Eran exactamente las siete de la noche cuando Leo subió a su motocicleta y se dirigió al hospital tal como se lo había prometido a Laura. Estaba arriesgando demasiado:su carrera, su reputación, el todavía inconcluso proyecto, pero ya había tomado una decisión.
- Bueno, aquí voy - dijo para sus adentros - es ahora o nunca.
Al llegar se le quedó viendo al muro de piedra ¡era tan alto! pero la gruesa hiedra le facilitó el ascenso. Una vez arriba miró en todas direcciones y no había nadie, poco después de escucharon unos pasos entre las hojas secas que estaban sobre el césped.
- ¿Leo?
- Shhh... Laura, aquí arriba, dame tu mano ¡rápido!
- ¡Tengo miedo!
- No tienes por qué temer
- Es que pueden descubrirnos
- No si te apresuras. Dame tu mano ¡eso es, Laura! ¿viste? no fue tan difícil
- ¿A dónde vamos?
- Es una sorpresa - respondió Leo - todo éste operativo de fuga me dio hambre ¿qué te parece si primero vamos a comer algo? ya debes estar harta de la comida del hospital ¡es horrible!
Laura sonrió tímidamente
- ¿Sabes algo, Laura? tienes la sonrisa más hermosa que yo haya visto en mi vida
Ella se sonrojó mientras Leo le acomodaba el casco.
- Anda, sube, no es seguro que sigamos aquí ¡vamos!
A Leo le palpitaba aceleradamente el corazón, no por el hecho de haber quebrantado las reglas, era por sentir los brazos de Laura al rededor de su cintura.
La motocicleta era para Leo como su corcel mecánico, y por un momento tuvo la extraña sensación de estar rescatando una princesa de esa "torre" donde vivía prisionera.
Leo "cabalgó" en su "corcel" por la autopista como si fuera a través del bosque en una noche brumosa. Luego de pasar cenando en un restaurante llegaron a la playa, un lugar remoto y poco accesible.
- Ésta cabaña la construyó mi padre - dijo Leo quitándose el casco, era algo así como su escondite mágico, su lugar secreto, decía que siempre venía aquí cada vez que quería alejarse de la multitud y tratar de encontrar respuestas a sus preguntas sin sentido.
- ¡Es hermosa! - exclamó Laura quitándose también el casco
- Ven, entremos - dijo tomándola de la mano.
Leo encendió la rústica lámpara de mimbre y la cabaña quedó tenua y suavemente iluminada.
- Desde aquí se puede escuchar el sonido del océano - dijo Laura asomándose a la ventana
- Aquí puedes sentarte a escribir con tranquilidad. Podrías quedarte aquí mientras te consigo un apartamento en la ciudad
- Leo, no sé qué decir
- Di que sí
- Todo ésto es demasiado bueno y maravilloso para ser verdad
- Te lo mereces mucho más
- No puedo aceptarlo
- Pero ¿por qué?
- Porque vas a tener serios problemas si no regreso al hospital. Cuando el doctor Aquiles se de cuenta de lo que hiciste te castigarán y el proyecto se podría venir abajo
- Pero...
- Leo, voy a demostrarles a él y los otros médicos que si estoy apta para regresar aquí afuera, que todos sepan que tu proyecto no fue en vano, que me salvó del abismo. Quiero salir del hospital con la frente en alto, por la puerta principal, como debe ser.
- Laura ¡te necesito!
- ¿Me necesitas? ¿cómo puedes necesitar a alguien como yo?
¡mírame! soy tan insignificante, y tú eres brillante, bueno, talentoso, con un exitoso futuro por delante... necesitas una mujer que esté a tu altura, a tu nivel.
- ¡Tú tienes todo lo que yo necesito! ¡Te amo, Laura!
Leo se arrodilló ante ella y dijo:
- Está bien, te llevaré de nuevo al hospital, pero ¡por favor! quédate conmigo las últimas horas de ésta noche, no sé de qué manera pedírtelo, pero la poesía si sabe, el poeta Neruda lo sabe:
"Llénate de mi, ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame, pídeme, recógeme, contiéneme, ocúltame, quiero ser tuyo... es tu hora. Soy el que pasó saltando sobre las cosas, el fugante, el doliente, yo soy el que te espera en la estrellada noche, el que bajo el sangriento sol poniente te espera....¡bésame, muérdeme, ansíame...quiero ser tuyo".
Laura tomó sus manos entre las suyas, y con los ojos llenitos de lágrimas le dijo:
- "Mi amor vendrá y abrirá de repente sus brazos para estrecharme en ellos...comprenderá mis miedos, observará mis cambios..."
Leo le cerró los labios con un beso mientras la luna, redonda y plateada como una calcomanía, los observaba a hurtadillas a través de la ventana, pero después, sonrojándose, decidió cambiar de opinión, pues hay momentos tan únicos y especiales que deben ser solo para dos.
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LEONIDAS, EL ESTUDIANTE DE PSIQUIATRÍA
RomantikA un año de completar su carrera, Leonidas, un aspirante a psiquiatra, intentaba poner a prueba un método experimental con los pacientes de un sanatorio mental. Su audaz y atípico experimento es visto con recelo y desconfianza por parte del parte d...