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Marcela sabía dónde quedaba la casa de Beatriz, aunque fingió no saberlo por no recordar el bochornoso evento que dieron en la calle ella misma y Patricia Fernández.

Se despidió rápidamente de Armando asegurándole que prefería dormir sola esa noche, que no lo esperaría en casa. A él le sorprendió dicha petición, pero aunque él no quisiera aceptarlo, en el fondo sentía un alivio de tener la noche libre para él y para su Betty.

Vaya sorpresa se llevó cuando la mencionada Beatriz rechazó salir con él por un "importante compromiso familiar" que tendría esa noche.

Las cosas habían tomado un rumbo extraño para él, y aunque no planeaba quedarse con los brazos cruzados, no protestó ni contra la accionista ni contra la economista.

— Marce, ¿ya te vas?

Marcela detuvo su camino al ascensor por el llamado de su amiga.

— Sí. Sé que faltan aún 30 minutos para la hora de salida, pero estoy cansada y ya terminé mi trabajo.

Notó cómo su amiga suspiraba y luego se acomodaba en su asiento, como decepcionada.

— Bueno, pues hasta mañana, Marce.

Marcela giró la mirada, sabía lo que Patricia había tenido intención de pedir. Un conflicto interno se hizo presente en ella: o le daba dinero o la dejaba a su suerte.

No era lo más satisfactorio para sus principios, pero quería irse ya. Le dejó varios billetes sobre la mesa y sin siquiera mirar a su amiga, caminó al ascensor y alzó la mano en señal de despedida mientras Patricia agradecía repetidas veces.

Una vez fuera, se fue directamente a su apartamento, pues para eso había querido salir antes. Dejó salir sus lágrimas mientras tomaba una ducha corta, tratando de relajarse.

Marcela cerró sus ojos buscando perderse entre las gotas tibias que chocaban contra su jugosa piel.

Una imagen vino a su cabeza.

Una mujer de cabello negro y piel clara, ojos tristes y voz temblorosa: Beatriz.

O como solían llamarla todos. Betty.

Qué lindo de su parte había sido el ayudarla. El dejar de lado los problemas y encontrar una situación que las uniera en lugar de separarse más, eso era único. Una conclusión en un millón.

Aún no sabía cómo sentirse respecto a lo que le había propuesto, sin embargo, no se arrepentía.

Ahora lo difícil sería ver el estado real de la empresa que con tanto esfuerzo sus padres, junto a los Mendoza, habían formado. Marcela era capaz de perdonarle eso a Armando, incluso lo de Beatriz. Deseaba justo en ese momento oír la puerta de la casa abrirse y la voz de su prometido diciéndole que era él y que la esperaba en la habitación.

— No, no– se repitió varias veces. Por mucho que lo amara, debía resistirse a su encanto.








Beatriz también se apresuró a llegar a casa.

Se sentía afortunada de que en ese momento su padre no estuviera en casa, pues si él se enteraba de qué iban a hablar en realidad Marcela y Betty, el escándalo sería imparable.

— Ay Betty, se pone más nerviosa hablando de su jefa que de Don Armando, tranquilícese mija.

Su madre la sacó de sus pensamientos

Betty solamente se sonrojó, le había apenado que su madre la notara nerviosa.

— Es que son unos papeles muy importantes los que va a ver, por eso no podía enseñárselos en la oficina, por el peligro de que alguien más los vea—suspiró, bajando el tono de su voz— y pues es toda una mujer, por eso estoy nerviosa.

Divina (Betty×Marcela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora