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- Beatriz, usted me perdona, pero esto no lo puedo dejar así.

La mencionada frunció ligeramente el seño. Mantenía las manos sobre sus piernas, con nerviosismo, provocado por estar frente a esa mujer.

Marcela la miró a los ojos, mientras se apoyaba en su escritorio para acercarse un poco más a Beatriz, quien instintivamente se alejó unos centímetros.

- Yo no soy ninguna tonta. Sé bien que no puedo abrir mi boca ni con la junta directiva ni con Armando. Pero Beatriz, él no se puede quedar sin recibir un castigo.

- Yo sé, Doña Marcela. Él sigue queriendo mantener nuestra... Nuestra relación- dijo bajando el tono de su voz- P-Pero yo lo he rechazado.

Negó con la cabeza mientras hablaba éso último.

Marcela sonrió levemente.

- Bueno, pues me le uniré en el rechazo a Armando- concluyó con el típico tono suave de su voz.

Betty la miró fijamente un segundo, sorprendida. Sabía que Marcela haría algo, pero se imaginó que iría más con ella el enfrentar a Armando inmediatamente, o incluso pensaba que era más probable que la intentara despedir de nuevo, o en el caso más grave, demandar.

Pero no. Quería unírsele.

- Perdón, Doña Marcela. No la entiendo.

- Bueno Beatriz, si usted lo rechaza, eso lo lleva a pensar que algo anda mal entre ustedes e intentará averiguar qué es. Si usted niega que pasa algo, conociéndolo, se volverá loco en ese bucle infinito.

Soltó una pequeña risa, acomodándose en su asiento.

- Ahora imagínese eso al doble. Para mí es un castigo magnífico.

Beatriz se removió incómoda en su asiento.

Marcela al verla, trató de apaciguar su inseguridad.

- Mire yo no quiero hacer esto sólo por venganza. Eso no me satisface porque sean como sean las cosas, lo amo. Mi finalidad con esto es que él se dé cuenta que la Marcela sumisa se acabó. Aquella a la que manipulaba, la que era engañada. Yo no quiero eso más.

Betty apoyó sus manos sobre el escritorio también. Marcela le puso su mano derecha sobre la izquierda de Beatriz, sintiendo cómo ella se sobresaltaba por el tacto.

La asistente de Presidencia dejó de sentir esa inseguridad poco a poco. Le daban muchos nervios de cómo podría resultar esa loca idea, pero tal vez no era tan mala a fin de cuentas.

Beatriz decidió no dar más vueltas al asunto y aceptó. Se fue a su oficina, para encontrarse con un Armando que la llamaba casi a gritos.






Beatriz pasó el resto del día dividiendo sus pensamientos en dos: el trabajo y Marcela Valencia.

Se sentía nerviosa por lo que ocurriría en unos pocos días. Por lo que dirían todos en la junta directiva.

Pero más aún por el plan de Marcela. El tema de si la boda iba a realizarse o no le martillaba la mente, pues de una u otra forma, aún amaba a Armando Mendoza, y por el otro, no sentía que Marcela mereciera a alguien como él.

Aunque aún tenía dudas sobre si el cambio de actitud que tuvo con ella era legítimo.

Ah, Marcela. Si se atrevía a decir que no pensaba en Beatriz Pinzón Solano con una frecuencia que cada vez aumentaba considerablemente, estaría mintiendo.

Con el paso de los días, se daba el pequeño gusto de analizar las facciones de su rostro.

No era fea. Tenía un peinado y una ropa que no le favorecían en nada. Recordó el día que tuvo un cambio de imagen. Sí, se veía más mal que antes, pero pensándolo bien, era sólo una pobre mujer que necesitaba a alguien, alguien de confianza que le ayude a hacerle ver lo que vale, lo bella que es, qué cosas se le ven mejor, qué cosas no...











Esperen, ¿Bella?

Marcela sacudió con suavidad su cabeza, tratando de borrar sus pensamientos.

Se arregló un poco y luego se dirigió a la oficina de Armando. A saludarle y a poner en marcha el primer paso de su "venganza":

Invitar a cenar a Beatriz.

Divina (Betty×Marcela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora