando regresaron a sus puestos de trabajo.

Ella, posada en la silla de su escritorio, se concentraba más en lo que había sucedido en la oficina de Marcela Valencia que en su trabajo. Recordó todo lo que le dijo después de decirle la verdad.

— Y por medio de una carta del doctor Calderón, supe que Don Armando sólo lo hacía por no perder su empresa. Me usó.

Marcela fijó sus ojos en los de Betty un segundo, para después dejar salir un largo suspiro.

Se puso de pie, dándole la espalda a Beatriz, para que no la viera llorar.

Descubrir quién era la amante de Armando le dolía, pues ella ya se veía casada con él, pero llevar la empresa de no sólo su familia, sino también la de él a una locura, todo por querer ganarle a su hermano, era el colmo.

Marcela nunca sintió interés por ser presidente de Ecomoda, y era un alivio para ella no serlo, pero en ese momento llegó a creer que incluso la empresa estaba en mejores manos a su mando o al de Daniel Valencia, su hermano.

Se reservó un par de segundos para pensar todo eso. Luego de limpiarse las lágrimas, se giró a ver a aquella mujer. Aquella "fea" de la que tanto se burló en el pasado, pero que ahora tenía su futuro y el de su familia en sus manos.

— Beatriz– le dijo firme– ni usted ni yo somos las víctimas de ésta historia. Tanto usted como yo cometimos errores– miró al suelo.

Betty buscó su mirada.

— No le voy a negar que estoy furiosa. Con Armando por todo lo que hizo y con usted por serle cómplice. Pero no la culpo por su desastre amoroso.

Cruzaron miradas.

— Como le dije antes, Beatriz. Tenemos que ser solidarias con nuestros sentimientos.

Marcela volvió a tomar asiento. Por dentro se sentía fatal, quería gritar a los cuatro vientos lo enamorada y furiosa que se sentía al pensar en su prometido. Y lo tentada que la hacía sentir el hecho de estar con Beatriz.

Tenía que mostrar serenidad. Un escándalo no le serviría a nadie.

— Pienso que lo mejor será calmarnos y pensar en una solución a este problema. Usted debe saber que no sería lo más adecuado hablar con la junta ahora.

— Así es, doña Marcela.

— Y tampoco es buena idea armarle un escándalo a Armando por jugar con usted y conmigo, pues eso complicaría todo y alarmaríamos a los demás.

— E-Es correcto.

Marcela sonrió con tristeza. Quizás era mala idea, pero estaba decidida. Le haría aquella proposición “indebida” a Beatriz.

Divina (Betty×Marcela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora