Allie preciosa

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―Sólo mantente jodidamente lejos de mi.
Levanta sus manos en alto―. Como tu digas, cariño.
Hijo de puta. Él sabe que odio que me llamen así, él sabe el porqué. Subo a mi auto y espero que encienda su grúa para arrastrarnos a dónde sea que vaya. Aún puedo sentir a mi clítoris traidor palpitar. Traidor, no se supone que tiembles ante el enemigo. Él no es un enemigo, susurra la voz en el fondo de mi cabeza―, ¡cállate!―grito, golpeando mis puños en el volante. Veo a Kendall por el rabillo de mi ojo alzando las cejas y retrocediendo hacia la grúa. Genial. Ese maldito culo esculpido por dioses griegos, eso es lo que es. Me pregunto qué trato le dieron en la cárcel, ¿fue la perra de alguien o alguien fue su perra?, de seguro me gustaría que fuera mi perra. Jesús, ¿qué está mal conmigo?. Golpeo mi cabeza contra el asiento que en su primera vida fue de algo parecido al cuero, ahora es sólo tela y pedazos de cuero unidos por cosas que no quiero pensar. Tal vez sólo necesito liberarme de esa maldita molestia que palpita bajo mi ombligo. Tal vez sólo necesito deslizar mis dedos...Tal vez. Uh, si. Froto lentos círculos sobre el pequeño traidor, mis caderas se levantan buscando liberación. Un poco más rápido, sólo un poquito más.

Toc. Toc. Toc.
Aprieto mis ojos fuerte esperando que el golpeteo desaparezca, froto más rápido y muerdo mi labio para evitar que salga un gemido.
Toc. Toc. Toc.
―¡¿QUÉ!?―gruño, sin detener mis dedos, en movimientos cortos y rápidos.
―¿Necesitas ayuda ahí dentro?―abro uno de mis ojos en dirección a Kendall. Opción uno, permitir que se salga con la suya y avergonzarme por satisfacerme a mi misma, u opción dos, hacer que sufra. Creo que ambos sabemos cuál opción gana, por lo menos en mi libro.
―Hmm, Kendall, estoy tan caliente y húmeda.―gimo, mordiendo mi labio, exagerando el placer.
―Abre la maldita puerta, Allie―su voz más ronca ahora.
Niego, frotando más rápido―. Si, hmm―deslizo una de mis manos dentro de mi camiseta para pellizcar el sensible pico de mi pezón―. Ahh, me voy a correr. Kendall, me voy a correr―chillo, volteando mi cuello de una forma casi antinatural.
―Vamos, Allie preciosa. Prometo que te haré sentir mejor―oír la desesperación en su voz sólo me calentó más.
―¿Lo harías Kendall?―murmuré, mi mejilla apretada contra la ventana.
―Si, lo haré mejor para ti. Déjame entrar, joder―gruñé empujando la puerta con toda su fuerza de hombre de las cavernas.
―Hmm―tiro de mi pezón, girándolo como sé que lo haría él―. ¿Sería lento y suave como nuestra primera vez o duro y rápido contra la pared más cercana, como la última vez?―gimo, recordando como de perfecto encajábamos juntos, como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro. Pura mierda.
Su respuesta es un largo y torturado gemido―. Si me dejas entrar, voy a lamerte. Sé cuanto amas mi lengua sobre ti, y lo hicimos muy pocas veces, ¿recuerdas, Allie preciosa?
Ese maldito apodo, cualquiera creería que después de tres años lo olvidaría―. Te recuerdo a ti siendo malditamente timido―resoplo, introduciendo mi dedo índice lentamente. Ah, mierda. Saber que Kendall observa cada uno de mis movimientos sólo me acerca más al borde.
―Ya no soy ese niño―su voz me obliga mirarlo―. Y si no abres la puerta voy a correrme sobre tu mierda de chatarra con ruedas―por primera vez noto su mano derecha acariciando su abultada erección.
―¿Me harías llegar sólo con palabras, Kendall?¿lo harías?―lo observo con mis párpados volviéndose pesados.
―Mujer, vas a ser mi jodida muerte―golpea su cabeza contra el techo de mi auto haciéndome reír. Se inclina para mantener sus ojos al mismo nivel de los míos―. Te diré lo que harás ahora con ese dulce coño tuyo―lame sus labios, distrayéndome con su lengua asquerosamente pecaminosa―. Estás tan caliente por mi que ya tienes tus dedos follándote, ¿verdad?―su sonrisa torcida hace aparición llevándome cerca de la felicidad. Asiento, moviendo mis dedos más rápido―. Detente.
Mis dedos se detienen como si fuera su obediente perrito. Aw, no, hijo de puta. Aún tiene poder sobre mi cuerpo, ¡traidor!―. T-Te odio―gruño con mis dedos congelados en mi apretado canal.
―Ajá, lo que te haga sentir comóda―la fríaldad en su voz, trae lágrimas a mis ojos, ¿qué?¿ahora lágrimas, Allison?, eres tan débil como tu padre.
―¡Ahora no, mamá!―grito, golpeando mi cabeza contra el asiento.
―Prefiero cuando gritas mi nombre, pero si te pone más llamarme mamá...Cada uno con su fetiche.
―Cállate y sólo hazme venir―escupo con mis dientes apretados. Maldito bastardo. Lo odio. Lo odio. Lo odio.
―¿Te quieres venir, Allie preciosa?―susurra, asiento sin abrir mis ojos, sintiendo una lágrima caer por el borde de mi ojo izquierdo. ¡No!¡No soy débil como papá!¡Soy una perra patea traseros!―. Pon tres dedos dentro de ti―me quejo, obedeciendo como la perra que soy―, ahora, dóblalos como yo lo haría y golpea el lugar que te lleva ahí. Hazlo. Rápido―ordena, su voz casi en el borde de ser animal. Obedezco una vez más, mis nudillos golpean ese lugar y me voy. Me voy lejos, flotando en mi felicidad. Creo oír mi voz gritando el nombre de Kendall como si me estuvieran asesinando. Vaya. Abro mis ojos, sintiéndolos pesados y humedos―. ¿Allie?, Allie no llores, déjame entrar, preciosa. Porfavor, déjame abrazarte, no llores―¿llorar?, toco mi rostro húmedo y rojo, según lo que me muestra el espejo retrovisor. Pongo una sonrisa plástica en mi rostro, pegando mi vista al frente.
―Fue un infierno de orgasmo, Black. Ahora llévame a casa.
―¿Allie?―su voz suena insegura, casi quiero dejarlo entrar. ¡No seas débil!
―¡LLEVAME A CASA, IMBÉCIL!―grito, haciéndolo retroceder. Aprieto mis manos en el volante. Joder, joder, joder.
―Bien―camina hacía la grúa con sus manos en puños.

¡Soy Débil, Jenna!¡No soy la maldita perra patea traseros que te prometí ser!
Abro mis ojos cuando nos detenemos, vuelvo a cerrarlos al escuchar a Kendall bajar de un salto de la grúa. Inclino mi cabeza hacía el techo, ¡jodeeeeerrrrrrrr!
―Puedes bajar ahora. Llevaré tu chatarra al taller de Eddie, veré si puedo hacer algo por él.
Siento mi rostro volverse rojo―, ¡¿CÓMO TE ATREVES?!―empujo la puerta, justo a tiempo para verlo cruzar los brazos sobre su pecho, de pie frente a mi con indiferencia. La acción llama mi atención sobre sus pectorales notoriamente grandes, como si hubiese estado ejercitando por tres años seguidos. Se aclara la garganta para llamar mi atención devuelta a sus ojos.
―Mis ojos están arriba, preciosa―guiña uno de sus ojos, girándose y caminando devuelta a la grúa.
Maldito sea Kendall Black. Y se llevó mi jodido auto, ¿cómo voy a pagarle?, supongo que haciendo todos los turnos que pueda tomar en Benny's.

Bruises, Una secuela de Scars.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora