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Abrió la puerta con la misma expresión serena de siempre. Miró al hombre que se encontraba leyendo un par de papeles sobre su escritorio.

Sentado con esa expresión, que solía hacerla suspirar por lo sensual que se veía.

El seño ligeramente fruncido y el casi imperceptible suspiro que dejaba salir para inmediatamente después, lamer un poco su labio inferior.

Él alzó la vista al notar sobre sí mismo la mirada de Marcela.

- M-Mi amor, no... No te esperaba- le sonrió y se puso de pie, camino a besarla.

Ella correspondió, mas cortó el beso más rápido de lo normal, pues no sé quería atormentar con el sabor de los labios de su prometido.

- Sólo pase a saludarte rápidamente, pues ya casi es la hora de salida.

- Eh, sí. ¿Te irás a tu apartamento?

El nerviosismo en su mirada no pasó desapercibido por Marcela. Ya sabía que él invitaría a salir a Betty, pero esa noche no. Esa noche Marcela se la iba a pedir prestada.

- En un rato más- respondió con una leve sonrisa.

Se despidió y volvió a su oficina. Acababa de arrepentirse de ir a la oficina de su prometido a tratar de invitar a salir a su asistente, pues era algo que despertaría la sospecha de que ambas ya lo sabían todo.

Betty escuchó lo sucedido y supuso que Marcela la buscaba, por lo que salió, con la excusa de ir al baño, a la oficina de la Valencia.

Abrió la puerta cuando la gerente le dió permiso para entrar.

- Perdón, doña Marcela. Vine porque

No era tan buena idea decir que fue a verla porque la escuchó hablando con Don Armando y pensó que la buscaba a ella. No tenía sentido... y le sonaba estúpido decirlo.

¿Por qué? ¿Por qué fue a su oficina? Betty se quedó congelada un segundo.

¿Les ha pasado que hablan con alguien y al instante se arrepienten de decir aquello que estaban a punto de soltar y terminan cambiándolo por otra cosa? Así se sintió Beatriz. Y eso hizo.

- Vine porque... Después de lo que hablamos, creo que lo mejor es que usted vea los informes, reales, de la empresa y compruebe su estado.

Betty desvió la mirada rápidamente, acto acompañado de un muy ligero sonrojo en sus mejillas, en cuanto la Gerente posó sus ojos sobre los suyos con firmeza, cansada del trabajo y de tratar de procesar toda la información que rodaba en su cabeza.

Una expresión aburrida y serena de Marcela, como la de Levi Ackerman.

- Sabe que me encanta cómo suena eso, Beatriz- suspiró.

- Si quiere puede ser donde usted diga. En su casa, en la mía, en algún restaurante...

- Mi apartamento no- interrumpió Marcela con una voz suave- Armando podría ir y darse cuenta de todo. ¿Puede... Ser en su casa?

Betty se acomodó sus lentes.

- Por supuesto, doña Marcela. Avisaré que usted irá... ¿ésta noche?

- Sí, Beatriz. Entre más rápido, mejor.

Marcela le dedicó una leve sonrisa. Beatriz correspondió.

Era extraño cómo hacia unos meses se odiaban, y ahora, parecían llevarse bien, en paz.

Las personas que empatizan consigo mismas y con los demás, lograrán dejar sus diferencias y entablar una nueva relación... Diferente.











Betty llamó a casa. Por suerte, Armando no estaba cerca como para escuchar su conversación, una gran ventaja para ella.

- Betty, mija. ¿Cómo le va? ¿Qué pasó?- se escuchó tras el teléfono.

- Todo va bien, mamá. Llamo para avisarle que hoy irá a la casa Doña Marcela, la prometida de Don Armando. Quiere revisar unos informes de... De Terramoda.

- ¿Y eso, hija? ¿Es que acaso algo va mal?

- No mamá, todo está bien. Lo que pasa es que quiere conocer el estado de la empresa, nada más. ¿Está Nicolás por ahí?

- No, Betty. Salió con su papá hace unos minutos.

- ¿Cómo así que salieron?

- Ya le explico después, mamita. Por ahora la espero acá en la casa con su jefa.

Betty podía sentir la dulzura con la que hablaba su madre siempre. Seguramente en ese momento sonreía.

- En la casa nos vemos, mamá. Chao.

Y colgó el teléfono.













¡Qué nervios!

Pero bueno, qué más podía pasar.

Divina (Betty×Marcela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora