- ¿Una fiesta? - preguntó sorprendido el Dr. Aquiles
- Sí, en el jardín del Hospital - respondió Leo sonriendo
- Pero, ¿Para qué? No entiendo ¿Con qué propósito?
- Para agasajar a los pacientes, han progresado mucho, quisiera recompensarlos de alguna manera
- Pero...
- No se preocupe por los gastos, van por cuenta mía, tengo algunos ahorros, yo me encargaré de los preparativos
- Pues... no sé qué decirte
- Que sí, diga que sí, doctor Aquiles, otórgueme el permiso para realizar la fiesta
- Sólo espero que no interfiera con las actividades que realiza el personal
- Ellos también están invitados
- Déjame pensarlo...
- Doctor Aquiles, hay otra razón muy importante: Quiero invitar a los catedráticos y estudiantes de la Universidad para mostrarles cómo va mi proyecto, es probable que se interesen y surjan voluntarios para venir a leerles poesía a los pacientes.
El Dr. Aquiles cruzó los brazos tras su escritorio y reclinando su espalda en el respaldo la silla dijo:
- Lo harás de todos modos aunque no te de permiso. Eres obstinado y persistente como tu padre. Aún recuerdo cuando estuvimos juntos en la facultad, tenía unas ideas tan revolucionarias... ¡en fin! tú ganas, puedes organizar la fiesta.
- ¡Gracias, doctor Aquiles! - dijo Leo moviendo las manos como mosca
- Pero...déjame decirte algo: Nada de escándalos ni música estridente
- Tendré todo bajo control, se lo prometo
- Eso espero muchacho, eso espero...y para cuándo más o menos tienes pensado realizar la fiesta, para anotarlo en mi agenda
- Para...digamos... ¿El viernes de la próxima semana? ¿Le parece?
- Déjame ver...creo que sí, el próximo viernes.
- Bueno, en ese caso me retiro, doctor Aquiles, debo ir a hacer las invitaciones para entregarlas hoy mismo en la universidad
- ¿Tan pronto?
- Sí, no quiero perder más tiempo
- Realmente estás poniendo todo tu empeño y corazón en esto
- Sí, y no descansaré hasta comprobar mi teoría - dijo Leo sosteniendo en su mano un libro con poesía de Alejandra Pizarnik.
- Sabes lo que le ocurrió a ella ¿Verdad, Leo?
- ¿A quién?
- A Pizarnik...
- Sí - respondió Leo hojeando el libro
- La poesía no la salvó - dijo el doctor Aquiles acariciando su barba blanca
- Fue lo único que la mantuvo con vida, ella... ella era grandiosa
- Pero nunca lo supo, nunca lo vio, sentía rabia y descontento con ella misma
- Era una genialidad incomprendida
- ¡Estaba enferma, Leo! "Trastorno Límite de la Personalidad"
- Solamente estaba triste, no era necesario que la ingresaran en... en un lugar como éste
- Se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas de "Seconal" el fin de semana que salió con permiso del Hospital Psiquiátrico. Ahora la pregunta ¿Debió salir?
Leo apretó con fuerza el libro contra su pecho y dando la vuelta se retiró azotando la puerta.
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LEONIDAS, EL ESTUDIANTE DE PSIQUIATRÍA
RomanceA un año de completar su carrera, Leonidas, un aspirante a psiquiatra, intentaba poner a prueba un método experimental con los pacientes de un sanatorio mental. Su audaz y atípico experimento es visto con recelo y desconfianza por parte del parte d...